Hace 10 años moría, días antes de cumplir 49 años, en una terminal de ómnibus de Río Cuarto y a causa de un paro cardiorrespiratorio, Alejandro Sokol, cantante principal y frontman de Las Pelotas y miembro de la primera formación de Sumo, un artista que eludió todas las poses posibles, incluso las de rebelde rockstar o las de “hombre de barrio”, a las que cualquier crítico estaría tentado de sucumbir.

Poco más de 25 años de carrera, con algunas interrupciones, lo mostraron como un hombre frontal y directo, que disfrutaba sin complejos de los escenarios, y que desplegaba su energía de la misma manera, tanto en conciertos pequeños como en actuaciones consagratorias, como las realizadas en el Estadio de River Plate, como telonero de The Rolling Stones, junto a Las Pelotas.

Pero también lo posicionaron como un singular personaje, con rasgos marginales pero con elegancia y precisión a la hora del decir; con “códigos de barrio” sin caer en la fácil etiqueta del “rock barrial”; y exento de todo glamour, sin renunciar por eso a portar un halo especial al plantarse sobre el escenario.

Su paso por Sumo quedó registrado en el disco “Corpiños en la madrugada”, un álbum no oficial que solía venderse en formato de cassette en los shows del grupo y que, años más tarde, cuando el grupo alcanzó renombre, se reeditó en CD.

Tras la muerte de Luca Prodan, en 1987, y la consecuente disolución de Sumo, Sokol se reencontró con Daffunchio para formar Las Pelotas, que también incluía en su primera formación a Alberto “Supermán” Troglio, baterista de la disuelta banda.

Sokol logró imprimirle a Las Pelotas su impronta, un punto difuso entre lo festivo y lo desgarrador, la alegría y la furia marginal; siempre en plan catártico. Pero fue justo este perfil lo que hizo que la crítica y el público encontrara en ese grupo “el espíritu de Sumo” que logró calmar la orfandad que había provocado la muerte de Prodan.