Por Pablo Martínez

Central no encuentra la luz al final del camino, esta noche el debut de Somoza no generó cambios profundos y terminó repitiendo los errores de siempre, que le impidieron sumar fuera de casa. El Canalla intentó ser competitivo pero cuando le convirtieron volvió a quedarse sin ideas y sigue sin sumar.

El ciclo del reemplazante del Kily no empezó de la mejor manera, el arranque en el inicio del juego del Canalla fue sólo un espejismo, se adelantó varios metros e intentó presionar a un equipo muy ordenado.

Pero con el correr de los minutos, Central fue más de lo mismo. Más allá que intentó ser un equipo corto y intenso, en el primer tiempo, no tuvo volumen de juego y se desgastó rápido en lo físico.

Como hace varios partidos, al auriazul lo sacuden en los complementos y ya no tiene reacción. El gol de Magnín lo desarmó y de ahí en más, fue el Central de siempre, el que no tiene ideas para llegar hasta al arco rival y endeble en el fondo.

Otro tema es la cuestión sicológica, cada vez que el auriazul está en desventaja se cae rotundamente en los anímico, porque es pura impotencia, no exhibe amor propio para cambiar la dura realidad.

El toque intrascendente en la zona media, disfrazada de tenencia sirvió de poco, el conjunto centralista llegó poco y le facilitó el trabajo defensiva para los de Victoria.

En el tramo final del juego, Tigre se animó y complicó a la defensa rosarina, que exhibió todas sus falencias, principalmente Báez. El segundo tanto del dueño de casa liquidó el pleito y se terminó el partido.

Central sigue sin reaccionar, ya no hay chivo expiatorio, el bajo nivel en lo individual y colectivo, es insostenible. Mucho trabajo para Somoza, la coyuntura es preocupante, y en el fútbol argentino nunca hay tiempo, el flamante entrenador tendrá que dar un golpe de timón para encontrar ese buen resultado que cambie este presente alarmante.