Por José Odisio

Diego Osella decidió cambiar. No tiene el equipo confirmado, pero no hay dudas que habrá modificaciones. Y la incógnita es saber si los que entrarán y saldrán para visitar a Boca lo harán por convicción del DT o por su enojo al perder el Clásico.

Nadie duda que hace falta un golpe de timón para salir de dos derrotas duras. Quedan seis fechas y si Newell’s no reacciona se puede quedar con poco (entrar a la Sudamericana). Y entonces el técnico mete mano. Aunque a la hora de analizar los nombres que puso en el ensayo de fútbol, la sensación es que las variantes no modifican demasiado la propuesta.

Sorprende que salga Formica, el único que le da fútbol al equipo. Si se concreta este cambio hará ruido. Pero causa mayor asombro que sigan en el equipo Sills y Amoroso, dos jugadores que el DT pensó en sacar antes del Clásico y no se animó. Y después lo lamentó. Lo de Amoroso ya suena a capricho. Y cuando un entrenador entra en ese terreno, algo anda mal.

Es cierto que a Osella no le sobran variantes. En especial en ofensiva. El DT probó con Fertoli más cerca del área, y si no es el Rayo sólo tiene a Figueroa o Isnaldo. Pero sostener a Amoroso por ese recambio escaso es un argumento pobre. Tal vez la dinámica del ex Olimpo sea su sostén de cara al choque con Boca. Entonces habrá que pensar en un Newell’s que irá a defenderse y ver que pasa.

¿Y el Turquito Elías? Si Osella piensa en despliegue y dinámica su aporte es superior al de Sills. Pero el argumento será que al jugar Voboril y no Paz, necesita un cinco que releve. Lo real es que a la hora de justificar la presencia de Sills o Amoroso sobran argumentos en Osella que no condicen con lo que se ve en cancha.

Hay que cambiar. Osella lo sabe. Pero si el cambio no es con convicción se corre el riesgo de perder el rumbo. Si el DT está convencido de lo que hace, está bien. Aunque su apuesta desde afuera suene equivocada. El resultado final será el verdadero juez.