Por Vanesa Pacheco

En Rosario no era algo habitual la existencia de equipos femeninos de rugby, fútbol o polo, y mucho menos mujeres boxeando. Conclusión llegó a deportistas que, a pesar de no ser tan reconocidas, lo practican como profesionales y se comprometen y aspiran a superar las barreras de los prejuicios encasillados como “deporte de hombres”.

Lola Fernández Díaz es licenciada en Agronegocios. Tiene 26 años, juega al polo desde los 19 y siempre fue fanática de los caballos. Viene de una familia de polistas, ya que el abuelo como el padre lo practicaron. A Loli le dicen “Chiquita Pimienta” porque arriba del caballo es fuerte, aguerrida y domina el taco como una gigante.

“Una vez mi papá me dijo que probara jugar al polo y de ahí no me bajé más del caballo. No tengo una regularidad de entrenamiento pero participo de torneos mixtos. Siempre fue así y era todo muy estructurado; hacia lo que los hombres me decían”, relata Fernández Díaz.

Y agregó: “Sin embargo cuando conocí a un gran profesor como Urbano Iturraspe, me propuso jugar un torneo femenino y eso fue una novedad absoluta porque jugar con mujeres es distinto, es marcar, defender y buscar otros puestos. Está buena la experiencia porque con hombres es más agresivo. En cambio entre nosotras nos entendemos y conectamos del mismo modo apenas llegamos a una competencia”.

El deseo de “Chiquita Pimienta” es que haya más torneos femeninos en la ciudad representando a un club local. “Todo lo que se hace con pasión se logra. Y en Rosario no hay un club que te abra las puertas porque acá te limitan mucho las instituciones, si no son los jugadores, son los costos y los caballos. En este país hay muchas buenas jugadoras de polo, que podrían estar en el exterior, pero se quedan a jugar y difundir el polo en Argentina, explicó Lola.

La polista fue más allá al afirmar que “hoy es muy aceptado el polo femenino, y el Club Los Cipreses (en Arroyo Seco) está dispuesto y tiene las puertas abiertas para quienes quieran practicarlo. Se está armando, pero falta apoyo como todo lo que no se conoce ni trasciende masivamente”, revela la jugadora.

Para la polista, este deporte “está sobrevaluado, y no es tan así. “Te encasillan por jugar al polo -agrega- , y dicen que es sólo de hombres y tenés que ser  de un `estatus social altísimo´ pero no es siempre así. Hay de todo los niveles sociales. Si tenes ganas podes jugar; sólo hay que informarse antes, y después hablar”.

El prejuicio del rugby

“En mi experiencia personal practiqué varios deportes y jamás le preste atención al rugby, hasta que comencé a estudiar Educación Física y de ahí me interesó. Cuando me enteré que había rugby femenino comencé a entrenar, y durante varios meses le oculté a mi papá que estaba jugando”, contó Jimena Méndez.

Tiene 20 años y juega al rugby desde hace un año, en el Club Universitario de Rosario y forma parte de la selección de Rosario que participan del Torneo Regional, además de otros dos torneos, y está convocada para Las Pumas.

Eligió este deporte que lo jugaban su papá y su hermano. “Siempre lo miraba de afuera, porque me habían aclarado que era un deporte sólo para hombres porque la mujer no tenía la anatomía, ni la filosofía de jugar esta disciplina y crecí con eso en la cabeza”, recuerda la futura profesora de Educación Física.

La familia tuvo que aceptar, porque ya lo había decidido y aparte es rugby seven con las reglas de los quince jugadores. “Nosotras nos basamos en los valores del rugby que son la honestidad y el compañerismo”, explicó Méndez.

En el equipo, al ser tan pocas las chicas para entrenar, las edades varían desde 11 a 32 años, porque no hay categorías. Las jugadoras mismas se financian sus viajes y demás gastos, recurriendo a la venta de algunos alimentos cuando hay partidos.

Jimena invita a la gente a ver un partido a la vez que invita a que “antes de juzgar el rugby femenino, las chicas o padres que les llame la atención el deporte, se acerquen a ver un entrenamiento o un juego, porque no conozco a nadie que se haya ido con un prejuicio o decepcionada de lo que vio”.

Otro dato que aportó es que, al ser un deporte que recién se está gestando, hay muy pocas jugadoras pero con posibilidades de crecer y formar parte de un seleccionado.

Las chicas entrenan en la quinta del club ubicada en Fernando Ruíz al 3200, los lunes, martes, viernes y, a veces los sábados cuando no tienen partidos. En la actualidad en Rosario hay instituciones donde practican este deporte históricamente de “hombres” y son el Club Universitarios (Av. Del Huerto 1051), Caranchos y el Club Old Ressian, ubicados uno al lado del otro en la zona cercana a Wilde y Mendoza.

Futsal después de la Liga

La próxima en contar como llega su decisión de jugar al fútbol es Natalí Ardizon. Actualmente practica futsal, trabaja de administrativa y está en el equipo de Suderland, pero hace once años que incursiona en la disciplina. Pasó durante todos estos años por varios clubes, siempre con el objetivo de crecer y llegar a ser federada o que se forme una liga que las reconozca. Y eso se logró hace tres años, aproximadamente.

“Me enteré del fútbol femenino por un cartel en el ISEF (Instituto Santafesino de Educación Física) y decidí ir a ver de qué se trataba, no entendía nada, pero ese mismo día cuando entré a la cancha hice un gol, y al profe le gustó cómo jugaba. De ahí no dejé más”, relata Ardizón.

“Hice varios deportes, pero al fútbol siempre lo miré y me gustaba, soy fanática de  Central, y miro mucho los deportes en equipo, creo que soy una profesora de educación física frustrada”, expresó la jugadora de Suderland.

Y contó que tras la lucha vino la recompensa. Se armó la liga AROFUSA (Asociación Rosarina de Fútbol de Salón) donde salieron campeonas hace un par de años.

En cuanto a los prejuicios, desde su experiencia dijo que en la familia nadie la cuestionó, e incluso su papá era técnico de fútbol y la fueron a ver varias veces. “Con el tiempo el fútbol femenino fue creciendo y fue más aceptado socialmente”, sentenció.

El deporte creció por el boca en boca, y cada vez hay más chicas que se acercan a ver los partidos demostrando gran interés por jugar a la pelota. Pero tuvo mayor auge cuando trascendió a nivel nacional, según contó la futbolista.

Para quienes quieran acercarse o saber más sobre esta disciplina el club Suderland está ubicado en Camilo Aldao 528 de la zona noroeste de la ciudad.

El box en ascenso

Alejandra Ríos Rabás tiene 30 años y es boxeadora profesional desde 2011 y compite desde hace 12 años, con una carrera larga en el amateurismo. Es rosarina y representa a la Asociación Empleados de Comercio de Rosario.

Es profesora de Educación Física y colabora en la Escuela de Boxeo Mercantil del citado gremio, que dirige técnicamente Marcelo Botta, donde asisten alrededor de 200 alumnos.

La boxeadora es categoría “Mosca” y al haber tan pocas boxeadoras mujeres las peleas son muy espaciadas, pero el entrenamiento es sumamente estricto, muy riguroso y se mantiene todo el año. Entrena doble turno todos los días de lunes a viernes y sábados un solo turno.

“Es medio raro cómo elegí el boxeo, porque vengo de la rama artística, iba a guitarra, bailaba flamenco y hacia teatro. Pero un día pasé por un gimnasio de un barrio donde me acaba de mudar para vivir sola, a los 17 años, y paré a mirar el cartel que decía `Boxeo Promoción para Dama. Salió el entrenador y me preguntó si iba por el box, y entré”, relata Ríos.

“Estuve media hora y me mandaron a mi casa. Volví, y a los dos meses de entrenamiento debuté con mi primera pelea, la que perdí por puntos”, recuerda la boxeadora rosarina.

En el momento de contar en su casa que estaba entrenando, fue todo un tema: “Tengo tres hermanos varones, y jamás hicieron ni un solo deporte de contacto y en cuanto a mi mamá era preguntarme durante cinco años cuándo iba a dejar de boxear, mientras que a mi papá le gusta, lo mira. Él hubiera preferido que no sea su nena, pero es mi elección”, detalló Ríos.

En cuanto a la discriminación, cuenta que “al principio fue complicado y en lo competitivo sigue chocando, pero la cosa fue cambiando a medida que pasaron los años y la mujer se abrió más el camino a la igualdad”.

Desde su práctica aconseja a todas las mujeres que les interese el box, se acerquen al gimnasio de Corrientes esquina Tucumán a ver un entrenamiento porque es un deporte muy completo para trabajar todo el cuerpo y puede ser recreativo o para competir. Pero aclara que, “para que sea competitivo, hay que dejar muchas cosas de lado y tener disciplina constante”.