Por Pablo Bloise

“Uruguayo, vos no te debés acordar. Pero en el ’88 te crucé por la calle y te pedí que me gritaras un gol del Galgo Dezotti. Jugaban Newell’s y Central y ganamos con gol de él. No me olvido más…”. Un hincha reconoce el semblante de Walter Hugo e interrumpe la charla del relator con Conclusión. Cruzan miradas, intercambian unas cuantas palabras y todo continúa. “Me cuesta mucho darme cuenta de lo que quizás he generado en la gente”, desliza.

Toda su vida se construyó desde un lugar muy lejano a los flashes y al reconocimiento constante. Quizás por la tranquilidad característica de su Artigas natal fue que eligió manejarse de esa manera. Treinta años allá, treinta años acá. Mitad de la vida en su Uruguay, y la otra en la presuntamente desconocida Rosario, que no tardó en adoptarlo. Aquel bombero, que también trabajó en relaciones públicas, que hacía radio sólo por gusto y para que se le «calmara el bichito”, se convirtió en uno de los exponentes del periodismo rosarino y formó, junto a Claudio Giglioni, la dupla más longeva de las transmisiones deportivas de la radiofonía argentina.

El presente le está jugando una parada brava. Se quedó sin lugar en LT3 sin conocer los porqués. “Los nuevos dueños dejaron de darme partidos y no tuve ninguna explicación. Me decían que me querían, que yo era la voz de la radio, pero me terminaron dejando afuera”.

— Desde que se conoció la noticia de que no ibas a seguir relatando en LT3 hubo un gran impacto en la gente. ¿Lo notaste?

— Por supuesto que sí. Yo traté siempre de tener una vida sencilla a nivel humano. Con mis vecinos, mis compañeros y mis amigos. Siempre me manejé igual y nunca me puse en postura de «ojo, que estás hablando con el relator de fútbol». Por eso, cuando pasan estas cosas, vos te das cuenta de lo que has generado desde lo profesional. Yo leo las cosas que la gente pone por Facebook y me quedo boquiabierto. La llamo a mi hija para que lea porque si le cuento no me va a creer.  Es difícil de explicar a veces lo que uno ha causado y que muchas veces ni se da cuenta,

— Pasaron 30 años desde que pisaste Rosario. ¿Con qué te encontraste y cómo ves todo ahora?

— Cuando llegué me encontré con Godzilla (risas). Porque yo vengo de una ciudad pequeña, donde trabajaba como bombero y relataba algunos partidos en una radio chiquita. Y lo primero que sentí fue miedo. Ese susto a no dar la talla y pensar que la ciudad me iba a quedar grande por todos lados.

— Y pasó todo lo contrario…

— Me fue muy bien. Yo venía de relatar en estadios muy chiquitos y esto era un desafío enorme para mí. En Uruguay, con suerte, me escuchaban 50 personas. Y al tiempo que había llegado acá ya veía mi cara en carteles y publicidades de televisión. Tremendo. Considero que fue una locura haber largado el trabajo de bombero para venir a hacer periodismo. Pero mirá cómo es la vida que terminé viviendo de la radio.

— Más allá de todo lo personal, ¿qué te pasa cuando te detenés a pensar lo que significa Estadio 3, y por supuesto las transmisiones, para el periodismo rosarino? Son muchos años al aire, con una audiencia importante y fiel.

— Siento orgullo porque a Estadio 3 lo engendramos nosotros. Hace 23 años que estoy con (Claudio) Giglioni y fue en la Copa América del ’95 cuando el proyecto maduró. No pasamos por alto ningún detalle. Desde el nombre de las secciones hasta el ida y vuelta entre el relator y el comentarista. Tomamos decisiones como la de no dejar participar a la gente de los programas. Nos parecía un acto de cobardía. ¿Por qué otra persona va a decir lo que tengo que decir yo sobre Montero o Llop? Somos nosotros los que opinamos. Y así se fue gestando el producto.

— Y las transmisiones también tuvieron esa impronta que las hizo lo que son…

— Siempre nos manejamos con el mismo cuidado y la misma dedicación con las cosas. Y siempre fui de innovar. Hay muchas cosas que hasta que las hizo Estadio 3 no se hacían acá. A mí se me ocurrió no gritar los goles que les hicieran a Central y a Newell’s. Y al principio causó un impacto. Hoy, cualquier relator rosarino que grita un gol del otro equipo que no sean los de acá, puede llegar a tener problemas. Antes, los locutores comerciales estaban en la cabina. Nosotros preferimos dejarlo en el estudio por si la transmisión se cortaba, así la pauta seguía saliendo. Son todas cosas que no existían hasta ese entonces.

— El uruguayo que vino a revolucionar el periodismo rosarino…

— No digo que revolucioné nada. No me pongo en pionero, pero me pareció que faltaban cosas y yo decidí hacerlas. Algo generó, o se ve que esas cosas servían en serio, porque si vos vas hoy al Gigante o al Coloso todas las transmisiones se manejan de la misma manera: como lo hizo primero Estadio 3.

— ¿Cómo maduró tu relación con Claudio?

— Con él fue simbiosis total. Hizo sus primeras armas conmigo, y sólo le tuve que marcar dos o tres cosas al comienzo. Luego, explotó todo su potencial hasta ser lo que es hoy. Yo creo sinceramente que es el mejor comentarista del país. Es el que mejor ve el fútbol y el que mejor sabe explicarlo. Cuando estuvimos en la Copa América del ’95, nosotros vivíamos en Paysandú y Argentina concentraba en Salto. Teníamos 150 kilómetros de ida y de vuelta, todos los días. Y en ese trayecto yo inventaba jugadas y él hacía el comentario. Parece increíble pero lo hacíamos así. Yo quería que él fuera el mejor. Y todo esto nació así: entre dos tipos que querían crecer. Por supuesto con el aporte de Marcelo (Lamberti), otra de las patas de este proyecto. Y yo no quería ser el causante de que se rompa el equipo. Pero sucedió así…

— ¿Por qué? ¿Qué pasó con LT3?

— Hace casi dos meses me dejaron de dar partidos. Yo preguntaba por qué y nadie me sabía decir. Empecé a pedir explicaciones porque yo soy el relator de la radio, necesitaba saber qué estaba pasando conmigo. Como le pasa a cualquier trabajador de cualquier empresa. Me dicen que hay dos relatores más. Hasta ahí vamos bien, pero el único que no relataba era yo. Vinieron a decirme que les dolía mucho esta situación porque yo era la voz de la radio, el más grande y qué se yo cuántas cosas más. Primero era por un tema económico y decidí solventarme por mi cuenta. Seguimos así un tiempito hasta que después me dijeron que no vaya más. O sea,  ofrecí pagarme yo mismo mi sueldo, con publicidades, y tampoco funcionaba la cosa así.

— Era complicado seguir y sin embargo lo intentaste. ¿Por qué?

— Porque yo no quería romper el equipo. Aguanté y aguanté hasta que no pude más. Después de 23 años de puro éxito, a Estadio 3 lo rompió un incapaz. No es nada político o religioso, nada de eso. No sé qué estarán buscando. Lo único cierto es que me quedé sin el micrófono que yo más quería. De todas formas soy un privilegiado. No es que no tengo cómo darle de comer a mis hijos. Soy docente, trabajo en la televisión y tengo sponsors. Ya hubo gente que se ha contactado conmigo, pero ya veremos qué surge.

— ¿Y cómo te sentís vos?

— Yo estoy intacto. Te lo aseguro. La garganta me da perfectamente y el golpe de vista lo tengo. Si hoy mismo me ponés a relatar al lado de siete tipos de 25 o 30 años te aseguro que los paso por arriba. Sinceramente no entiendo la decisión, salvo que el tipo venga y me diga ‘no me gusta cómo relatás”. Si es así, perfecto. ¿Qué le voy a decir, si la radio es de él? Pero nunca me lo dijeron. Es más, siempre me decían que yo era el más grande, el más lindo y el más bueno…

— Me decís que tenés ofertas. ¿Ya hay algo concreto?

— Hubo gente que ya me llamó por el tema del Mundial. Que me dicen que no me puedo quedar afuera. Yo estoy abierto a escuchar y a armar algún proyecto. Tengo ganas y me siento bien. Yo escribo, dibujo y tengo blogs en internet. Hoy en día hay muchas posibilidades. Tengo un nombre y tengo prestigio. Después de lo de LT3 estuve confundido por unos días, porque pensaba que quizás era yo el problema. Pero estoy con ánimo.

— ¿Es fácil ser periodista deportivo en Rosario?

— Para nada. El hincha de fútbol no te permite que sea fácil. Si vos te sentás de a uno con los tipos, te van a preguntar de qué cuadro sos. Si vos le explicás, el tipo te entiende. Pero en la tribuna te gritan, todos juntos, que sos un cagón porque no te animás a decirlo. Y en realidad, quieren que lo digas para cobrártelo en algún momento. Ninguno te lo dice para después felicitarte. Yo no he visto cosa más cínica que el hincha de fútbol. Son hipócritas y falsos.

— ¿Te ha tocado vivir alguna situación complicada con alguno?

— Una vez un tipo en la platea del Gigante, que estaba abajo cerca de la fosa, me empezó a insultar porque yo trabajaba en la radio de López (ex presidente de Newell’s). Con ese, se dieron vuelta 8 o 10 tipos más a putearme también. A los meses, viene el mismo muchacho a la cabina a pedirme disculpas. Nos decía que nosotros siempre mantuvimos la línea a pesar de todo, y algunas cosas más. Le dije «bueno, ahora andá allá abajo y pedime disculpas a los gritos, como cuando me insultaste». Me dijo «no me hagas hacer eso». ¿Entendés? Ese tipo te pinta de cuerpo entero lo que es un hincha de fútbol. Es capaz de darse cuenta que se equivocó pero acá, mano a mano. Te puteo en la plaza, delante de todos, pero te pido disculpas en el ascensor. No es así la cosa. Ser periodista acá es estar caminando en una cuerda enjabonada, y abajo están los cocodrilos. Más allá de que me apasione, es una cosa que la sufrís todos los días.