Por Walter Hugo

La Conmebol lanzó el spot oficial de la candidatura conjunta de cuatro países del continente para organizar la Copa del Mundo del Centenario. Cuando en 2030 se cumpla un siglo del primer campeonato, por primera vez en la historia serán 4 las sedes que se proponen. Uruguay, Argentina, Chile y Paraguay. En principio, los celestes se propusieron como únicos organizadores, pero la realidad los golpeó fuerte. En la actualidad ni el mismo Estadio Centenario -sede de aquella primera edición- está en condiciones de recibir un encuentro mundialista.

Habría que hacerle muchas obras también al recientemente inaugurado estadio de Peñarol. En el interior uruguayo construir un estadio para una Copa Mundial de FIFA sería de un costo astronómico y luego de finalizado el evento, no lo llenarían con nada. La lógica llevó a asociarse con Argentina -rival de aquella primera final histórica- y con méritos suficientes como para volver a ser sede de la fiesta ecuménica. Aunque también habría que retocar un par de escenarios para albergar alguno de los partidos.

El Monumental, el Estadio Único en La Plata y el Kempes son los únicos que están cerca, los que necesitarían menos retoques. Los escenarios que recibieron partidos en 1978 han quedado totalmente desactualizados y ninguno pasaría un examen. Convengamos que también en Chile y en Paraguay, habrá que construir o reformar escenarios.

Tiempo sobra y si hay voluntad, seguro se hará. Lo triste es que en esa ocasión -si no cambiamos mucho nosotros, los rosarinos, en nuestra conducta en los estadios- lo veremos por televisión. Mientras la máxima organización del fútbol continental se zambulle en una promoción a todo trapo para aunar voluntades, en nuestra patria chica rosarina seguimos mirando al otro con recelo, con odio, sin entender que la grandeza de uno es gracias a la rivalidad con el otro.

JUNTOS podríamos mucho más. La pasión está. No hay que incentivarla. El nivel de juego, la historia, los títulos brillan en nuestras vitrinas. Pero estamos presos del folklore enfermo que se propone desde las barras bravas. JUNTOS es más fácil. En cualquier orden de la vida cotidiana, los esfuerzos solitarios pocas veces se coronan con el éxito. ¿Aprenderemos alguna vez? O crecemos JUNTOS de una buena vez, o juntos nos seguiremos hundiendo.