Por Fabrizio Turturici

Como una caja de sorpresas a la que todos miran y nadie se atreve abrir. Así cayó Eduardo Germán Coudet a Rosario Central el 15 de diciembre de 2014. Hoy, a más de un año de su llegada, superó todas las expectativas y ya nadie puede negar su capacidad de trabajo.

Su primera aparición como técnico ha sido novedosa y revolucionaria, no sólo para Central, sino para el fútbol en general. El Chacho fue la revelación del año. En principio, porque con gran éxito supo combinar sus dos caras de comodín: la primera, que lo caracterizó toda la vida, relacionada a su locura incipiente y dionisíaca. Es un entrenador que logró contagiar esa cuota de enajenación a su plantel, trasmitiéndole amor propio, convicciones y grandes ideales. Y la segunda, su faceta de hombre serio, meticuloso y nada conformista. La que lo llevó a entrenarse a pesar de las adversidades, la que lo llevó a recuperarse cuando el elenco había entrado en un pozo de empates consecutivos y la que lo llevó a no bajar los brazos nunca. Cambiando si hay que cambiar, según lo requiera la situación. No atándose a un discurso ni usando a su equipo de pantalla para exponer sus ideas como entrenador. Sino adaptándose a lo que más le convino y actuando siempre —únicamente— en beneficio del club.

Los frutos están a la vista de todos. A pesar de no haber coronado la temporada con una estrella (desde lo numérico, Central realizó la mejor campaña de su historia), Coudet le devolvió al equipo de Arroyito el protagonismo a nivel nacional, peleando torneo doméstico y Copa Argentina hasta el final. Y también en el plano internacional, ingresando a la Copa Libertadores luego de diez años de mirarla por TV.

Entre los méritos y los laureles del Chacho, también se cuentan los siguientes. Su pericia para moverse en el mercado de pases y lograr repatriar a ídolos del club. Hacerse invencible en el Gigante de Arroyito, restituyendo el prestigio y respeto que gozaba antaño al jugar en esa cancha. Consiguiendo, después de mucho tiempo, un ADN de juego que lo identifica y lo distingue del resto, recordando a los mejores equipos de Ángel Tulio Zof, como “La Sinfónica Canalla”.

En síntesis, se podría decir que Eduardo Germán Coudet, como buen discípulo de Don Ángel, le devolvió la alegría al pueblo canalla y, sobre todo, las ganas de volver a la cancha para disfrutar de un juego placentero. Del fútbol-espectáculo, como en las décadas del setenta y ochenta; y no del espectáculo-fútbol, como se mal acostumbró con la llegada del nuevo siglo y las aparatosas manifestaciones en las que todos exhiben sus extravagantes tatuajes y peinados y poco se juega.

Marco Ruben, del sueño a la realidad

El regreso del goleador canalla demuestra, además de sus habilidades como delantero, su grandeza como persona. Porque no retornó cayéndose a pedazos ni desgastado por el paso del tiempo. Al contrario: luego de su carrera por el viejo continente, este jugador que volvió a vestirse la camiseta auriazul a una década de su partida, parece mucho más completo que aquél que debutó en Arroyito con 18 años. Con un hambre de gloria voraz y arrasadora y blandiendo su abanico de goles (de derecha y de zurda, de cabeza y de penal, de potencia y de emboquillada, tempraneros y agónicos) que dan muestras de una pulida técnica. Priorizando sus sentimientos a los valores económicos, no sólo fue goleador y figura estelar del fútbol argentino, sino que no se conforma y se queda por la revancha. Un detalle a resaltar es que pese a la enorme lista de clubes que pretendían hacerse con el ‘9’ luego del nivel superlativo demostrado en esta temporada, Marco Ruben expresó su deseo de quedarse. Capitán y referente, ostenta un gran liderazgo y es fundamental para el equipo. Y quizás su vuelta a Rosario Central pueda resumirse en esa simple acción: sueños de grandeza.

Referentes y juveniles, la combinación perfecta

Se dijo ya que uno de los decoros más relevantes de la gestión Coudet fue el de traer a grandes jugadores y repatriar ídolos del club. Tales son los casos de Cristian Villagra, César Delgado, Pablo Álvarez, Gustavo Colman, José Luis Fernández… Ni hablar de Javier Pinola y Marcelo Larrondo, que llegaron a mitad de año por insistencia del entrenador y terminaron dentro del podio en cuanto a rendimientos.

Conjuntamente, como contracara, el Chacho dio rodaje a chicos de la cantera que se terminaron transformando en bastiones fundamentales del equipo y en objetos de deseos para el ambicioso fútbol europeo. Entre ellos, los nombres de Franco Cervi, que no terminó de jugar su primera temporada y ya fue vendido a Benfica de Portugal en la transacción más cara para la entidad de Arroyito. Giovani Lo Celso, otro zurdo que dejó atónito al mundo futbolero con su excelsa calidad para el juego. Víctor Salazar, el lateral derecho que enseña proyección y futuro. Walter Montoya, Jonás Aguirre, Maximiliano González y otros juveniles que también fueron promovidos con éxito.

Como punto a favor se podría sumar, aunque son detalles secundarios, el promedio de edad del plantel. El mismo fue de unos 28 años, lo que en el ambiente se conoce como “el equilibro deseado” para cualquier entrenador

No obstante, el pulso justo del técnico permitió crear una mixtura entre referentes experimentados y jóvenes promesas. Con esta fórmula explosiva, el Chacho construyó una base pilar desde los cimientos para darle soporte a los juveniles de arriba, que terminaron siendo la cara distintiva de este Central 2015.

Festejó en el clásico ante Newell’s

El par de clásicos que el Canalla debió afrontar esta temporada, arrojó resultados que siguen siendo favorables y felices para el pueblo auriazul. En primer lugar, consiguió un triunfazo en el Coloso del Parque, escenario de su eterno rival, que le permitió transformarse en el primer equipo de la era profesional en ganar cuatro clásicos al hilo. El resultado de aquella fría y soleada tarde invernal, fue de 1-0 con el recordado gol de Marco Ruben en el complemento. En la revancha, jugada en el Gigante de Arroyito, Central no logró vulnerar la eficaz telaraña rojinegra. Aunque persistió el cero en el marcador, los de Arroyito sumaron ocho clásicos sin perder.

La Copa Argentina, un sabor amargo

No importa lo de afuera: si la copa trae consigo un mal trago, el sabor que quedará —inexorablemente— es amargo. El certamen nacional que reúne a equipos de todas las divisiones afiliadas a AFA supo ser un torneo interesante, pero al final, terminó dejando una imagen manchada y deplorable. Es ineludible señalar que Rosario Central, por segundo año consecutivo y con mucha esperanza, se presentaba a disputar la final de la Copa Argentina en Córdoba, contra un rival poderoso que ya había sido campeón del torneo argentino: Boca. Más allá de las anécdotas que quedarán en la historia negra del arbitraje, por la actuación de Diego Ceballos, el equipo de Coudet no pudo y a fuerza de pistola se terminó quedando con las manos vacías, luego de caer 0-2 en el Kempes con 25.000 hinchas auriazules.

Soslayando este episodio, el Canalla transitó un auspicioso andar en el resto de la competencia. El camino se inició en Junín, cuando venció a Deportivo Riestra por 3-1 con goles de Montoya, Aguirre y Niell. En 16avos, superó a River por 2-0 con tantos de Ruben y Aguirre. Ferro fue el único partido en el que Central definió desde el punto de penal, convirtiendo los cinco ejecutados y pasando a cuartos de final. Allí le tocó verse con Estudiantes de La Plata, ganando 2-1 de manera sufrida con goles de Fernández y Ruben. Ya en el último paso previo a la final, debió medirse contra Racing, a quien derrotó de la mano del goleador y capitán Marco Ruben.

La campaña, desde los números

Si de estadísticas se habla, Central ha coronado una campaña magnífica. Salió tercero —con 59 puntos— en la tabla de posiciones, por detrás de Boca y San Lorenzo; y fue subcampeón del Xeneize en la Copa Argentina. No obstante, terminó siendo la mejor campaña de su historia en la era del profesionalismo, por encima incluso a la del campeón de la temporada 1986/87, al mando de Zof.

El equipo de Eduardo Coudet, de los 30 partidos disputados por el torneo, ganó 16, empató 11 y perdió sólo 3 (River, Quilmes y Banfield). Y si se cuentan los partidos de Copa Argentina, las estadísticas incrementan a 21 victorias, 11 igualdades y 4 derrotas. En porcentajes: Central triunfó en el 58% de los casos, igualó en un 31% y cayó en el 11% de las oportunidades.

En materia de goles, contando sólo campeonato local, el equipo auriazul gritó en 47 ocasiones y se lamentó en otras 26. Lo cual indica un promedio de 1,56 goles a favor por partido y 0,86 en contra.

Unos números bastantes sorprendentes para lo que es un plantel relativamente corto y que dista de los presupuestos de los grandes equipos con los que compitió hombro a hombro.

Fue destacable, además, el arranque de temporada, con cinco triunfos consecutivos y encontrándose con el primer traspié recién en la fecha 14, al caer con River en el Monumental.

En suma, Central es el único equipo que se mantuvo invicto a lo largo de todo el 2015 en su estadio, no conociéndole la cara a la derrota en el Gigante de Arroyito. Restableciendo, como se dijo, el poderío y la fortaleza de la localía en Rosario.

Asimismo, el Canalla batió una serie de récords de menor rango, pero que también sirven para dar muestras de la excelente trayectoria desplegada a lo largo de este año. Por ejemplo: contó con el máximo artillero del campeonato, Marco Ruben con 21 goles convertidos. Y Eduardo Coudet se convirtió en el técnico debutante más exitoso en la historia de Central.

El año entrante mantiene a Central atenazado a una ilusión latente. El desafío de Eduardo Germán Coudet y de todo el plantel será abrazarse al sueño de los canallas y sumarle, a esa revolución futbolística ya iniciada, un tinte de regularidad para poder coronar la tan anhelada estrella que en esta temporada no pudo ser…