Por Alejandro Maidana

La idea de fajarse arriba del ring fue durante mucho tiempo patrimonio de los hombres. El sexo “débil” solo buscaba un lugar de privilegio en las gradas para observar muy de cerca,  como batallaban por el honor y la gloria esos dos gladiadores. Hoy derribando mitos aparecen ellas dispuestas no solo a marcar el terreno, sino también a escribir su nombre en la historia grande de este  deporte. La boxeadora rosarina y varias veces retadora al título mundial Marisa Portillo, charlo sobre su carrera con Conclusión.

 

— ¿Cómo se inicia tu idilio con el boxeo?

— De chica practicaba Kung Fu, en realidad estaba confundida porque siempre quise usar el dobok pero resulta que esa indumentaria era de Taekwondo. No era lo mío, ya que en los torneos solo tiraba piñas y no levantaba las piernas del piso. Entonces es ahí en donde mi abuelo materno me dice “¿por qué no empezás boxeo?”. En ese momento estaba en auge “La Tigresa” Marcela Acuña, pero yo veía que este deporte era muy poco femenino, pese a eso y tiempo más tarde entendiendo que solo era un mito, me envalentoné y así comenzó mi carrera en el boxeo.

Entonces, se puede decir que se puede ser femenina y practicar boxeo…

— Lógico, podes hacer danza y no serlo. Yo descubrí que podes subir a recibir y dar piñas sin perder el mayor atributo que tenemos las mujeres.

¿Cuándo te percataste que podías poner tu nombre en la historia de boxeo femenino argentino y mundial?

— A las dos semanas que comencé con los entrenamientos mi abuelo, quién me acompaño hasta el último día de su vida, me pregunto qué pretendía con este deporte. Yo le respondí que quería ser campeona del mundo. Yo tenía 15 años, cursaba el secundario y repartía mi vida entre el gimnasio y los libros. Es más, no fui a mi propia graduación porque preferí hacer una exhibición el mismo día. Mi mamá casi me mata.

¿Hay que pensar que esta pasión la traes de otro lado?

— Sin dudas, yo creo que la heredé de mi abuelo, que si bien en su juventud practicó boxeo de manera recreativa, siempre sembró su semillita para que una se apasione por esto. Vale decir que los sábados no me perdía Boxeo de Primera. Estoy muy agradecida a él.

¿Recordás tu primera pelea?

— Sí, claro. Fue en un club que queda en Cochabamba y Provincias Unidas. Esa noche enfrenté a una boxeadora de Villa Gobernador Gálvez. Te cuento una anécdota, a mi me daba mucho asco tener que abrazar a la oponente porque estaba toda transpirada, con el tiempo no sólo me acostumbre a eso, sino también a convivir con esta pasión que crece día a día.

¿Se le tiene miedo al golpe o se aprende a convivir con el mismo?

— Miedo a los golpes no. Para mí, más duros son los guanteos y la preparación en la previa de una pelea. El día anterior al pesaje, por ejemplo, me pongo muy nerviosa. Una tiene que intensificar lo aeróbico, ir al sauna, comer menos, todo esto para poder dar el peso en la categoría.

¿Mirás algún boxeador para tratar de copiar movimientos?

— Sí, me encantan Miguel Cotto y Erik Morales. De ahí a que una pueda aprender algo de estos monstruos, hay una camino largo. A nivel nacional y en la rama nuestra, sin dudas que Yesica Bopp. Ella reúne todo arriba el ring: velocidad, pegada, estrategia. No sabría decirte si le falta algo, de hecho es la boxeadora que más me complico en mi carrera.

¿Hay que dar el debate sobre por qué las mujeres ganan mucho menos que los hombres en el boxeo?

— Sin duda alguna. Vivimos en una sociedad machista y este deporte no es la excepción a la regla. Las mujeres ganamos una cifra ínfima si a esta la comparamos con los hombres, cuando en muchas oportunidades damos un mejor espectáculo sobre el ring. Esto sumado a que una en muchas oportunidades se convierte en mamá, y es ahí en donde tenes que repartir tu vida entre el criado de los chicos, la casa y el gimnasio. Para el sexo masculino es más fácil, los chicos se quedan con la madre y la vida continúa con total normalidad.

Extremadamente femenina, con un perfil muy bajo y amiga del gimnasio, Marisa “la nena“ Portillo sigue recorriendo escenarios nacionales e internacionales demostrando en cada velada que no hay deporte que la mujer no pueda decir presente.

 

Foto: Gisela Gentile