Sin perjuicio de tener presente de que a fin de cuentas los entrenadores se expresan a través de sus equipos en el campo de juego, bien puede ser subrayada la correspondencia entre la manera en la que cerró el año la selección argentina y la lectura de Lionel Scaloni: «Sensación de equipo».

Asumida lo inobjetable de una evaluación en la que a los resultados propiamente dichos les dio rango de «bien» y al juego la optimista perspectiva de «podemos mejorar», nunca tan certero, Scaloni, como en la conferencia de prensa que brindó en Tel Aviv.

¿Cuáles fueron los puntos salientes que ha dejado el partido con Uruguay? No muchos tal vez y sin embargo en envase concentrado y dignos de ponderación.

Por ejemplo: salvadas las distancias que hubiera que salvar, que no son pocas, tal como contra Alemania la Selección supo estar a la altura de las circunstancias cuando las señales y el score eran adversos.

Pero a diferencia de la ocasión con los teutones, cuando amén de la determinación para ir a ofrecer algo al partido para que en el mejor de los casos el partido recompensara con algo se necesitaron un puñado de rendimientos altos, nada de eso sucedió el lunes.

Se dirá, observación cantada si las hay, que Alemania es más que Uruguay, una hipótesis de verificación posible y a la vez discutible, que tampoco sería suficiente para cancelar una vigorosa certeza: con los uruguayos salvó la ropa el colectivo, el todo: el equipo.

Es más: salvo el Kun Agüero no hubo un solo jugador argentino que haya superado una calificación de 6 puntos (ni siquiera Lionel Messi) y en cambio hubo varios de 5 y un par de 4.

Vale decir, lejano el techo, nada urgente de momento, lo que parece garantizar la Selección de Scaloni es un piso de estructura ósea, sanguínea, competitiva.

¿Es un equipo que genera ocho situaciones de gol en cada partido? No. ¿Es un equipo que monopoliza la pelota en proporción de 65 a 35 por ciento? No.

¿Es un equipo de defensa coordinada, hermética y confiable? No.

Es un equipo, eso sí, que mientras marcha hacia un perfil más detallado y hacia una regularidad que oscile de más a más, hace un poco de todo, da batalla a sus limitaciones, persevera en sus búsquedas y se siente cómodo en su cauce emocional.

Y eso, en el contexto de una renovación que ya no es un mero pliegue de intenciones, que ya es palpable y saludable.

Descontado que las Eliminatorias que comenzarán en marzo de 2020 serán arduas, complejas, cuando no motivo de zozobra (recordemos, si no, las del Mundial de Rusia), va de suyo que urgirá poner sobre la mesa algo más sustancioso que las buenas sensaciones, pero hoy, a la hora de las sumas y las restas, disponible el beneficio de unos cuantos meses más de examinar, optar y ajustar, que las buenas sensaciones predominen es mucho más que lo avizorado en los primeros tiempos del Scaloni que había ganado la lotería sin siquiera haber comprado un billete.