POR PAULO VIGLIERCHIO 

Rosario Central recuperó la sensación agradable que significaba ganar fuera de su casa. Después de mucho tiempo, más precisamente desde el derby de la ciudad en el Coloso, nuevamente se reencontró con el sabor de la victoria lejos del Gigante de Arroyito. El envión emocional necesario, en el contexto justo, para ir con otro semblante a Uruguay y enfocarse de lleno en el duelo con el Manya, pensando que el acceso a octavos de la Copa Libertadores es posible, creyendo en sus posibilidades.

Antes de centrar todos los esfuerzos en la final que habrá en el Campeón del Siglo de Montevideo el martes, el Canalla se debía una prueba de vitalidad en la Liga Profesional, donde últimamente le venía costando mucho hacer pie. La importancia de sumar puntos y no volver a sucumbir fuera del terreno conocido era ya casi una obligación para los dirigidos por Miguel Ángel Russo. La visita a este físico, aguerrido, combativo pero limitado Deportivo Riestra representaba una oportunidad ideal para levantarse del barro en que se encontraba.

Sin brillar ni mucho menos, con una actuación que lejos estuvo de ser convincente, Central tuvo como virtud la efectividad total en la excursión al Bajo Flores ante el Malevo. Pegó en los momentos justos, sufrió más de la cuenta, pero hizo de la eficacia una bandera para abrazarse y aferrarse a un triunfo que se esperaba como agua en el desierto. Además, la importancia de empezar a levantar cabeza en el certamen local, donde otro paso en falso podía empezar a pintar más dubitativo el panorama general.

Con una formación con mayoría de suplentes, el Canalla fabricó un golazo en el comienzo de la historia. En la primera llegada al arco, una buena combinación de pases en 3/4 encontró un pase profundo de Jonathan Gómez para la entrada de Lautaro Giaccone al área, este levantó la cabeza y cedió para un solitario Luca Martínez Dupuy, que simplemente tuvo que empujarla, de zurda, para abrir el marcador. Jugada de pizarrón que no se venía viendo en este equipo.

Con la ventaja a su favor, el conjunto auriazul eligió replegarse demasiado, dándole pelota y territorio a Riestra, una estrategia muy arriesgada dado que en ningún momento ofreció la seguridad y consistencia necesaria para llevar a cabo ese plan. Por suerte, contó con un Axel Werner inspirado, quien se encargó de contener cada intento de los dirigidos por Cristian Fabbiani. Lo más flojo se vió por el lado de Juan Cruz Komar, Kevin Ortíz y ‘Coyote’ Rodríguez, que varias veces conspiraron contra sus compañeros y pusieron en peligro el 1 a 0.

Es que el ex Talleres inspiró terror con cada pase que parecía que se quedaba corto, el volante central nunca fue auxilio para Franco Ibarra, ni tampoco estuvo en su lugar, y el paraguayo dudó mucho a la hora de la marca y el anticipo, sacándose el balón de encima. El local arrinconó con centros y también buscó la espalda de Rodríguez, muy vulnerable en ese sector. Allí dijo presente no sólo la firmeza de Werner bajo los tres palos, sino también la solidez del juvenil Juan Giménez, de rendimiento aceptable, y de Emmanuel Coronel, quien una vez más confirmó, por si quedaban dudas al respecto, que es mejor jugador que Damián Martínez, tanto en ataque como en defensa. Resulta inexplicable a esta altura que esté discutida la titularidad del lateral derecho.

Central resistió en la primera etapa y encaró el complemento de la misma manera, aunque Riestra careció del empuje que había tenido en los 45 iniciales, yendo por las circunstancias del encuentro. Allí sobresalió la tarea de Ibarra, que se erigió en el patrón del mediocampo, cortando todo lo que había a su alrededor y hasta animándose a jugar, con ritmo e intensidad, una producción que al menos debiera hacerle dudar a Russo de quien será el «5» en Uruguay. Si nos guiamos por hoy y los últimas actuaciones, pareciera haber poco para discutir.

A pesar de un buen Ibarra y los mencionados anteriormente, Central siguió con los gobelines en la garganta producto de que cada envío aéreo fue una verdadera amenaza, porque nadie defendía a Jonathan Herrera y Milton Céliz, las mejores armas del local, que cabecearon solos en algunas ocasiones y bien pudieron complicar el desarrollo. Afortunadamente, el travesaño y la falta de puntería sostuvieron el éxito canalla. Por si hacía falta, otra vez Werner siempre estuvo atento para cortar. Se hizo indispensable la entrada de nuevas piernas en la mitad para oxigenar a la estructura.

En ese sentido, Giovanni Bogado sirvió para retener el balón, descansar con él, asegurar la posesión y empezar a planchar el trámite. Tomás O’Connor ingresó en otra sintonía y nunca pudo conectar, mientras que Agustín Módica y Fabricio Oviedo quedaron como las esperanzas arriba para aprovechar los contraataques, que iban a llegar porque los espacios estaban a las espaldas de los centrales rivales, muy adelantados en el campo.

Así, como para redondear una labor más que interesante, siendo una de las figuras junto a Coronel y Werner, Ibarra condujo, miró la opción más indicada y decidió pasársela a Oviedo, que se acomodó con la dirección indicado, se perfiló y sacó un derechazo cruzado que hizo inútil la estirada de Arce. Ahora si, asunto sentenciado. Tranquilidad con el resultado, sabiendo que nada ya podía torcer el rumbo final. El casillero que si se llenó en la tarde porteña, quedando pendiente el del juego.

Sólo quedó tiempo en el final para que Céliz emulara a un jugador de rugby y desviara su penal muy por arriba del arco canalla, para confirmar que el 2 a 0 era inmodificable. Central volvió a los tres puntos cuando más lo necesitaba, sumó confianza de cara al partido trascendental que se le vendrá ante Peñarol para definir el futuro en el plano internacional. Siempre se dice que se trabaja mejor a partir de las victorias y es así, al ánimo es otro, el autoestima se eleva.

Russo seguramente habrá evaluado algunas tareas individuales y se llevará mucho para pensar antes del viaje al país vecino. Como sucedió ante River en la Copa de la Liga, salvo por un par de nombres, algunos de los denominados ‘suplentes’ una vez más dieron la cara y dejaron un mejor semblante que los que suelen ser titulares. Quedará en el entrenador definir los mejores soldados para la batalla decisiva, pero sabe que hay apellidos pidiendo pista hace rato y son confiables. Ahora, a ganar o ganar, no queda otra.