Por Guido Brunet

Una nueva edición del clásico rosarino se jugó en la ciudad. Pero no asistieron miles de personas; no jugaron cracks como Maxi Rodríguez, Ruben o Scocco; no fue en un gran estadio; no lo cubrieron cientos de medios de la ciudad o el país; no contó con un amplio operativo de seguridad ni hubo cuidacoches ni vendedores ambulantes, ni se paralizó una ciudad entera. Este clásico no es como el que se juega el domingo en el Gigante de Arroyito, este clásico se juega en un potrero, en una cancha rodeada por el cemento de los monoblocks de Corrientes y Gutiérrez en la zona sur de Rosario. Sin embargo, la pasión es la misma.

Como desde hace casi veinte años, se viene realizando en la ciudad el Clásico del monoblock, un adelanto del derby rosarino -sólo dejó de jugarse mientras Central estuvo en la B nacional, ya que este partido funciona como previa del clásico-. Pero este partido es disputado por sus hinchas, vecinos del barrio Tiro Suizo, quienes se juntan año a año a jugar a la pelota entre leprosos y canallas con el objetivo de demostrar que se puede vivir un clásico en paz, y que es mucho más fácil de lo que parece.

P1500044Pasadas las 16 la gente ya empieza a agolparse impaciente al costado de la cancha. Las expectativas son casi las mismas que para el gran partido de mañana. Vecinos y curiosos se acercan, algunos traen consigo mate, tereré o heladeritas para mitigar el calor y vivir el momento en familia y con amigos. Por supuesto no faltan las camisetas, pantalones, gorros y demás elementos de alusivos a los equipos protagonistas. Es que este es el único clásico de la ciudad donde pueden acudir las hinchadas de los dos clubes. A diferencia del fútbol grande de la Argentina, los simpatizantes de ambos equipos pueden ver el partido en el lugar. Y no sólo eso, si bien las populares están bien diferenciadas, en la platea los hinchas de Newell’s y Central se mezclan observando el partido. Porque aquí no hay rivalidades, sólo hay vecinos y amigos mirando el partido. Cada uno apoyando a sus colores, pero juntos.

«Es muy familiar, viene toda la familia. Es muy tranquilo, muy lindo. Venimos todos los años», dice Carmen, orgullosa porque su hijo en unos minutos va a ingresar al campo de juego. «Es tranquilo, salvo cuando viene gente que no es del barrio y no conoce cómo se vive acá, pero si no, está todo bien», comenta Nicolás, un vecino de la zona. «Como no podemos ir mañana, venimos acá», cuenta sonriendo Mariana, quien asistió con sus hijos y su marido.

P1490991Minutos antes de las 17 los jugadores ingresan a la cancha y las dos hinchadas comienzan a alentar a sus equipos como si fuera un partido oficial. Incluso durante el encuentro, algunos aprovechan los yerros de los rivales para proceder a la silbatina característica.

Adentro de la cancha los jugadores dejan todo, el partido se vive con intensidad, pero con calma. Estos jugadores no conocen de grandes estadios, no les importa, sólo les interesa defender los colores. Aunque en tierras como las de estos potreros se criaron los Messi, los Di María, los Maxi Rodríguez y los Chelito Delgado. Como es costumbre, la mayoría de los jugadores son vecinos de los monoblocks del barrio. Por el lado de Rosario Central hay varios ex jugadores de las inferiores de Tiro Suizo. Mientras que el combinado leproso cuenta con dos refuerzos por fuera del barrio.

El partido lo ganó Central 3 a 2, pero el resultado es anecdótico.  Al finalizar el encuentro los protagonistas se saludaron y se quedaron disfrutando un rato todos juntos al costado de la cancha. La gente del barrio Tiro Suizo, tanto jugadores como espectadores, dio una vez más una verdadera muestra de que se puede vivir un clásico en paz y que los violentos no representan a la mayoría. Estos vecinos le dieron una lección a toda la gente del fútbol. Es que al fin y al cabo, la persona que está del otro de la tribuna puede ser tu amigo, tu primo, tu vecino.

Fotos: Guido Brunet