Por Fabrizio Turturici

Central no encuentra el camino futbolístico ni anímico. En el Gigante, cayó 0-4 ante Banfield, pero también perdió esa mentalidad ganadora que lo caracterizaba y hasta parece acostumbrarse a los malos resultados. Hace nueve partidos que no gana y se acrecienta la preocupación en Arroyito.

Sólo en el comienzo, Central mostró iniciativa y personalidad, urgido de los tres puntos, a partir de movimientos en velocidad y conjunción, que apuntaron casi todos a un Herrera encendido por todo el frente de ataque, pero demasiado solo. Los volantes, en tanto, formaron un amplio rombo con Carrizo de enganche, pero el más gravitante fue Colman, que sirvió juego desde la izquierda.

De manera inentendible, cuando el sistema de ataque parecía estar aceitando sus engranajes, los mediocampistas rotaron y se rompió la red de juego. En este escenario, Banfield ganó terreno y sometió a su rival con algunos contraataques que desnudaron falencias en el fondo.

Tras la apertura del marcador, el Taladro replegó sus líneas y mantuvo un esquema compacto pero efectivo, típico de Falcioni. Tanto es así que tuvo pocas trepadas y cuatro de ellas acabaron en las redes, todas con Leguizamón como responsable. En apenas media hora de juego, el encuentro se le había ido por la borda.

Durante el complemento, Central tuvo muchísimas dificultades no sólo en la recuperación de la pelota, sino también en el manejo, donde nunca pudo anexar con los puntas ni profundizar por las bandas. A este equipo le cuesta horrores generar situaciones de peligro y sufre en cada réplica, déficit que deberá solucionar de manera urgente si quiere salir a flote.

El pitazo final se hacía esperar y llegó con el tanteador en 0-4. De cara a futuro, no será sencillo para Montero recuperar a este equipo, salvo que efectúe cambios radicales en cuanto al sistema de juego. «Vamos, vamos los pibes», terminó coreando la hinchada…

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