Por Paulo Viglierchio

Rosario Central sigue en la mediocridad de siempre. Cada vez que tiene la posibilidad de dar el salto que lo posibilite en objetivos tentadores, apuntar alto, se queda a mitad de camino, le faltan cinco para el peso, le cuesta asumir la responsabilidad y hacerse cargo del protagonismo. Claramente en esta noche en el Ducó era el favorito para quedarse con los tres puntos, por plantel y diferencia en la tabla con su adversario, pero el autoboicot que se inflige cuando sale de casa es por lo menos llamativo y preocupante.

Para este compromiso con el caballo del comisario, el entrenador auriazul Miguel Ángel Russo dispuso el mismo esquema que viene utilizando habitualmente en el último tiempo, el 4-2-3-1. El problema radicó en los intérpretes, que no fueron los adecuados para cumplir el rol táctico que se les pidió, y tampoco tuvieron el compromiso emocional para salir a buscar el partido con decisión, sabiendo lo que se jugaba y ante un encuentro que se preveía más que ganable.

Caer en la pésima tarea del árbitro Lobo Medina -algo que carece de sorpresa cuando se enfrenta al Guapo- suena a excusa conformista. Cuando se hace lo que se debe desde el juego, la influencia del árbitro para modificar un resultado es nula. Y esa materia Central se la llevó a marzo, sin objeciones. Exhibió una liviandad pasmosa en cada línea, se cansó de perder divididas, careció de la marca y tampoco tuvo volumen ofensivo para llevar verdaderas situaciones de peligro al arco de Desábato.

Damián Martínez fue de lo más flojo de la noche, con las imprecisiones clásicas y tampoco destacando en su aporte desde la entrega. Se dijo hasta el hartazgo que el pibe Oviedo es delantero centro, al juvenil le costó horrores todo, tanto en ataque como en defensa. El doble cinco Ortíz-O’Connor fue muy tierno, sin la presencia que se necesita en la zona medular, donde se decide el fútbol. Ignacio Malcorra estuvo desaparecido -viene con actuaciones así hace rato- y Jaminton Campaz, con poco, fue de lo poco rescatable. Lo del mediocampo en general también estuvo para el aplazo. Tobías Cervera la vio pasar, aunque también está claro y se mencionó también que su posición es otra. Muy difícil así.

Tan deslucido, chato y ordinario fue todo, de ambas partes, que la paridad se abrió a partir de un gol en contra de Álvarez tras un centro rasante de Campaz. Sin proponérselo, de casualidad, el escenario se le presentaba favorable y le hacía un guiño a Central, aún contra sus propias vacilaciones. Pero el Canalla es su propio enemigo y encuentra la manera de complicarse solo, demostrando una inocencia y desinteligencia alarmante como equipo. Cuatro minutos después del gol, antes del entretiempo, Oviedo no siguió a Tolosa en el área tras un centro por la derecha y el lateral izquierdo fusiló a Broun. Todo como al comienzo. Igualdad justa por la pobreza expresada en el campo.

Russo buscó corregir algo de sus decisiones erróneas en la formación inicial en el complemento con los ingresos de Agustín Sández por un cada vez peor Coyote Rodríguez y Luca Martínez Dupuy por un pésimo Oviedo. Poco cambió, ya que lo chato siguió siendo el factor predominante. Barracas demostró porque está donde está, con rendimiento digno de otra categoría, y el elenco auriazul se siguió debatiendo entre si ir a buscar algo más o conformarse con lo «conseguido».

Cualquiera que intentara armar algo, dígase Campaz o O’Connor, se encontraba con el transitar cansino de Malcorra, que estuvo para salir mucho más temprano de lo que lo hizo, yendo a otro ritmo e improductivo con la pelota. Martínez Dupuy no tocó una bocha, aunque el sistema y la postura hacen que sea complicado para cualquier delantero de área ser efectivo, dado el escaso abastecimiento que recibe. El Guapo casi ni atacó, pero Central careció de la claridad y predisposición necesaria para mostrarse como merecedor del premio grande, cuidó el punto, aún a sabiendas de las enorme falencias del contrincante. Francesco Lo Celso y Giovanni Bogado tampoco brindaron soluciones para hacer creer que el desenlace final podía ser otro.

Para destacar, como siempre, la tarea de Carlos Quintana, que sacó todo por arriba y por abajo, firmeza total, algo que es frecuente. Que el zaguero sea la figura en casi todos los compromisos dice mucho de lo que es el funcionamiento canalla, que suma puntos en Arroyito pero carece del respaldo en las formas, recurriendo a la suerte o la solidez defensiva para encontrar la explicación a la gran cantidad de unidades obtenidas en el año.

Para colmo, el próximo adversario que vendrá para cerrar el año en el Gigante es River, por lejos el rival que más dificultad le opondrá en su terreno, dada la jerarquía y variedad de alternativas con las que cuenta, además de ser el campeón vigente de la Liga Profesional. Poder encontrar una victoria sería un gran impulso, pero, a priori, la cosecha más accesible asomaba con Barracas y en la última con un descendido Arsenal, en Sarandí.

El objetivo de copas internacionales sigue cerca, con la Sudamericana prácticamente en el bolsillo, aunque debe refrendar su voluntad en el campo, sin esperar por consecuencias ajenas. La chance de clasificar a cuartos en la Copa de la Liga se complicó un poco, aunque por lo expresado por los protagonistas, la idea pareciera pasar por asegurarse lo primero. Quedan dos presentaciones para terminar de confirmar cual será el panorama para 2024, de eso dependerá también si se hacen mayores esfuerzos en el próximo mercado de pases.