Por José Odisio

Claudio Martínez no aguantó más y renunció. Dos atentados a su domicilio sin ninguna respuesta policial fue demasiado. El sentimiento de desprotección no le permitió seguir. Y a la vista no hay dudas que los violentos ganaron una batalla. Una lástima.

A Tiky le balearon dos veces su casa. La segunda con un móvil policial en la puerta. Aunque esa presencia era más de utilería que real, ya que al momento del hecho, el policía que protegía a Martínez y su familia ni siquiera podía comunicarse con el 911. De no creer.

Entonces, seguir es casi caminar hacia el precipicio. Pero en este caso con un agravante: la familia va de la mano. Y tal vez el atentado contra D’Amico, con su hijo expuesto a la ráfaga de balas, hizo replantearse al Tiky si valía la pena seguir.

Pero en su salida. El ex secretario leproso abrió otra herida. Y no tuvo que ver con los violentos. Martínez expuso diferencias de él y otros directivos con el modo de manejarse de Eduardo Bermúdez. Y si bien luego declaró que poner ese párrafo en la renuncia fue un error. Está claro que hay una grieta en la dirigencia y Tiky la sacó a la luz.

Esa diferencia se vio claramente cuando Newell’s pidió ir con visitantes al Clásico y el presidente habló con Cefaratti para decirle que no sabía nada. O esta semana cuando el ministro Pullaro aseguró que Bermúdez le reconoció que no sabía nada del comunicado y la movida pidiendo por parar la violencia que hubo en el Coloso.

Bermúdez prometió dedicarse al fútbol y vivir en Bella Vista. Y está cumpliendo. Y los resultados deportivos lo respaldan fuerte. Pero en estos tiempos donde los violentos amenazan y la protección del Estado escasea, sería bueno que la dirigencia se muestre unida. Si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera.