Desencanto. Angustia. Bronca.  Resignación. Cada partido de Newell’s presume ser el inicio de la levantada, pero la ilusión se desvanece con el correr de los minutos y al final siempre es igual: Pura decepción.

Rafaela aparecía en la previa como un rival ideal para iniciar la remontada, o al menos para ponerse de pie. Pero a este Newell’s nada le resulta sencillo, todo es cuesta arriba. Por responsabilidad propia, obvio, porque este presente tiene que ver con una cadena de errores de la que no resulta fácil recomponerse. Y entonces cualquiera se le transforma en un Barcelona.

En el medio de la crisis, Osella intenta ser técnico, psicólogo, motivador, pero por ahora parece más un curandero que busca una fórmula mágica para resolver un problema que otros no supieron diagnosticar a tiempo. Y por ahora ninguna receta le funcionó.

Nada resulta. Las defensas están bajas y el  ánimo decae ante el primer soplido. Ni siquiera alcanza con ir ganando ante uno de los peores equipos del torneo. Es cierto que los jugadores no levantan (salvo Boyé), o que los cambios del DT hicieron retroceder demasiado al equipo. Pero ni la suerte entrega un guiño. Y por eso el pie de Paz desvió un disparo que iba a la nada y se coló en el ángulo de su propio arco. Es que cuando estás mal, tan lastimado, una bala de salva puede provocar una herida mortal.