En otro de los hitos que lo hicieron único, quizás uno de los menos conocidos, el 28 de septiembre de 1995 Diego Maradona fundó en París la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales (AIFP), junto a jugadores de la talla de Eric Cantoná y George Weah.

De este sindicato, junto al rebelde del fútbol también participaron otros grandes futbolistas, como Ciro Ferrara, Gianfranco Zola, Gianluca Vialli, Hristo Stoichov, Laurent Blanc, Michael Preud’Homme, Rai, Thomas Brolin, entre otros. Diego fue ungido presidente y el francés Cantoná, vicepresidente.

«El jugador de fútbol es lo más importante y vamos a defender sus reivindicaciones hasta la muerte», expresó un Maradona sin pelos en la lengua, al momento de comandar una de las reuniones de la AIFP.

El «Diez» mantenía una confrontación directa con la cúpula de la FIFA y buscó apoyo entre sus pares. Los jugadores profesionales, frente a los capitales fenomenales que se entrometían en el negocio del fútbol, resultaban frágiles, piezas de lujo en el engranaje de la maquinaria usurera del deporte, que los utilizaba y desechaba a su antojo. Maradona buscó equilibrar la balanza.

Uno de los logros destacados de esta entidad fue la «ley Bosman», que permitió el libre traspaso -sin indemnizaciones ni cupos extranjeros-, de los jugadores profesionales comunitarios de las ligas de la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol (UEFA).

El gremio planteaba que los futbolistas debían percibir una parte de los contratos televisivos (millonarios), que los horarios de los partidos no podían fijarse al mediodía, porque afectaban el rendimiento físico y la salud. También se declaró en contra de los grandes capitales volcados a comprar las licencias de los clubes.

Si bien estas iniciativas no prosperaron en su momento, sentaron un precedente. «Los futbolistas somos gente demasiado individualista, tenemos mucho que aprender para que esto tire hacia adelante», había dicho el brasileño Sócrates tras aquel fracaso.

Ya en el siglo XXI, con jugadores multimillonarios con contratos poderosos, las normas de la FIFA se hicieron más flexibles sobre las transferencias al punto que dependen de la voluntad del futbolista.