Por Fabrizio Turturici

Central no cumplió ni en su despedida y con su gente, cayó por 1-2 ante Independiente en el Gigante de Arroyito y dejó atrás un campeonato para el olvido que lo complicará en los promedios del año que viene. El único gol canalla del partido fue anotado desde los doce pasos por Néstor Ortigoza, mientras que Pablo Pérez y Martín Benítez dieron vuelta la historia.

El cuadro de Arroyito salió dormido al campo de juego, donde no podía plasmar su juego y se veía superado por un rival que aprovechaba la movilidad de sus volantes por todo el frente de ataque y llegaba al área de Ledesma casi siempre por las bandas. Pablo Pérez y Sánchez Miño eran los más desequilibrantes y a quienes no podía controlar.

Al igual que en los dos partidos anteriores del ciclo de Cocca, el retroceso no era bueno y el sistema defensivo se hallaba jaqueado por una defensa en línea y la falta de un cinco tapón, pues ni Rinaudo ni Ortigoza conformaron un triángulo corto con los zagueros. La falta de apoyo lateral por parte de Camacho y Pereyra, de timorata actuación, resultaban otro factor clave de este desajuste.

A pesar del deseo del entrenador auriazul, el equipo estuvo largo y con sus líneas separadas le costaba también la elaboración de juego. Al no aparecer los mediocampistas como nexos, los de abajo se veían obligados a enviar pelotazos -sin éxito- a los de arriba. Sin embargo, sobre la media hora se encontró con un dudoso penal que Néstor Ortigoza cambió por gol en lo que significó la apertura del marcador en el Gigante.

Lejos de aprovechar el envíon anímico, Central dejó venir a Independiente y en un par de desatenciones defensivas antes de marcharse al vestuario del entretiempo, se lo dieron vuelta con goles de Pérez y Benítez. Al inicio del complemento, Cocca tampoco dispuso variantes y buscó revertir la situación con la misma fórmula que no había funcionado.

El elenco canalla tuvo algunas insinuaciones, siempre surgidas en la habilidad de un expeditivo Maxi Lovera, pero Zampedri estaba desaparecido en el área y sus compañeros no lo ayudaban a terminar las jugadas. La presencia en cancha de algunos jugadores resultaba insignificante y el DT demoró el primer ingreso hasta los 17 minutos, cuando Jonás Aguirre buscó cambiar su velocidad imprecisa por la calidad aletargada de Pereyra.

La imagen final fue la de un Central impotente y nervioso, que no podía hilvanar dos pases seguidos y tampoco frenar a un equipo que, con la pelota, hacía lo que quería. La entrada tardía de Germán Herrera por el Gordo poco le pudo aportar en ofensiva, al igual que la de Rodrigo Villagra por Lovera. Así, Central se despidió de su gente de la peor manera, quitándole la posibilidad de jugar el clásico y volviendo a perder hasta en su despedida de la Superliga.