Competidor nato y wing supersónico, el rosarino Juan Imhoff, del Racing francés, sueña en el final de la temporada europea coronarse campeón continental, en vísperas de que su equipo afronte las semifinales del torneo, el domingo contra el Leicester inglés.

En declaraciones a la AFP, Imhoff abordó cómo afronta ese reto, pero también de la influencia de su familia en su carrera y de sus planes de ser entrenador cuando se retire como rugbier.

— ¿Cómo se siente tras la victoria en cuartos de final de la Copa de Europa?

— «Es diez veces mejor prepararse habiendo ganado. Lo cambia todo. Tenemos más presión para las semifinales, pero más confianza también».

— Ha repetido que quiere ganar un título con el Racing, ¿es una obsesión?

— Cuando llegué a Racing, en la era de Pierre Berbizier, sabía que llegaba a un club en el que había gran ambición. Pero yo soy muy ambicioso también y en todo caso, después de tantos años, el Racing es mi club profesional, mi club del corazón, mi familia y esto no es una palabra al aire. Hace varios años que pienso en este título con Racing. Un título para la familia de Racing, para todos los chicos que trabajan en la oficina, para todos los entrenadores que han pasado por aquí. Todo el mundo ha hecho un esfuerzo para que Racing gane un día el título. Llevo esto en mi corazón, en mi sangre.

— ¿Cómo trabajas el aspecto mental?

— El rugby es un 50% de físico y un 50% mental. Desde que era pequeño me di cuenta. Mi padre y mi familia me hicieron tomar consciencia y así trabajé en Argentina. Allí el rugby es sobre todo amateur, con jugadores que muchas veces no son muy fuertes. Pero jugamos todos con el corazón, con una mentalidad que puede marcar la diferencia. Siempre entrené así, metiéndome presión desde que soy pequeño. Puedes ver que físicamente no soy alguien extraordinario, por lo que debo trabajar todos los días, todos los minutos y todos los segundos de mi vida. Para llegar así, hay que tener una mentalidad fuerte.

— Tus compañeros te describen como un maníaco del entrenamiento. ¿Es verdad?

— Es verdad, pero lo necesito para asegurarme de dar el máximo. Esto tiene consecuencias en mi estilo de vida, soy así en la vida cotidiana. Mi novia me dice a menudo: ¿Por qué incluso cuando cocinas te esfuerzas así? ¡Parece que estás en la final de Masterchef! Pero yo soy así, puede ser un poco duro, pero si no lo hago así, tengo la impresión de que no llegaré.

— ¿A veces puede ir demasiado lejos, ser demasiado exigente?

— Hace algunos años pensaba eso. Pero reflexioné y cambié. Me pregunté: ¿Te gusta hacer sacrificios? Y la respuesta es que sí. Si no lo hago, lo echo de menos. Incluso cuando estoy de vacaciones, necesito ser un competir, ir al 100%. Por ejemplo, cuando juego a ping pong con los amigos, aunque no soy bueno técnicamente, me esfuerzo al máximo.

— ¿Se pregunta cuándo te retirarás del rugby?

— (Risas) Cuando hablo de esto con mi padre, él bromea. Me dice: Yo soy insoportable, pero tú vas a ser dos veces peor. Trato de trabajarlo en mí mismo, pensando en la gente que tengo al lado, como mi novia. En todo caso, creo que no importa qué trabajo lo haré como el rugby. Necesito dar el 100%.

— ¿Tiene algún plan?

— He reflexionado. Pero mi problema es que cuando pienso, concentro toda mi cabeza… Ahora hace falta que siga concentrado en el rugby al 100%, es mi oficio, es lo que hago bien y lo que respeto.

— ¿Será muy exigente si decide ser entrenador?

— ¡Seguro! Más tarde me gustaría poder entrenar porque amo el rugby sobre el terreno, pero también lo que le rodea; el entrenamiento, la vida en comunidad, el físico y la salud del jugador.

— Habitualmente habla de su padre.

— Reflexionamos sobre todos mis partidos. En principio, con mi madre, sobre WhatsApp (aplicación telefónica), que me dice: Esto lo hiciste bien, esto lo hiciste mal. Después tengo a mi padre en el teléfono, mis hermanos, que juegan al rugby en Argentina, también.

— ¿Qué importancia le otorgas a la familia?

— Vengo de un club que se llama Duendes (en Rosario) que pronto festejará su 60 aniversario. Es un club que tiene muy pocas licencias, pero que ha marcado la historia del rugby argentino. En el equipo nacional hay dos entrenadores de Duendes. El entrenador sub-20 es de Duendes, el fisioterapeuta también, así como el preparador físico… El presidente de la Federación Argentina, Duendes también. Es una verdadera familia y esa es nuestra fuerza. Tenemos una frase que marca a todos los jugadores del club: 10.000 kilómetros de distancia no es nada para los que tienen los colores del maillot tatuados en la piel y el rugby en la sangre.

— Cuenta con una pequeña comunidad argentina en París…

— Sí, aunque hemos perdido a Ezequiel (Lavezzi, futbolista ex del París Saint-Germain), que era muy buen camarada (ríe). Tenemos un buen grupo de argentinos aquí e intentamos vernos a menudo. Aunque en algunas cosas nuestra cultura se parece a la francesa, tenemos diferencias y las vivimos juntos.