Por Diego Mussetta

“Me parece un espanto como se organizan en la Argentina. Es todo muy improvisado, todas las idas y vueltas que se dan sobre la marcha y que modifican la programación de los partidos, todo termina siendo dudoso y me hacen pensar mal porque, además, estamos en un país en donde todos pensamos mal del otro. El futbol argentino me sigue dando de comer, pero si no digo lo que pienso, no estaría comprometido para que todo mejore”. El 16 de mayo de 2013 el mundo futbolístico se sacudía con esta declaración de Gerardo Martino. Lo dijo justo a días de consagrarse con su querido Newell’s y en la antesala de un histórico mano a mano frente a Boca por Copa Libertadores. No le importó nada. Y nadie. Es más, ahondó: “No sé si habrá sido bueno que Grondona esté tanto tiempo en la AFA”. Así, de “espanto”, “desastroso” e “improvisado” calificó al fútbol nuestro hace ya tres años y monedas… El tiempo pasó, ¿algo cambió? Nada.

Este tipo sincero, humilde, respetuoso, simple y de palabra hoy se cansó. Y pegó el portazo, dejando a la selección sin general y sin capitán ante la renuncia de otro rosarino como Lionel Messi.

Martino sabía a qué se enfrentaba cuando aceptó el reto de comandar al seleccionado de más estrellas mundiales. Lo hizo recibiendo a un grupo golpeado tras la final perdida con Alemania en el Mundial de Brasil 2014 y rápidamente, más allá de no encarar una renovación como se esperaba, inculcó un modelo. Arranque torcido en las Eliminatorias y baja mediante por lesión de Messi, Tata supo capear el temporal y sin moverse de su ‘librito’ salió a flote. Pero llegó la fatídica Copa América de Chile y la maldita definición por penales con el local, que volvió a dejar con las manos vacías a un grupo que buscaba revancha. Y ni que hablar de lo fresco que aún está lo ocurrido en Estados Unidos, donde la película fue un ‘deja vu’ y donde nuevamente las lágrimas terminaron siendo las protagonistas.

Golpes. A eso debió sobreponerse el Tata. Dos finales perdidas y la renuncia del mejor jugador del mundo hicieron mella en el DT, que volvió de Estados Unidos con un nuevo mazazo en el lomo, aunque sabiendo que en Río de Janeiro podía tener una chance de cambiar la historia en caso de que llegase el oro. Sin embargo, los últimos días fueron tormentosos, con ‘aprietes’ de clubes de no ceder a futbolistas para el Sub 23 olímpico, con declaraciones cruzadas desde el Comité Olímpico Argentino y del propio Secretario de Deportes de la Nación fustigando actitudes de una AFA sin rumbo. Y en el medio el Tata. Que debió posponer el inicio de los entrenamientos de este seleccionado y que siguió acumulando pálidas tras pálidas. Y hoy explotó. Y con justa razón…

¿Motivos? Sobran. Una Asociación del Fútbol Argentino prácticamente intervenida por órganos judiciales; una Fifa enviando una comisión fiscalizadora; un presidente (Luis Segura) que estuvo pintado desde que asumió; otro que nombraron desde Fifa (Damián Dupulliet) y que no es reconocido por la actual dirigencia; una mesa chica de dirigentes que se pelea por la plata a repartir… ¿Algo más? Y sí. A menos de un mes de que ¿comience? el torneo argentino todavía no se sabe cómo ni cuándo se pondrá en juego el deporte más pasional de todos en el país. Es que antes de pensar en el juego, los dirigentes piensan en la plata. Así, hoy diagraman una Súper Liga o Mega Liga o Liguita, porque para ellos lo más importante es el vil metal, cuánto pondrá el gobierno y cuánto le sacarán a la televisión. No hay otra…

Vaya si hay motivos para que un tipo de bien y de palabra diga basta. Hoy el fútbol argentino tiene una enfermedad terminal. Parecía que Gerardo Martino, con su estilo y su sapiencia, traía el remedio. Pero no pudo. Perdió la batalla. El Tata se fue. Pegó el portazo. Y ya mismo se habla de sucesores y demás. Así estamos en el fútbol argentino. Enfermos. Sin cura. Y duele. Muchísimo…