Por Fabrizio Turturici

Su paso por el fútbol argentino invoca momentos positivos y negativos, lindos y no tanto, memorables y olvidables; como suele ser normal en cada jugador. Misionero de alma, David Charles Pérez llegó a Rosario Central para comenzar a forjar un futuro que lo desesperaba: jugar en primera: “A los 11 años me vine de Misiones y a los 18 debuté en Central. De chiquito tenía ilusiones con jugar en un equipo de primera. Uno siempre soñaba con River o Boca, que eran los únicos de los que llegaban noticias. Pero cuando vine a jugar un torneo a Santa Fe, empecé a escuchar lo que era Central y gracias a Dios me tocó jugar en el club más grande de la provincia”, relató.

“Yo siempre dije y sigo diciéndolo, que yo dentro de los jugadores era mediocre. Si no entrenaba al 100 por ciento y no me brindaba por completo al equipo, no iba a rendir. Así que siempre fui un luchador, dentro y fuera de la cancha”, define David Charles Pérez a sus características de juego.

Rememorando los momentos más decorosos de su carrera, el misionero apunta a “la Copa Libertadores contra América de Cali, que pasamos a semifinales por penales. Ese partido para nosotros fue muy especial”.

David Charles Pérez, marcador de punta pero no por eso poco goleador, agrega que el gol que más gritó fue aquel que le hizo “a Boca en cancha de Central, 1 a 1, con un jugador menos. Fue un día muy especial para mí, diferente a todos”.

Desencajado como un perro de presa, explica que el punta más difícil que le tocó marcar fue “Guillermo Barros Schelotto, de Boca. Un jugador diferente, que jugaba su partido aparte. Recuerdo que por momentos hablaba con (Carlos) Bianchi y se iba de la cancha por varios minutos. Pero muy difícil, siempre te encaraba para la pierna de apoyo y era complicado contrarrestar su gambeta”.

— Hablame del legendario caño que te hizo Riquelme…

— En el momento no te das cuenta, no pensás que va a ser el mejor caño del mundo. Con el trascender de los años, ves la importancia y la magnitud que había tomado. En esa época, nosotros con Román éramos muy amigos; habíamos integrado dos selecciones sub-20.

— A ver si coincidís conmigo, que fue mucho mejor que el que le hace a Yepes…

— Totalmente. Yo fui a marcarlo, él estaba de espaldas y en esa situación pienso que va a aguantar la pelota: ahí sale con un giro y un caño de otro planeta. No me esperaba que fuera a hacer esa magia, fui espontaneidad pura. En cambio el de Yepes lo iba esperando, lo iba midiendo y sabíamos que en cualquier momento se lo iba a tirar.

— ¿Pudiste hablar con él después del caño?

— Sí, sí. Hemos charlado. Él dice lo mismo, que fue espontáneo y le salió en el momento. Tuvo la suerte y yo la desgracia (jaja), encima siguió con la pelota y eso lo hizo más lindo.

— Cambiando de tema, ¿qué significa para vos Rosario Central?

— Y… Cada vez que hablo de Central se me pone la piel de gallina. Es mi casa, me dio todo. Un nombre dentro del fútbol rosarino y la posibilidad de ser técnico de inferiores y de otros equipos del ascenso. Uno siempre tiene que ser agradecido con las cosas que le dan. Y Central y su gente me dieron mucho.

— ¿Cómo te definirías como entrenador?

—Sé que tengo muchas cosas para mejorar. Me gusta el estilo ofensivo, tratando de pensar siempre en el arco contrario. Por ahí te toca pasar sobresaltos como en Argentino, pero bueno, ésta es mi idea de fútbol. Si lo podría implementar, sería una revolución como la que hizo el Chacho acá en Central.

— ¿Seguís la línea de algún técnico?

— A mí me encanta lo que hizo el Patón en Central, arrancando en inferiores y llegando al primer equipo para jugar dos Libertadores y una Sudamericana. Me marcó mucho el juego que tenía en ese entonces, de estilo ofensivo, atacar por las bandas, terminación rápida. Se podría decir que fue mi gran maestro, pero también están Don Ángel (Zof), incuestionable. Miguel Russo y su sistema defensivo del que también saqué cosas. Tata Brown, Checho Batista, entre otros…

— ¿A qué te dedicás actualmente?

— Hace un año abrí una escuela de fútbol en Misiones. Traje varios jugadores a Central, a Boca Unidos de Corrientes. Así que trabajando con los chicos misioneros para darles una ilusión concreta. Cuando trabajaba en inferiores, me cansaba de ver venir colectivos llenos de jugadores del norte que no tenían posibilidades económicas. Nosotros, con algo mínimo, les dimos una alegría y una satisfacción enorme a esos chicos. Cumple una función social también, sacarlos de la calle y prenderlos a una ilusión que se haga realidad.