Por Alejandro Maidana

Equilibrado, medido, pensante y oportuno, Roberto “Nuno” Molina es en la vida lo mismo que supo ser en un campo de juego. Una persona con el perfil bajo necesario para poder romper el cerco que suele ponerle freno a temáticas tan sensibles como esta que vamos a desarrollar, ya que la solidaridad y la conciencia, suelen estar bastardeadas por actitudes camaleónicas.

Romper el molde de lo preestablecido suele ser algo que trae consigo un precio a pagar muy alto, y este se torna aún más duro, cuando aquel que se animó a romper las superestructuras, proviene de un ambiente tan alejado de la realidad como es el fútbol. Los flashes, la idolatría, las suculentas cuentas bancarias y los <amigos del campeón>, suelen oficiar de yunque a la hora de intentar pensar más allá de los privilegios. Es allí donde fenece la tan necesaria mirada introspectiva que nos permite conocer la esencia oculta de nuestro verdadero ser.

Ésta es la historia de un pibe mendocino que llegó de adolescente a Capital Federal, un crack que manejaba la pelota tan bien como lo hace en la actualidad con las decisiones de su vida. Un volante por derecha que se emparenta con aquellas líneas escritas por Enrique Escande que rezaban que esta “no es la historia negra del fútbol, ni la blanca. Ésta es la viruta, lo que quedó al costado, lo que se junta después, lo que a veces ni siquiera se guarda”.

De Mendoza a Capital Federal, de San Martín a Ferro Carril Oeste sin escalas

Roberto Molina nació en San Martín de Mendoza, a unos 45 km de la capital de la provincia. Allí se inició en el fútbol, ya que su papá era DT de todas las básicas del club San Martín, ahí pudo hacer sus primeros pasos en la niñez. “Mi llegada a las formativas de Ferro se da producto de una visita de la institución de Caballito a San Martín, y es en ese momento en donde el <zurdo> López me invita a formar parte del verde. En Ferro hice inferiores hasta llegar a la reserva y posteriormente a primera, tuve la suerte de integrar las selecciones juveniles sub-20 y sub-23, en el cambio de dirección general, ya que Argentina pasó de la mano de Bilardo a Basile. Pude disfrutar del sudamericano en Venezuela y el mundial de Portugal”.

Esto es comparable con la vida misma, la obligación de encajar en el sistema nos hace muy mal, yo tuve la bendición de pasar a Central con mi gran amigo Pedro Marchetta, quién me hizo disfrutar el futbol desdramatizándolo.

La aparición en escena de Pedro Marchetta, quién hasta hoy es su amigo, produciría en “Nuno” un quiebre fundamental no solo en su carrera, también en su vida. “Tuve la suerte que el <negro> Pedro Jorge Marchetta me llevara a Rosario Central, la ideología futbolística en Ferro no coincidía conmigo, la obligación de cortarse el pelo, correr durante 3 horas porque así lo requería el técnico era perturbante. Esto es comparable con la vida misma, la obligación de encajar en el sistema nos hace muy mal, yo tuve la bendición de pasar a Central con mi gran amigo Pedro Marchetta, quién me hizo disfrutar el futbol desdramatizándolo. La energía, la alegría, la ciudad, la gente, el primer día que entre al a cancha mamita querida, recuerdo haberlo hecho con una campera de cuero regalo de mi querido amigo Ariel, la vibración de la gente me transformó, es indescriptible poder graficarlo con palabras, allí comprendí cuál era el verdadero significado de mi sueño como futbolista. Cuando una persona, un futbolista siente ese tipo de sensaciones, es imposible que pueda fallarle a sus compañeros, a su gente, a sus padres, a su esposa y a sus hijos. Eso fue lo que me enseño Central y Pedro, haber compartido ese mediocampo (con Palma, el Kily y Vitamina Sánchez) fue un verdadero regocijo, una verdadera comunión de fútbol, todos entendíamos el juego y lo expresábamos de la mejor manera”.

Si bien su paso por la “academia rosarina” fue breve, el recuerdo y la valoración que guarda el hincha canalla para con Roberto Molina, es muy importante. Nada haría imaginar que aquel jovencito llegado de la bella Mendoza, iba a tener un recorrido tan amplio en el mundo futbolístico. “Dejo Central para recalar en Independiente, para luego desembarcar en México, donde me tocó jugar en el América, pasando también por el Atlante, Toros Neza, Puebla y Veracruz. Luego conocí Ecuador gracias al Barcelona de ese país, para más adelante jugar en Universitario de Perú, volviendo a Barcelona para posterior regresar a la Argentina vistiendo la camiseta de Racing, destacando que el final de mi carrera futbolística se da en el club que me dio la oportunidad de llegar a primera, Ferro Carril Oeste”.

Es imposible de olvidar la experiencia de abandonar el interior para llegar a Capital Federal, lejos de la familia y compartiendo los días con chicos de diferentes edades que no conocía.

Sin dudas un derrotero que le ha hecho cobijar un sinfín de anécdotas, al igual que abrazar momentos que quedarán aferrados como abrojo en su memoria. “Recuerdos son muchos, es imposible de olvidar la experiencia de abandonar el interior para llegar a Capital Federal, lejos de la familia y compartiendo los días con chicos de diferentes edades que no conocía. Fue en ese preciso momento donde comencé a hacer mis primeras herramientas para manejarme en la vida y en el fútbol. Con respecto a los técnicos, tuve la suerte de tener una camada maravillosa de formadores, entrenadores de elite, una generación que ya se está yendo. Destaco a Cacho Giménez, Miguel Micó, Carlos Timoteo Griguol, Pedro Marchetta, quién para mí fue el más representativo porque apostó en mí cuando no había jugado muchos partidos en primera, me identifiqué mucho con su manera de mirar el fútbol y la propuesta para conducir a sus equipos. Hasta el día de hoy le guardo un afecto muy grande y seguimos siendo amigos, cabe destacar que hablamos todas las semanas. A partir de ahí vino Cesar Luis Menotti, Francisco Russo, quién colaboró mucho con Ángel Cappa en sus equipos y Saporiti entre otros. Técnicos con los cuales me identifiqué desde su propuesta hasta con el trato humano, tomé lo mejor de ellos para luego aplicarlo en el campo de juego tanto como jugador, director técnico o sencillamente como hincha”.

La llegada de una <nueva normalidad> lo interpelaría todo, el mundo tomaría un cariz jamás antes visto. Un virus, algo imperceptible a la vista humana, haría estragos en la salud mostrando con severa profundidad las enromes falencias que atraviesan a la raza humana. “La pandemia vino a interpelarnos, en lo particular el campanazo vino a decirme ¿quién sos y qué haces acá en la tierra? Más allá de mi ligazón con el fútbol, al cual amo y cuando puedo me hago un espacio para dirigir o estar cerca de donde pica una pelota, este contexto nos empujó a resignificar la felicidad, a disfrutar todos los momentos al máximo que podamos. Acá los días son muy tranquilos, sumado al momento que estamos atravesando como humanidad, por ello más allá de la incertidumbre que nos atraviesa, debemos priorizar el día a día reinventándonos para poder hacer esas cosas que nos hagan felices”.

Me encuentro en Tulum por una cuestión de energía y equilibrio, uno viene de un ambiente en donde la idolatría te hace vivir en un mundo de fantasía, donde te ubican en una nube que claramente te aleja de lo que verdaderamente sos como persona.

A los cambios de paradigmas hay que empujarlos, y este que pretende allanar el covid-19 no es uno cualquiera. La pandemia desnudó una realidad escabrosa, la de aquellos que permanecen en los márgenes de una historia escrita con la pluma de la desigualdad. “Son tiempos difíciles, yo me considero un afortunado, por ello estamos colaborando directa e indirectamente con las y los niños de la zona. En esto es menester destacar el apoyo que nos extendió Rosario Central, entiendo que aquellos que podemos debemos aportar nuestro granito de arena para que los que vienen atrás puedan transitar esta transición de la mejor manera. Esto va a marcar a muchos jóvenes, por ello debemos estar conscientes de ello ya que son el futuro y deben crecer con felicidad y esperanza, alejados del miedo y la incertidumbre. No sé cuanto pueda hacer, pero ahí estamos activando la solidaridad”.

Roberto Molina eligió México para continuar con su vida, la selva de Tulúm hoy lo encuentra llevando adelante su emprendimiento turístico, pero sin dejar de lado el respeto por el medioambiente y la mano solidaria que acaricia los días de los más necesitados. “La diferencia entre México y Argentina se puede explicitar desde lo cultural, las mismas son muy significativas. Me encuentro en Tulum por una cuestión de energía y equilibrio, uno viene de un ambiente en donde la idolatría te hace vivir en un mundo de fantasía, donde te ubican en una nube que claramente te aleja de lo que verdaderamente sos como persona. Una vez que la carrera del futbolista finaliza, allí comienza el encuentro con uno mismo, la búsqueda de quién verdaderamente somos por fuera de ese profesional que en mi caso, le dedicó 20 años de su vida al disfrute del fútbol. El <ahora para qué sirvo> estuvo y está muy presente en mi vida, tuve la dicha de encontrar un lugar en donde reina la paz y la tranquilidad, vivo rodeado de los elementos de la naturaleza que me resignifican como ser humano. Aquel jugador de fútbol idolatrado por vestir camisetas que movilizan pasiones quedó atrás, ya que la mayoría de las veces nos movemos como marionetas impulsadas por el ego que nos abraza”.

Cuando “nuno” tiene que hacer referencia a la elección de su camino, resulta imposible que no llegue la referencia para quienes siempre lo han guiado y acompañado en la toma de decisiones. “Mi actualidad en Tulum es obra de mis padres, que siempre me han inculcado el respeto y la conciencia para poder cuidar el medioambiente, la esencia de uno, y la persecución de los sueños de una manera honesta para estar más cerca de la felicidad que tanto anhelamos. En Tulum estamos intentando hacer un lugar sostenible, cuidando la selva y protegiendo la memoria de la Riviera Maya, un lugar con una energía y una cultura tan nutrida que ha dejado un legado notable para toda la humanidad. Estamos intentando consolidar un lugar en donde los niños puedan estar en contacto permanente con la naturaleza, con la tierra, los árboles y el equilibrio natural. Estamos intentando apartarlos un poquito de la tablet, de los teléfonos, de la Play y la televisión que los desconecta de su ser, de sus vibraciones, en definitiva, del contacto real con el mundo que los rodea”.

Hoy vemos a muchos chicos con el único fin de llegar a ser famosos y tener mucho dinero, relegando lo más importante, el disfrute.

Estamos atravesando un momento sumamente difícil, tiempos en donde se han potenciado tanto las mezquindades como la solidaridad que nace desde el pie. “Esta es una era muy compleja en donde mucha gente se está dando cuenta de muchas cosas, en lo particular de valorar este tipo de cuestiones y hacerlas desde el corazón y de la conciencia. Es preciso destacar que a aquellos que tuvimos una vinculación muy profunda con el fútbol, se nos hace muy difícil despegarnos, por ello seguimos ligados pero desde otro lugar, uno que se encuentra alejado del mercantilismo y el exitismo que lo rodea. Hoy vemos a muchos chicos con el único fin de llegar a ser famosos y tener mucho dinero, relegando lo más importante, el disfrute. Esto empuja a situaciones desagradables, ya que de no alcanzar esa meta, se frustran cayendo en muchas oportunidades en una depresión muy profunda. Nadie los prepara para eso, el sistema apunta a otra cosa y no contempla la parte humana, por ello considero sumamente importante la idea de involucrarnos para construir un fútbol distinto”.

Pero claro, más allá de su profunda y sincera vinculación con el medioambiente, el bichito del fútbol sigue picando. Un universo no coincidente con la manera de concebir el deporte que tiene Roberto Molina, pero que sin embargo lo sigue motivando para poder torcer el rumbo mercantilista que ha tomado el mismo. “Claro que extraño mis días de futbolistas, el olor a vestuario, al césped de cada una de las canchas que pisé, los entrenamientos y las mañanas que me conectaban con la tierra. Pero la vida continua, y ese camino que me marcaron los formadores que tuve en mi carrera, me posibilitaron emprender la vida que disfruto en la actualidad. Sé que en algún momento voy a seguir sus senderos, pero lo voy a hacer desde un lugar distinto, en donde se ponga por delante al jugador de fútbol, a la persona, y no a los negocios. El fútbol es maravilloso y hoy está manejado con una energía que no le hace nada bien, por eso tenemos que empezar a deconstruirlo, no pasa todo por ganar, el disfrute debe volver a ocupar un lugar preponderante en el mismo”.

Para concluir una intensa charla con ribetes maravillosos, el talentoso volante que hoy sigue tirando paredes para consolidar una vida sustentable, acercó unas palabras finales que referencian el profundo recuerdo que atesora de su paso por la ciudad. “Te agradezco la posibilidad de haberme permitido poder compartir estos sentimientos tan profundos que me atraviesan en la vida, y en lo deportivo con Rosario Central. Lamentablemente no pude volver, me hubiese encantado, pero no va a faltar oportunidad para comentarte en profundidad como funciona este sistema que en muchas oportunidad nos margina. Pero no descarto la posibilidad de volver a estar vinculado desde otro lugar, en la maravillosa tarea de contener y guiar a los chicos que vienen de abajo para que puedan cumplir sus sueños de la manera más clara y sana posible”.