Por José Odisio

Cuando un equipo se refuerza es para buscar una mejoría. Y en general lo hace porque el técnico entiende que en esos lugares no tiene una buena alternativa dentro del plantel.

Por eso Diego Osella pidió ocho jugadores, lo que parecía demasiado e incluso iba a relegar la promoción o consolidación de juveniles, pero la situación en puntos no era tan holgada y la dirigencia le dio el gusto, dentro de lo que pudo.

Y por ahora la apuesta salió mal. Y la primera conclusión es simple, se equivocó Osella. Ninguno de las incorporaciones lucen dentro de la cancha. Y lo que es peor, ni siquiera cumplen con los mínimos requisitos. Ni aquellos que venían con más chapa, como Matos, ni los que pidió Osella como indispensables, como Amoroso y Moiraghi, ni las apuestas, como Quignon, o aquellos que vinieron por descarte, como Voboril, Prediger o Sills.

Es fácil caerle a los que llegaron, se podrá argumentar, pero si son refuerzos deben aportar algo. Y por ahora Moiraghi no parece ser una solución defensiva; Voboril definitivamente no es más que Valenzuela; Amoroso por ahora no justifica que se pagara 1,3 millones de dólares y relegar a Fertoli o Isnaldo; y Quignón hizo menos que Elias.

Enronces, estar en el lote de arriba es mérito de Pocrnjic, Scocco y Formica, en menor medida, de algo de fortuna y de haber enfrentado a rivales no tan poderosos. Para sostenerse ahí,  Newells necesitará que los refuerzos aparezcan. Sino será plata tirada.