LUNES, 02 DE DIC

Paupérrimo

El Canalla tuvo su peor partido del campeonato y cayó sin atenuantes con el último de la tabla en Arroyito. Una actuación que da cuenta del presente auriazul. Ningún destacado y varios puntos bajos en una noche para el olvido.

 

Rosario Central transita un andar complicado. Una realidad dura que lo pone de rodillas contra su cara más amarga. Una nueva expresión pálida, otra más en este interminable año, el cual lo tuvo lejos del protagonismo esperado al arrancarlo. Sigue autoflagelándose y las lastimaduras empiezan a transformarse en heridas profundas. La Liga Profesional pone en evidencia todas las fragilidades y carencias, dejando un espacio para trazar claramente, reflexionar y reconocer donde están las fallas.

En esta ocasión, el Canalla arrastró en su casa la misma inexpresividad de siempre volcada en el campo, algo que se volvió un sello distintivo en este 2024. Es un equipo sin alma, sin poder de fuego, sin vigor ni voracidad. No importa quien juegue, la falla es sistémica. Al carecer de funcionamiento colectivo, recae exclusivamente en alguna inspiración solitaria de los hombres de talento. El problema es que hasta los encargados de generar juego están en un nivel muy bajo.

Central se repitió en los errores conocidos. Nadie rompía por el medio, no había desequilibrio por los costados ni por dentro, faltaba esa chispa de inteligencia, una gambeta o algo que pudiera desequilibrar para romper con la monotonía general. Para colmo, tampoco estaba firme atrás, porque la contención escaseaba y el pibe Giménez tenía dificultades con Bruera. Así, las llegadas a los arcos fueron muy pocas, con una clara por lado: primero Fatu Broun tapó con una buena revolcada un zurdazo potente de Rosané, y después Sández sacó un derechazo de media distancia que se fue besando el palo derecho de Ferrario.

La endeblez general coincidió con un la expresión apatía. No había reacción, nadie marcaba el rumbo, todo se reducía a llegar hasta el fondo y tirar el centro como único recurso. Sin ideas ni elaboración, todo navegaba en el mar de la salvación de algún iluminado, pero en la noche de Arroyito la mano venía muy torcida. El 0 a 0 calificó a los dos por la producción ofrecida.

La gente se hizo sentir al grito de ‘Central ponga huevo’, cansada de la mediocridad exhibida en el año. Esta vez, el hincha auriazul expresó el descontento de manera visible, haciéndole saber a los jugadores que el empate era lo mismo que nada. Pero sobre todo el malestar rompió un poco esta especie de adormecimiento que había desde el título del 2023, en el que la exigencia hasta el momento venía siendo mínima, a pesar de los resultados conseguidos en todas las competencias en esta temporada.

Para colmo de males, en el amanecer del complemento, a los diez segundos, Bruera anotó el gol de su vida con un zurdazo inatajable en la media luna del área, que se coló en el ángulo de Broun. Baldazo de agua fría de entrada tras el descanso. Si el enojo ya era indisimulable, con la derrota parcial se hizo mayor todavía. Se llegó a escuchar el ‘jugadores, la…». Encima, a los pocos minutos Franco Ibarra, de otra actuación poco convincente, vio la roja por doble amarilla tras una segunda falta dudosa. Un hombre menos y en desventaja: peor escenario, imposible.

El Guapo casi sentencia la historia con un fuerte remate de Tapia que ‘Fatu’ desactivó con esfuerzo. Central quedó desconcertado, golpeado en su ánimo y sin poder esbozar una mínima respuesta ante la adversidad. Fueron los peores minutos del equipo de Matías Lequi, que tampoco ofreció soluciones desde el banco, quedando tan abatido como sus dirigidos. ¿Se puede sostener mucho más a un cuerpo técnico que dio señales de involución desde la eliminación de la Copa Sudamericana?

Un desorden total fue lo del Canalla en el segundo tiempo. Lequi se la jugó y puso a los pibes Ocampo y Segovia (debut, proyecto interesante, enganche de posición) para que salvaran la ropa, además de Maxi Lovera, que esta vez tuvo un ingreso más productivo que en ocasiones anteriores. No obstante, lo del conjunto auriazul siguió siendo más ganas que fútbol. Enjundia para ir a buscar por las circunstancias, pero poca claridad. Al menos los chicos del club demostraron más compromiso que algunos de sus compañeros habitualmente titulares.

Central se consumió en envíos aéreos sin un destinatario fijo hasta el final, y su rival, que es el último de la tabla y uno de los peores equipos como visitante, resistió sin complicaciones los embates desesperados del local, sacando todo lo que cayera en el área, regalándose el segundo triunfo en el Gigante en la temporada, confirmando que es una cancha que le sienta bien.

Derrota dolorosa del Canalla. Se rompió la relación con el hincha y de eso es difícil volver. El público apoyó y confío en este plantel hasta que fue insostenible: hoy dijo basta. Las responsabilidades son compartidas: la dirigencia por la planificación en la gestión de los refuerzos y el armado del equipo, el entrenador por no haber podido gestar una identidad e imponer su impronta futbolística, y los jugadores por la displicencia que muestran en el campo. Debe haber un fuerte replanteo interno. Es momento de tomar decisiones contundentes.

 

 

 

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