Por Alejandro Maidana

Entre tantos embusteros que no han cesado en su insana búsqueda de mercantilizar hasta la última gota de sudor lúdico, el hechizo del potrero se cierne una y otra vez sobre las infames estrategias de acabar con lo mágico del fútbol. Desprejuiciados adláteres del vil metal, de aquello que se ha encargado de desnaturalizar lo que parió una miseria que jamás imagino que la iban a obligar a utilizar frac.

El fútbol y su rebeldía, esa que solo se consigue pateando los arrabales y confines más olvidados, tierras en las que aún las gambetas endiabladas y los pies descalzos, siguen jugando a parecerse a los ídolos místicos del barrio. Por qué, quién no se vio deslumbrado por ese gambeteador empedernido que pasaba raudamente como una saeta a través de una maraña de piernas que solo buscaban aplacar su dolor ante indisimulable demostración de destreza.

Todos, pero absolutamente todos hemos podido contemplar a ese crack que no llegó porque no quiso, porque nunca le interesó el profesionalismo o decididamente, porque siempre tuvo en claro que allí los sueños de libertad para poder crear, se funden en la alocada carrera exitista de ganar. Si basta con juntar un solo puñado de pibes de esas barriadas que han quedado en offside gracias al impecable achique del capitalismo, para poder convencernos que la matriz más pura de la pelota aún goza de buena salud.

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La rebeldía hecha pelota, esa que supieron misturar desde lo ideológico y lo lúdico Sócrates, Alfonsinho, Lucarelli, Cantoná y Caszely entre otros en el plano internacional, y aquellos que nunca se arrodillaron a los designios del mentado profesionalismo como “el arlequín” Oreste Omar Corbatta, René “el hueso” Houseman, Tomás Felipe “el trinche” Carlovich y Waldino “el torito” Aguirre solo para citar algunos de los nacionales que por su inquebrantable espíritu revoltoso, han sabido romper ese molde que solo busca generar estereotipos que contrasten con la verdadera esencia del fútbol.

El tano seguidor del Trinche y fanático de los que rompen esquemas

Riccardo Crivelaro sostiene que su pasión por el futbol sudamericano y argentino en particular, llega desde lejos, desde hace mucho tiempo. Hoy tiene 55 años y cuenta que cuando ero un niño, allí en Véneto, Italia, pero más precisamente Padova, muy cerca de Venecia, una emisora televisiva lo empapó desde muy pibe con el deporte. “En el canal de televisión TV Koper/Capodistria, Koper es una ciudad de Eslovenia que está colocada en el mar Adriático en frente de Trieste, había mucho deporte, y por la tarde transmitían los partidos del campeonato brasileño de futbol. Todo empezó allí, y cuando en el 1978 tenía apenas 10 años, tuve la posibilidad de ver el Mundial de Argentina en la televisión, mi padre me permitió ver todos los partidos, aunque en Italia era muy tarde por la diferencia horaria. Así fue como me enamoré de la albiceleste”, cuenta Crivelaro.

Fillol, Olguín, Tarantini, Gallego, Luis Galván, Passarella, Bertoni, Ardiles, Luque, Kempes, Ortiz, de aquellos nombres este “tano” futbolero nunca se va a olvidar. “Mi pasión por el futbol me llevó a jugar, y además de jugar, comencé cuando era muy joven a dirigir. Pude conseguir mi licencia federal de entrenador ya en el 1995. Sigo entrenando equipos dilettantisticas (amateurs) de futbol desde finales de los años 80, al principio eran juveniles y desde el 1996/97 son primeros equipos de adultos”. Si bien Riccardo haciendo gala de su innegociable humildad no lo relata, quienes lo conocen sostienen que es un técnico al que le gusta agarrar equipos que se encuentran en inferioridad de condiciones, hacerlos ascender, para luego tomar la decisión de volver a dirigir a otros que transiten los mismos arrabales y repetir esa historia. No debería llamar la atención, ya que su filosofía de vida es extremadamente explícita.

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“Yo estoy muy poco interesado en el futbol profesional. He vivido con mucha pasión y mucho interés el futbol de los años de mi juventud, 1970 y 80, pero a partir de la segunda mitad de los años 90 el futbol profesional perdió su atractividad, su capacidad de ser atractivo para mí. Cuando se convirtió en business, ya no era mi futbol. La razón era que a mí me gusta el futbol romántico, y el futbol sudamericano es el más romántico, y el futbol argentino (más que el brasileño) es el símbolo del futbol sudamericano, y Rosario, como dice Jorge Valdano, es una manera exagerada de ser argentino”.

Como a muchos, al nacido en Padova no le gustan las estadísticas, le resulta mucho más seductor el poder descubrir el hombre que está detrás del futbolista.Me gustan las historias, los personajes, me gusta hablar de futbolistas italianos de provincia de los años 70 más que de Cristiano Ronaldo, me gusta hablar del Mágico González, de Jorge Carrascosa o del Loco Houseman, más que de Lionel Messi. Me gusta más hablar de los que tenían todo para llegar a ser campeones a nivel planetario, pero siempre le faltó algo para serlo de verdad. La voluntad, la suerte, el profesionalismo, las ganas de levantarse por las mañanas y entrenarse, lo que sea, pero algo les faltó. Eso lo aprendí, yo creo, gracias a Osvaldo Soriano, por ejemplo”.

“En una World Cup de futbol yo siempre voy a apoyar equipos que no tienen alguna posibilidad de llegar al final, así fue como lo hice con Haití en 1974 y su arquero Henri Francillon, este mundial representa mi primera memoria de un evento global de futbol. Al equipo de Honduras en el 1982 la conozco a memoria: Arzu, Gutiérrez, Villegas, Bulnez, Costly, Maradiaga, Zelaya, Gilberto, Betancourt, Figueroa y Norales. El Salvador, los Ticos de la Costa Rica, el Senegal de coach Bruno Metsu, son todos los equipos que ocupan un lugar importante dentro de mi corazón”.

En el horizonte de los débiles y rebeldes, asoma la figura del Trinche Carlovich

Cuando menciona a la Argentina, enseguida aparecen los futbolistas de “potrero”, esas maravillosas historias de barrio, de mala suerte, de gambeta, de jugadores como El Goyo Carrizo. “Creo que ya lo entendiste, me gustan los que pierden por sobre los que ganan, me gustan los que se denominan beautiful losers, allí nace mi pasión por el Trinche. Como que siempre he leído muchísimo, y luego del desembarco de internet hay muchas más posibilidades de obtener información, no fue difícil encontrar el nombre del Trinche Carlovich. La primera vez fue en un comentario de un video en YouTube, donde alguien decía que en Argentina nacieron campeones como Labruna, Di Stefano, Bochini, Maradona y El Trinche Carlovich. Yo conocía los primeros cuatro y no conocía a Carlovich. Así que, a partir de allí, empezó mi búsqueda de noticias”.

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A este pasional italiano, le encantó descubrir que, para comprar las entradas al estadio de Central Córdoba, el equipo del Trinche, había distintos precios, un precio cuando jugaba el crack y otro cuando él no lo hacía.Esto es increíble, cuando se hacía el llamado Esta noche juega El Trinche, solo puede referir a algo que solo en Argentina pueda suceder. Muy pronto supe lo que pasó el 17 de abril de 1974, cuando la selección nacional argentina disputó en Rosario el último partido amistoso antes del mundial en Alemania. Desgraciadamente encontró un equipo llamado Combinado de Rosario, en el cual jugaban los mejores jugadores de la ciudad (aunque algunos como Aldo Pedro Poy jugaron con la camiseta albiceleste). Allí emergían las figuras de cinco jugadores de Central, 5 del Newell’s, y un monumento viviente, el Trinche. Carlovich era el único que no jugaba en primera división, es fue un verdadero fracaso para la albiceleste y un triunfo para el Trinche. Pero esta es una historia que los rosarinos conocen muy bien y no me atrevo a relatársela”.

Pero sin dudas el testimonio más bonito que encontró sobre Carlovich, es la del programa emitido en la televisión española “Informe Robinson”. Aquel fue un programa de televisión de deportes emitido mensualmente en la cadena de televisión española “Vamos”, dirigido y presentado por el exjugador de fútbol Michael Robinson, ingles que se quedó en España al final de la carrera después de jugar en el Osasuna, el equipo de Pamplona. “El programa tuvo lugar desde 2007 hasta el 2020. Robinson decía que el programa sirve para contar historias con el pretexto del deporte. La portada de noviembre 2011 se intituló: La leyenda del Trinche y, si la van a ver, se dan cuenta que lo que dice Robinson es la verdad, hay muchísimo más que deporte en la historia del Trinche. En realidad, esta una historia que un italiano no le puede contar a un rosarino. Pero un italiano que ama el futbol y sus historias, se vuelve loco cuando escucha la historia del Trinche y de su doble caño, eso es seguro, y es lo que me pasó a mí».