Por Santiago Fraga, enviado especial desde Montevideo, Uruguay

“Vamos caminando, aquí se respira lucha”, grita en sus versos la canción Latinoamérica, de Calle 13. Ese mismo sentimiento es el que se genera al caminar las calles del barrio Villa Española, prejuzgado y catalogado como zona roja de inseguridad en Montevideo.

Por ese mismo asfalto, en la esquina de avenida José Pedro Varela y Camino Corrales, se erige la sede del Club Social y Deportivo Villa Española. Lo que en su momento se había transformado en una simple cantina para tomar unas copas, hoy es un centro cultural que lleva el nombre de Sócrates (excelso jugador brasileño, ícono de la Democracia Corinthiana). Sus muros coloridos denotan la esperanza de cambio que llevan quienes lo reformaron y son una extensión de su escudo, que lleva en su mitad amarilla unos guantes de boxeo (de allí nació Alfredo Evangelista, figura del boxeo que peleó con Alí y Holmes) y en su mitad roja una pelota de fútbol, el deporte más movilizante del país.

Si le preguntamos a cualquiera del barrio quién es el referente del club, la respuesta es unánime: “el Bigote”. Santiago López, delantero de hoy 40 años, no quiere posicionarse a esa altura, y asegura que quien piense que él es un referente “que se siente a tomar unos mates o una cerveza y se termina esa barrera que hay”.

En su rol de futbolista, en el momento en que jugaba en el exterior y ganaba buen dinero decidió volver al barrio y al club que lo vieron nacer, cuando transitaba un duro momento. Llegó, lo reformuló socialmente y lo llevó a ascender desde la tercera categoría del fútbol uruguayo a la Primera División. “Entendí que la plata no me hacía feliz y que había que hacer un proyecto social y barrial, haciendo inclusivo al barrio”, cuenta, sentado a espaldas de la sede a la que tanto amor y empeño le puso junto a su compañero de lucha, Agustín Lucas.

En su rol de futbolista, pero entendiendo esa posicición como la de un como actor social protagonista, es uno de los referentes del movimiento Más Unidos Que Nunca, que empezó a cuestionarse al sistema del fútbol en Uruguay peleando por sus derechos y lograron que el Ministerio de Educación y Cultura de la Nación intervenga desplazando a los nefastos dirigentes de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales. En esa lucha, jugadores de Selección de la talla de Luis Suárez pelearon codo a codo con jugadores de los clubes más humildes de la república oriental.

Conclusión estuvo presente en la Cantina Sócrates y dialogó con Santiago ‘Bigote’ López, un revolucionario dentro de una cancha de fútbol, apasionado por su barrio, por su familia, por Los Redondos y por creer que desde el deporte se puede construir una sociedad mejor.

— ¿Cómo surge el movimiento Más Unidos Que Nunca?

— Nace de las inquietudes que teníamos los futbolistas de tener información de lo que es el sistema y cómo se manejan las estructuras de nuestro fútbol, y entender que hasta el día de hoy nos sentíamos perjudicados en todo lo que mueve el fútbol, las ganancias, las infraestructuras y que era el momento de pronunciarnos. Con Agustín Lucas empezamos a cuestionar al sistema desde adentro, y desde adentro era cuestionar a la mutual y a los dirigentes. Ahí vimos que los jugadores de la Selección se pronunciaban por cosas parecidas, y ahí arrancó.

— ¿Es difícil nuclear los intereses de los jugadores de la Selección con los de Primera y los del ascenso?

—Los intereses son los mismos cuando uno pelea por derechos, por más que no después vivamos las mismas realidades.

— Personalmente, ¿cuál fue tu puntapié a la hora de lanzarse contra la mutual?

— Me tocó vivir cosas impresentables y me hicieron naturalizar cosas que no estaban buenas dentro del fútbol. Cuando el fútbol es un deporte multimillonario, la mayoría de los futbolistas estamos en la línea media o más abajo. El conflicto de la mutual hace unos días acaba de culminar con la intervención del Ministerio de Educación y Cultura y el desplazamiento de la directiva. Ahora arranca un conflicto de cómo mejorar las estructuras y mover los cimientos para que el futbolista realmente sienta tributo de toda esta lucha.

— ¿Qué queda por cambiar ahora en el fútbol uruguayo?

— Pila de cosas. Las canchas del fútbol uruguayo son a veces deplorables. Los vestuarios son increíbles. Hoy cambiaron los sujetos críticos, dentro del vestuario hace once meses que venimos hablando de otras cosas que no es sólo patear la pelota y hacer goles. A mí ahí me parece que hay un cambio bastante generacional de entender que tengo derechos, que puedo pelear por ciertas cosas, y eso esta increíble. Que nos podamos cuestionar ciertas realidades está demás, y si después podemos cambiarlas mucho mejor.

— ¿Crees que lo que lograron en esta lucha y el cambio de mentalidad en los futbolistas es aplicable a otros países?

— Yo creo que sí. Que en realidad en todos los ámbitos de la vida hay que cuestionarse cosas. Creer que siempre las realidades se pueden cambiar e interiorizarse un poco más. El fútbol es el vehículo para todo. Es un vehículo muy grandioso donde lo posiciona al futbolista en el ámbito social donde toma un rol participativo importante y lo puede utilizar por el tema de la violencia, generar un vehículo donde erradicar la violencia, lo puede generar peleando sus derechos, lo puede erradicar en educación, en formación, en todo. El futbolista tiene que entender que tiene un rol participativo dentro de la sociedad donde lo puede utilizar de la mejor manera. Ojalá todos los futbolistas de Sudamérica y el mundo se contagien de que tienen que pelear por sus derechos y participar más en esta sociedad. La sociedad la conformamos entre todos y no se puede vivir en la burbuja de que porque soy futbolista vivimos en otro mundo, porque todos vivimos en el mismo mundo.

— ¿Qué es para vos Villa Española?

— Villa Española es mi segunda casa. Son mis amigos, mi familia, mi barrio, donde uno siente sentido de pertenencia y que puede inculcar algo que pueda generar identidad dentro del barrio, generar valores al vecino, a los amigos, y el club es como una forma de vivir. Yo digo que vivo como Villa Española, y soy feliz así.

— Decidiste volver al club en un momento en el que te estaba yendo bien en el exterior.

—Cuando entendí que la plata no me hacía feliz decidí dejar y volver al club que estaba pasando un mal momento y que había que hacer un proyecto social y barrial, haciendo inclusivo al barrio y subiendo las tres categorías. Algo que pasó y fue una experiencia increíble.

— Algunos cuando empiezan sueñan con jugar en Nacional o Peñarol, otros en Europa. ¿Vos qué soñabas?

— En realidad no soñé ser futbolista. Para mí fue una causalidad serlo.Yo soñé con el rocanrol, con tener una banda, pero era una utopía. Ser referente del club tampoco me lo hubiera imaginado, y ahora que lo soy tampoco me pongo en esa posición. Me gusta ser uno más, y el que crea que soy referente que venga, que se siente conmigo, tomemos unos mates o una cerveza y se termina esa barrera que hay. Soy uno más de todos.

Yo intento reformar mi barrio y generar ciertas conciencias porque yo vivo en este barrio, porque mi familia vive en este barrio y mi hija vive en este barrio. Mañana ella se va a codear con la gente de este barrio. Entonces yo aparte de educarla a ella intento educar a los demás que después me van a cuidar a ella. Si yo tengo mi tesoro más preciado que es eso tendría que rodear todo lo demás para que me lo cuiden.

— ¿Es difícil para el futbolista no nublarse cuando empieza a ganar buena plata?

— Para mí no es difícil, sé que para los demás que juegan al fútbol es difícil salir de esa burbuja pero porque el sistema mismo te hace creer que el fútbol es eso y que es esa la burbuja. El fútbol es un vehículo increíble. Puede llegar a cualquier lado porque el fútbol mismo mueve masas. Una manifestación de obreros de la construcción puede mover cierta gente, pero una manifestación de futbolistas mueve a todo el país, porque todos somos futbolistas en el fondo. Eso hay que utilizarlo de la mejor manera y entender que es el vehículo para buenas cosas.

— Decís que soñabas con el rock. ¿Eso te marcó como persona?

— El rocanrol me influyó muchísimo en mi vida. Me crió mi familia y el rock me dio cierta ideología o ciertas herramientas para desarrollarme en la adolescencia. Yo soy enfermo de Los Redondos de Ricota y he ido a todos lados. Es una de las otras formas de vivir que tengo. Yo creo que la música marca. El arte marca dentro de la vida de las personas.

— ¿Qué les dirías a los ‘botijas’ que ahora empiezan a patear una pelota?

— Les diría que disfruten. Que no se enojen tanto y no corran detrás de los millones que la realidad es que no van a llegar, y que van a llegar a lo más mínimo, algún millón. Que jueguen como ellos mismos, no como Messi ni como Suárez, y que disfruten del fútbol que a veces lo más lindo que deja son los amigos y las vivencias.