Por Rubén Alejandro Fraga

El viernes pasado, en el programa “Rubén Fraga con la gente”, que se emite de lunes a viernes de 22 a 24 por AM 830 Radio Rosario, dialogamos con el periodista Diego Schurman, autor del libro Alberto. La intimidad del hombre. El detrás de escena de un presidente, que recientemente editó Planeta.

Nacido en la ciudad de Buenos Aires, Diego Schurman es licenciado en Periodismo de la Universidad nacional de Lomas de Zamora y se ha desempeñado en medios gráficos como los diarios Página/12, Crítica de la Argentina, Tiempo Argentino e Infobae y la revista Tercer Sector, entre otros. Además, fue columnista de televisión en Canal 9 y la TV Pública y tuvo programas en canales de cable y en Radio Del Plata.

Diego Schurman, autor de el libro.

Lo que sigue es el diálogo con el periodista porteño, que actualmente conduce la primera mañana de Radio Continental y desde hace más de 30 años cubre la actualidad del peronismo.

— En el prólogo de tu libro, señalás que Alberto Fernández es “una persona que inició el año 2019 teniendo a la Embajada argentina en España como su máxima aspiración y lo terminó siendo el presidente de todos los argentinos”. ¿Cuándo surgió en vos la idea de escribir un libro sobre Alberto Fernández?

— El libro en verdad nació con una propuesta de la gente de Editorial Planeta, quizás más con la idea de hacer una suerte de biografía. Recuerdo que mi primera reacción fue negarme a eso, porque me resultaba poco atractivo hacer una biografía de alguien que, a
mi entender –que vengo cubriendo desde hace muchos años al peronismo–, era una persona muy conocida, de la que no había muchas cosas nuevas para contar. De todas formas, mi primera visión fue errónea, porque lo cierto es que cuando comenzó la campaña los primeros focus group que hacían con mucha gente revelaban que la gente no sabía exactamente quién era Alberto Fernández.

— ¿Y ahí cambiaste de parecer?

— Sí. Lo cierto es que, en los distintos medios en los que venía trabajando, cubriendo la campaña política, empecé a ver cosas que asomaban y que los colegas no contaban o no profundizaban. Y dije, bueno, esto puede ser un libro; esto que no se está contando puede ser un libro. Y le hice una contrapropuesta a la gente de Planeta, diciéndoles: “Bueno, no quiero hacer una biografía de Alberto Fernández, pero me parece que es interesante contar este detrás de escena de su campaña”.

— ¿Y qué cosas destacás de ese “detrás de escena” que había que contar y no se contaba?

— Entre las cosas que me parece que asomaban y no se contaban estaban las reuniones de Alberto Fernández con Cristina Kirchner, con el presidente Mauricio Macri, con Marcelo Tinelli, con la gente del Grupo Clarín. Estaban esos temas ahí dando vueltas, pero mi sensación es que nadie los profundizaba. Entiendo yo que no lo hacían por el vértigo propio de la campaña.

— Hay que poner de relieve, para el que no lo sepa, que vos llevás más de tres décadas como periodista siguiendo al peronismo, así que te movías como pez en el
agua en ese ámbito…

— Sí. La mayoría de los personajes eran conocidos para mí, había tenido trato, alguna reunión o les había hecho alguna nota. Con lo cual no fue complicado seguir la vorágine de la campaña. Incluso el hecho de conocer a mucha gente desde hace mucho tiempo me permitía hacer esto que nosotros a veces hacemos en situaciones complejas: colarnos en algún lugar, estar en esos lugares donde no entra nadie como un mosquito y poder ver que pasa…

— ¿Como cuáles?

— Estoy pensando en situaciones como los festejos íntimos de las Paso o de la elección general, en que estuve en el búnker de Alberto Fernández. Ver a la gente más allegada y a alguna escena que me resultaba atractiva no sólo por la curiosidad sino también desde
lo simbólico…

— ¿Por ejemplo?

— El abrazo de Sergio Massa con Máximo Kirchner en el medio de los festejos de las Paso era toda una simbología, quizás como el resumen, una síntesis de todo ese trabajo de unidad que venía haciendo Alberto Fernández, incluso antes de ser ungido como candidato a presidente. Recordemos que Massa y La Cámpora se habían dicho de todo en los últimos tiempos y terminaron abrazados festejando el triunfo en las Paso. Bueno, me parece que conocer a los personajes me permitió acceder a esos momentos que si hubiera habido un fotógrafo allí esa foto hubiera sido seguramente la portada de todos los diarios al día siguiente.

— Es difícil hacerle una entrevista al autor de un libro sin “spoilear” lo que uno ya leyó de ese libro, pero lo que contás sobre la reacción de Massa para adentro del PJ el día que se anunció la candidatura presidencial de Alberto Fernández (porque Massa se imaginaba a él en ese lugar) es uno de los pasajes destacados de la obra. Otros pasajes muy jugosos del libro son las reuniones entre Alberto y Cristina. ¿Eso
lo pudiste reconstruir por haber estado en contacto con el círculo más íntimo de Alberto?

— Sí, hablé con mucha gente. En general yo trato de no decir con quiénes hablé, porque con muchos de ellos lo hice “off de record” y con otros no. Por supuesto, con Alberto Fernández también hablé y, de hecho, parte de una de esas charlas con él es el epílogo del libro. Pero, sí, la idea que me planteé en el libro en el que hay varios capítulos en los que hay situaciones de momentos de conversaciones entre dos personajes o tres personajes, fue hablar con todos los personajes que participaron de esa historia, porque era la única forma de cotejar si eso era así.

— ¿Podés contarnos algunos de esos momentos?

— Sí. Sin “spoilear” demasiado, puedo contar un hecho para mí significativo. Hubo un momento de mucha tensión de Alberto Fernández con Agustín Rossi. Incluso cuando Alberto Fernández todavía no era candidato a presidente, estaba trabajando en el proceso de unidad y empezó a articular él con las distintas corrientes internas del peronismo, que entonces eran el kirchnerismo, el massismo y el randazzismo. Y en uno de esos encuentros estaba por salir a hablar al escenario Agustín Rossi. Alberto Fernández estaba sentado allí muy cerca y lo escuchaba a Rossi despotricar contra el gobierno de Mauricio Macri y se refería a los presos políticos. Fernández lo escuchó y se hizo el distraído y se le acercó a Rossi y le preguntó de qué iba a hablar, sabiendo que iba a hablar de presos políticos. Rossi también se dio cuenta que Alberto  Fernández ya sabía la respuesta a esa pregunta que le estaba formulando y fueron escalando en el tono de voz mientras discutían. Rossi estaba enojado porque Fernández de alguna manera lo estaba condicionando sobre lo que iba a hablar. Terminaron escalando la discusión y casi se agarran a las piñas. Siempre relato que fue una escena como esa que
tienen los boxeadores en el pesaje, cuando se miran fiero, cara a cara.

— Claro, como aquel pesaje antológico previo a la pelea de los pesos pesados entre Mohammed Alí y Oscar “Ringo” Bonavena en diciembre de 1970…

— Exacto. Se gritaban cara a cara. Alberto Fernández le decía a Rossi. “Mirá, si vos vas a hablar de presos políticos, estamos en un problema. Porque si vamos a iniciar un proceso de unidad, lo que tenemos que explotar son los puntos en común, no los puntosde disidencia dentro de todas las corrientes peronistas”. ¿Por qué Fernández decía esto?: Porque él quería unificar también al espacio del massismo, dentro de cuyo sector estaba, por ejemplo, Felipe Solá, quien se había manifestado en el Congreso nacional a favor del desafuero del ex ministro y por entonces diputado Julio De Vido. Con lo cual había una contradicción en los discursos, porque Rossi hablaba de presos políticos y
claramente Felipe Solá no tenía esa concepción de lo que había votado en el Congreso de la Nación. Finalmente, aquel día Rossi hizo un discurso moderado, no enérgico, y si bien mencionó a los presos políticos le hizo algo de caso a Alberto Fernández.

— ¿Cómo reconstruiste los detalles de aquella discusión entre Fernández y Rossi?

— Yo tenía esta versión por el lado de Alberto Fernández. Entonces, lo voy a ver a Rossi y éste se sorprende de que yo supiera que estuvieron a punto de agarrarse a trompadas y me termina completando esta historia. Por eso creo que es muy importante hablar con todas las fuentes en este tipo de situaciones. Rossi me dice: “Mirá, yo esa semana previa al momento de dar aquel discurso había ido a la cárcel a visitar a varios de los presos políticos”. Me había mencionado al ex secretario Legal y Técnico de la Nación (y actual procurador del Tesoro) Carlos Zannini. Y si uno rastrea por las noticias de entonces, efectivamente hay una carta de agradecimiento de Zannini a Rossi por su visita a la cárcel. Y Rossi sentía que era una suerte de deslealtad participar de un evento público y no referirse a la condición de presos políticos de quienes habían compartido con él los gobiernos de Néstor y de Cristina Kirchner. Y entonces de esa manera justificó su vehemencia y su idea de hablar en ese acto de los presos políticos. Eso conforma uno de los capítulos del libro y creo que revela lo que fue este proceso
complejo que lideró Alberto Fernández para unificar el peronismo sabiendo que había disidencias en varios de los puntos. Cuento esto en especial porque fue un punto que emergió nuevamente ya cuando Alberto Fernández era presidente y saltó la discusión sobre si hay o no hay presos políticos en la Argentina.

— En tu libro ponés de relieve que uno de los rasgos que sobresalen en Alberto Fernández es que es muy calentón. Algo que a simple vista pareciera no ser, sino, más bien, todo lo contrario, aparenta ser un tipo componedor, dialoguista, pacifista, unificador… ¿Cómo te imaginás que debe haber estado hoy el presidente? Debe haber caminado por las paredes… (Nota del Autor: esta entrevista fue realizada la
noche del viernes 3 de abril, el día en el que se produjo la avalancha de jubilados, pensionados y beneficiarios de planes sociales sobre los bancos, rompiendo peligrosamente el aislamiento social obligatorio decretado por el gobierno nacional)

— Sí. Este viernes el presidente estuvo muy enojado. De todos modos, creo que el Estado tomó un papel muy protagónico en estos tiempos en lo que es la lucha contra la pandemia de coronavirus. Y así como me parece que ha hecho un muy buen laburo en estas semanas respecto a qué hacer y qué no hacer para preservar a la gente y demás, también hay que marcar que en este caso el Estado tuvo una cuota de responsabilidad, así como la tuvieron los bancos y el propio sindicato bancario, que al principio mostró resistencia para trabajar en estos días de cuarentena, me parece que al Estado le toca alguna cuota de responsabilidad. Ahora es cierto que Alberto Fernández amaneció, vio
la televisión y estaba furioso por lo que estaba pasando, porque se la pasó durante 15 o 20 días llamando a preservar a la gente, a quedarse en la casa, a cuidar sobre todo al sector más vulnerable que son las personas mayores y hoy al ver esto estaba desaforado.
Creo que cualquiera de nosotros cuando supimos que iban a abrir los bancos pensamos que iba a pasar esto. Porque hay cientos de miles de jubilados que necesitaban cobrar, aún los que tenían la tarjeta de débito. Cualquiera que va a un banco siempre ve a un jubilado aún con su tarjeta pidiendo asistencia porque no sabe manejarla y siempre le termina haciendo el trámite algún asesor ahí en el banco que le marca los botones y le facilita la tarea. Por eso me parece que hay una responsabilidad del Estado ahí que se durmió para poder organizar esto. Bueno, ahora de apuro llamaron a que los bancos abran el fin de semana, que tengan un cronograma distinto, más ajustado, pero debieron
hacerlo antes. Eso no quita que Alberto Fernández haya estado muy enojado por la situación.

— En el libro señalás que los lectores se van a sorprender tanto como te sorprendiste vos al escribirlo sobre varias cosas relacionadas con Alberto Fernández. Si tuvieras que elegir lo que más te sorprendió, ¿qué mencionarías?

— A ver. A Alberto Fernández lo conozco desde hace bastante tiempo. Estoy pensando en los inicios del gobierno de Néstor Kirchner… siempre pensé que había un juego de roles. Que Néstor Kirchner era el policía malo y Alberto Fernández el policía bueno. Pero que “jugaban” a esos roles. Es decir, Kirchner era el vehemente, el combativo, el que se cruzaba con todos, el que tenía palabras altisonantes. Y que después aparecía en escena, por detrás, el “bueno” de Alberto Fernández para negociar.

— El componedor…

—Exacto. Y lo que descubrí en la campaña es que Alberto Fernández es, efectivamente, un tipo componedor.

— Esto parece ser una paradoja, porque recién dijiste que es un tipo calentón…

— Sí, yo sé que es paradójico. Pero es el tipo que se encargó de articular a todo el peronismo para unificarlo y ganarle a Mauricio Macri. E incluso hizo esa tarea sin saber que él iba a ser el candidato a presidente. Porque cuando él empezó esta tarea de unificación del peronismo lo hace en un acuerdo con Cristina Kirchner, imaginando que ella iba a ser la candidata presidencial. Con lo cual, fue él el tipo que logró recomponer y articular a todo el peronismo, incluyendo a sectores que se habían dicho de todo, como recién señalé, a modo de ejemplo, al sector de Sergio Massa con La Cámpora, pero hubo muchos sectores que estaban en disidencia y él fue articulando ycomponiendo a un peronismo que en ese momento estaba atomizado y sin conducción. Entonces, me parece que esa facultad de ser un tipo componedor es un rasgo que lo caracterizó, con un discurso anti-grieta, previo a la campaña, durante la campaña y ahora ya como presidente de la Nación.

— ¿Y este rasgo también se manifiesta desde su llegada a la Casa Rosada?

— Sí. Vemos la foto del presidente Alberto Fernández junto al jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, trabajando codo a codo para enfrentar la pandemia. Me parece que esta es una característica de Alberto Fernández que fui descubriendo como algo cierto y que se consolidó ahora. Y, paralelamente y paradójicamente, un tipo calentón que en la campaña tuvo roses con varios periodistas, a veces con razón otras veces sin razón, pero se salía de cause. Si uno ve, además, una seguidilla de tuits que se hicieron famosos durante la campaña que él le había escrito a la gente antes de ser candidato, con insultos, con agarradas con la gente en Twitter. Es un tipo que tiene un temperamento fuerte.

— Y a ese rasgo le dedicás el primer capítulo del libro…

— Sí. Ese temperamento le sirve, por ejemplo, para pasarle facturas a Cristina Kirchner y hablarle a la ex presidenta de una manera en la cual no todo el mundo le habla. Ellos tienen un conocimiento y una confianza de años, donde hay afecto, donde hay tensiones, donde estuvieron 10 años sin hablarse hasta que recompusieron. Pero es una relación añeja donde es mucho más horizontal que las que Cristina mantiene con los demás dirigentes. Cristina Kirchner, con mucho de los políticos que la rodean no tiene una relación horizontal. Es una relación de autoridad de ella sobre el resto. Con Alerto Fernández esa relación es más horizontal, y eso tiene que ver con el temperamento de
Alberto Fernández.

— ¿Considerás que ese temperamento lo favorece o lo perjudica?

— Ese temperamento me parece que en algunas cosas lo perjudica, como cuando se le vuela la chaveta con los periodistas, pero tener ese temperamento a la hora de negociar con el poder me parece que también puede transformarse en una virtud, no sólo en un defecto.

— Otra cosa con la que Alberto Fernández parece estar obsesionado es con poder sacarse ese rótulo que le pusieron desde adentro mismo del peronismo (sobre todo, a partir de la crisis con el campo en 2008) de ser un hombre del Grupo Clarín, un hombre de Héctor Magnetto…

— Sí, es cierto. Incluso antes de dejar el poder ya había un sector desde adentro de gobierno que lo emparentaba con Clarín. Eso también es paradójico porque si uno tiene que pensar y decir en voz alta cuál era la mesa chica del kirchnerismo, era Néstor, era Cristina y era Alberto. Eventualmente Zannini. Pero eran esos cuatro. Y es curioso que el tipo que era parte de la mesa chica de buenas a primeras se transformara en el enemigo y el representante de la corporación. Es cierto que Alberto Fernández era uno de los principales interlocutores del gobierno de Néstor Kirchner con Clarín. También es cierto que Magnetto ha ido a Olivos y ha hablado con Néstor Kirchner y a nadie se le
ocurriría decir que Néstor Kirchner era un representante de la corporación. Y también es cierto que en el transcurso de esta campaña Alberto Fernández tuvo encuentros con las autoridades de Clarín e incluso con el propio Magnetto, donde se pasaron algunas facturas. Alberto lo llama a Magnetto por su nombre de pila, Héctor. Hay una relación de muchos años, con Magnetto y con otras autoridades del Grupo Clarín. Ahora, también es cierto que cuando Alberto dejó el gobierno en 2008 en la pelea con el campo y se fue dando un portazo, los medios más emblemáticos, los del kirchnerismo, los televisivos y gráficos (“6-7-8”, “Página/12”) empezaron a darle con todo, diciendo que era el hombre de la corpo, el hombre de Repsol, y eso es algo que abre el primer capítulo del libro que es el pase de facturas de Alberto Fernández a Cristina Kirchner, en ese reencuentro después de 10 años sin hablarse.

— Fue un encuentro muy tenso…

— Sí. Lo que Alberto Fernández le reprochó a Cristina Kirchner es todo aquello que pasaba en aquel momento (en 2008 con la crisis del campo), adjudicándole toda la responsabilidad de esa embestida de los medios a Cristina Kirchner. No voy a contar muchos más detalles del libro, pero hay ahí un enojo fuerte de Alberto Fernández con Cristina por aquello que había pasado en 2008. Y también hay una Cristina Kirchner no haciéndose cargo de esa situación.

— Otra figura clave en la carrera política de Alberto Fernández, por fuera del peronismo, fue el ex presidente Raúl Alfonsín.

— Sí, él lo menciona muchas veces. En la campaña estuvo en algunos actos de homenaje a Alfonsín. Aún antes, él tenía una buena relación con el ex presidente. Y siempre lo reivindica. Y a mí me sorprendió que lo mencionó muchas veces durante la campaña y aún después de la campaña. De hecho, para el libro, la gente de Planeta me había dicho, y yo me resistía, que le pidiera al propio Alberto Fernández que hiciera el epílogo del libro. “Pedile que te cuente los desafíos que tiene por delante como presidente”, me decían de Planeta. Y yo me negaba porque sostenía: “No. Este es mi libro, si no, van a pensar que es el libro de Alberto Fernández”. Y es mi libro y hay cosas que escribo que por ahí a Fernández no le cayeron demasiado en gracia. Pero la gente de Planeta me dijo algo que estaba bien y es lo siguiente: “Si él escribe el epílogo
del libro contando sus desafíos, este libro tiene proyección a futuro”. Porque no va a ser sólo el detrás de escena de la campaña electoral sino van a ser los desafíos del presidente de la Nación. En un capítulo donde vos vas a poder cotejar, en un mes, en un año o en tres, si efectivamente esos desafíos que él se planteaba se fueron cumpliendo. Por supuesto que en el momento en el que se escribió el libro, el coronavirus no existía ni en el imaginario de la gente y eso nos sacó del escenario de la realidad.

— Y ese epílogo del libro vuelve a emparentarlo a Alberto Fernández con Raúl Alfonsín…

— Claro. En ese epílogo Alberto Fernández dice algo interesante, porque tiene una concepción de la democracia que va mucho más allá de las elecciones cada dos y cada cuatro años. Él tiene la concepción, y ahí recupera la frase de Alfonsín en sus cierres de campaña, de que con la democracia se come, se cura y se educa. Durante la campaña, Alberto Fernández hizo muy pocas promesas. Él no quería caer en esa contradicción de prometer cosas que cuando asumiera no pudiera cumplir. Entonces, prometió dos o tres cosas concretas. Y vos fíjate que su nave insignia, lo que de alguna manera marcó el inicio de su campaña y una de las promesas más fuertes que hizo, fue la lucha contra el
hambre. Con esa concepción de que, si la democracia no puede dar de comer, entonces no puede hacer nada. Es lo básico. Él arrancó con un desafío muy básico para una democracia que tiene ya unos cuantos años que es ayudar a que la gente coma. Mirá cuán baja que está la vara que él se planteó ese desafío en esta democracia, que la gente coma. Parece muy elemental, pero en una Argentina que tiene 35,5% de pobreza (según la última medición), me parece que es un desafío loable de todas formas. Y ahí es donde él recupera la figura de Raúl Alfonsín en cuanto a cuáles son las obligaciones de la democracia. Ese es uno de los primeros desafíos de su gestión, con una de las banderas de un Alfonsín cuya figura él recuperó en numerosas oportunidades. De hecho, si uno sigue los tuits de Alberto Fernández él cada tanto recupera alguna frase de Alfonsín oalguna reivindicación del radicalismo.

— Para el final, en la tapa del libro hay una hermosa foto de Alberto y su perro Dylan mirándose, fija y afectuosamente, a los ojos…

— Vos sabés que con la gente de Planeta fuimos a hablar con el fotógrafo oficial. Porque adentro del libro hay varias fotos más. En la apertura de cada capítulo hay una foto, son 10 fotos que ilustran el libro. Y queríamos que las fotos acompañen a la idea del libro. La idea del libro es el detrás de escena. Se buscaba que fueran fotos que mostraran de alguna manera lo que fue la intimidad de la campaña y que no hubieran
sido publicadas en su momento. Y hubo una negociación con el fotógrafo oficial. Y esa foto de tapa es una foto real de un momento en la sede de campaña, que era en la calle México, allí en el barrio porteño de San Telmo, donde efectivamente Alberto Fernández lo llevaba a Dylan a ese búnker y era un perro muy pero muy inquieto.

—Y el perrito Dylan se ganó un capítulo en tu libro…

— Le dedico un capítulo donde cuento que Alberto Fernández recibía a la gente con Dylan, que vivía en celo y el perro se te prendía a las piernas… y no es un perro chiquito, sino que es un “flor de perro”. Después, en el medio de la campaña lo cruzaron con una perra y termina siendo padre de varios cachorros, entre ellos, Prócer, que es otro de los perros con los que se queda Alberto Fernández. Dylan fue
protagonista y, además, Alberto le creó una cuenta en Instagram mucho antes de ser candidato a presidente. Hay una relación real y afectiva de él con su perro desde hace mucho tiempo y es cierta, no es impostada. Lo cierto es que la gente de la campaña lo termina utilizando porque siempre (y esto te lo dice todo el que trabaja en redes sociales) las mascotas generan empatía. A la gente le cae bien una mascota. Entonces, Dylan terminó siendo protagonista porque lo terminaron utilizando como instrumento de campaña y aprovecharon esa empatía que generan las mascotas para tratar de fortalecer la campaña de Alberto Fernández. Y el perrito terminó siendo protagonista. Esa es la verdad.

Ficha técnica:

Libro: Alberto. La intimidad del hombre. El detrás de escena de un presidente- Autor: Diego Schurman – Editorial: Editorial Planeta – Temática: Actualidad | Política – Colección: Fuera de colección – Nº de págs: 280

Sinopsis de “Alberto”:
“Me zambullí en la intimidad de Alberto Fernández y conviví con su círculo más cercano. Fui testigo directo de muchos momentos que jalonaron el regreso del peronismo a la Casa Rosada y pude reconstruir muchos otros gracias al invalorable aporte de sus protagonistas. Son historias increíbles y nunca contadas. Después de seguir durante tres décadas los avatares del PJ, pensé que ya nada ni nadie me iba a
sorprender. Sin embargo, el detrás de escena del actual presidente fue revelador en tantos sentidos… Se asombrarán, como me pasó a mí”.

Del prólogo de Diego Schurman

“Recibimos un país muy destruido, peor de lo que pensábamos. Y no lo digo para discutir cuán grave es la herencia sino simplemente para que sepamos de cuán atrás partimos. Tan atrás que cuando planteo que hay que empezar por terminar con el hambre estoy poniendo la vara más baja de la igualdad, que es que comamos todos. El desafío es ir subiendo esa vara para que todos tengan oportunidades. Oportunidades de crecer, simplemente. Y para ello se necesita desarrollo e inversión. Además de la igualdad, la Argentina tiene un segundo debate, el de la institucionalidad. La Argentina institucionalmente no funciona bien. Y no funciona bien por diferentes motivos, entre ellos por los personalismos y la concentración de poder. Eso no está bueno”.

Del epílogo de Alberto Fernández