El ex entrenador Alejandro Sabella, DT del seleccionado argentino subcampeón del mundo en Brasil 2014, falleció este martes a los 66 años en la clínica de Belgrano.

El también ex futbolista permanecía allí internado desde el pasado 25 de noviembre por una insuficiencia cardíaca, informaron sus familiares.

Alejandro Sabella fue un futbolista destacado y un director técnico que dio la talla en el alto nivel, pero acaso su sello distintivo abreve en una certeza hecha pública por sus afectos más cercanos: que antes que otra cosa se trató de un hombre bueno, demasiado bueno para el impiadoso mundo del fútbol profesional.

Luego de su retiro como jugador profesional, Sabella se abocó a su tarea de entrenador. Fue por varios años colaborador de Daniel Passarella, con quien trabajó en el club River Plate y también en la selección nacional, durante el Mundial 1998.

Casi una década después, tuvo su primer experiencia como entrenador principal de un club  de Primera División con Estudiantes de La Plata, donde había jugado y sido campeón como futbolista.

Allí alcanzó la gloria eterna, cuando conquistó la Copa Libertadores en el año 2009, junto a un equipo comandado desde adentro de la cancha por Juan Verón, que será recordado por mucho tiempo. Luego también ganaría con ese club un torneo doméstico, en una gran campaña en la que cosechó 45 puntos en 19 fechas.

Pero el pico de su carrera se dio cuando fue elegido para dirigir al seleccionado nacional argentino, en las ya comenzadas eliminatorias rumbo a Brasil 2014. Luego de la clasificación, Argentina jugó entre junio y julio de ese año un gran mundial.

Jornadas inolvidables en las que el pueblo argentino, naturalmente futbolero, volvió a ilusionarse con ser campeón del mundo, y vaya si estuvo cerca. La alegría, después de cada triunfo que acercaba ese objetivo, se palpaba en las calles.

Por esas cosas del destino, la final con Alemania se escapó en tiempo suplementario, luego de que en el tiempo reglamentario los alemanes no lograran romper el cerrojo armado por Sabella, experto en neutralizar equipos que se floreaban ante otros rivales, algo que incluso llegó a inclinar la balanza de merecimientos para Argentina.

Finalmente no pudo ser, pero nadie borrará de la memoria de los argentinos aquellas jornadas en que el sueño pareció estar otra vez cerca, en las que la ilusión estuvo nuevamente permitida.

Perfil y trayectoria

“Alejandro es del fútbol, pero no parece del fútbol”, supo observar Claudio Gugnali, amigo íntimo de Sabella y uno de los ayudantes de campo del cuerpo técnico que llevó a la Selección Nacional a jugar la final del Mundial de Brasil.

He ahí, en ese partido decisivo perdido versus Alemania el 13 de julio de 2014 en el Maracaná de Río de Janeiro, donde escribió su última página como entrenador quien antes había llevado a Estudiantes de La Plata a la conquista de su cuarta Copa Libertadores y a la final del Mundial Clubes perdida en tiempo adicional con el notable Barcelona de Pep Guardiola, en diciembre de 2009 en Abu Dhabi.

Cinco, nada más que cinco fueron los años de Sabella como director técnico principal, por cuanto durante un tiempo prolongado se había contentado con el rol de auxiliar calificado de su amigo Daniel Passarella.

Con Passarella había estrechado un vínculo indeleble hacia 1975 cuando ambos formaban parte del plantel de River Plate que de la mano de Angel Labruna cortó una sequía de 18 años sin vueltas olímpicas.

Sabella, apodado “Pachorra” en sus épocas de futbolista, fue el dueño de una estilográfica zurda de las que en la jerga tribunera definen a quien lleva la pelota “atada”.

Nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el 5 de noviembre de 1954, se crio en el corazón de Palermo, cerca de la Basílica de Guadalupe, y tras sendos intentos fallidos en Racing y en Boca, club del que era hincha, recaló en las divisiones menores de River y más temprano que tarde sobresalió y despuntó como una de las joyas de la casa.

Pudo haber sido abogado y abandonó la carrera, fantaseó con estudiar medicina y con la militancia política en los convulsionados años setenta, pero a la sombra del extraordinario “Beto” Alonso prosperó en River y se constituyó en un lujoso suplente, hasta que en en 1978 fue transferido al Sheffield United de la tercera división de Inglaterra y en 1980 al Leeds United.

En 1982 su trayectoria futbolística experimentó un giro igual de insospechado que de virtuoso.

Convocado por Carlos Salvador Bilardo a impulsar un salto de calidad a un gran Estudiantes en ciernes, alcanzó su madurez, brilló en compañía de los también talentosos Marcelo Trobbiani y José Daniel Ponce y se convirtió en en una pieza esencial en el campeón del Metropolitano de 1982 y del Nacional de 1983.

Tales actuaciones destacadas redundaron en algunas convocatorias a la Selección, pero con la camiseta albiceleste no le fue demasiado bien: “recuerdo de una manera especial el día que compartí un entrenamiento con Diego Maradona. Hizo cosas tan increíbles que tuve la sensación de no saber jugar al fútbol”.

A la Selección volverá dos décadas después, pero antes persistió en Estudiantes de La Plata, su lugar en el mundo, y pasó por el Gremio de Porto Alegre, Ferro Carril Oeste e Irapuato de México.

Tras colgar los botines fue asistente de Passarella, en cuya condición lo acompañó en Parma, Monterrey, Corinthians, River y las selecciones nacionales de la Argentina y de Uruguay.

Después llevó a Estudiantes a las altas cumbres, pero ya como entrenador principal y en el Mundial de Brasil rozó la epopeya al frente de la Selección Argentina que cayó con Alemania en tiempo suplementario.

En aquellos días supo subrayar de un modo pleno que amén de haber sido un muy buen jugador, y con independencia de sus dotes de estratega, era un pedagogo y un maestro.

Varios de sus dirigidos hoy recuerdan con emoción las charlas técnicas previas a los partidos con Serbia e Irán, cuando inculcó un supremo respeto hacia los adversarios y abundó acerca de la guerra de los Balcanes y la tradición de la cultura persa.

Ese fue Alejandro Sabella.