Por Javier Hernández (@Jhernandezzok)

El cantautor jujeño Bruno Arias pasó este domingo por Rosario donde brindó un extenso concierto de más de dos horas de duración en el Galpón de la Música e hizo un recorrido amplio de su larga carrera, siempre bajo la premisa estética y conceptual que le da el Carnaval Jujeño y la peña del Humahuaca como bandera. No estuvo solo en esta aventura: se presentó junto a su banda, una agrupación de más de media docena de reconocidos intérpretes con quienes viene cruzando el país de norte a sur, en medio de la temporada alta de festivales.

Arias es dueño de una generosidad reconocida por pares. Lo hace arriba y abajo del escenario con palabras y gestos muy claros y, la velada del último domingo en Rosario no fue la excepción: abrió las puertas al lucimiento de sus colegas, les dio el protagonismo para que muestren sus dotes artísticos y para que, como él, se nutran del aplauso y la ovación.

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Esa que, como le comentó a Conclusión, minutos antes de salir a escena, se había convertido en una cuestión vital durante la pandemia: “Nosotros también necesitábamos ese calor, ese fervor, ese sentimiento de cariño de la gente que nos mantiene vivos”, comentó en exclusiva a este medio y confió: “Era muy doloroso tocar en un teatro sin público, se te caían las lágrimas de la angustia. Esas épocas ya pasaron y ahora estamos acostumbrándonos a otras formas de vivir”.

Desde las últimas horas de la tarde, cuando el sol todavía no se había ocultado del todo, ya se podía sentir el espíritu de la peña y del Carnaval vibrando junto al Paraná en la voz del crédito local Javier Chocobar que dio paso a Las Voces del Barro de Pueblo Andino. El público respondió a la cita, y la velada se convirtió en el plan ideal para las y los amantes de la música popular que tuvieron un fin de semana repleto de ofertas para iniciar el lunes con el pie correcto

Referente de la canción popular, el jujeño Bruno Arias maneja los climas con una destreza admirable propia de un disckjokey atento al ritmo de la pista como único faro, y con una paleta de recursos inabarcables a su mano: bailecitos, zambas, carnavalitos, chacareras, sayas, huaynos, canciones cercanas al pop, colores del rock y de la música tropical, prescindieron de grillas impresas y guiones de cómo llevar una fiesta adelante para lograr que todas y todos terminen, entrada la madrugada de este lunes, saltando con los brazos en alto en lo que se definió como el “pogo andino”. Incluso, los tiempos se extendieron más allá de lo previsto por los organizadores que controlaban (y hacían señas), con la mirada atenta sobre la duración de los bises.

Para quienes lo han vivido, el espíritu del carnaval jujeño es así: la expresión sensorial, emocional, física y material de un encuentro que tiene su manifestación en el ritmo, el movimiento y, sobre todo, en el cuerpo.

El cantautor hizo un repaso de temas de todos sus discos tomando la premisa de promover una verdadera peña humahuaqueña cambiando, sí el clima lo pedía, una canción por otra cuando la platea se expresaba a viva voz. La actitud se fue irradiando sobre los ambientes de cada sector del predio en un ida y vuelta retroalimentado hasta el último acorde. Símbolo de ello: El público filmaba a la banda en el escenario y Bruno Arias transmitía en vivo, desde su teléfono, a través de Instagram, lo que sucedía en la pista.  

“La gente necesitaba este ida y vuelta, había una sed de shows y de emociones que faltaban, estaba con esta energía latente”, le había dicho el músico a Conclusión, en los camarines, antes de subir al escenario.

El concierto de Arias fue impecable desde lo sonoro y desde la puesta en escena: Se inició pasadas las 22.30 y concluyó más allá de las 0.35. El músico salió vistiendo una camiseta de la selección Argentina que lució a lo largo de toda su performance y abrazó, con la mirada y su gesto, la wiphala que flameaba en manos de una cholita.

La noche fue subiendo en temperatura. La escucha atenta de los primeros temas, desde la quietud de la platea y las gradas, duró menos de diez minutos cuando el espíritu de peña se cristalizó en la frase “todo el mundo a bailar», orden del músico cuya esencia, ininterrumpidamente, nunca cambió.

La clausura, pasadas las 00.20 de este lunes, se comenzó a llevar a cabo con todos los músicos que lo antecedieron acompañando a su banda, para interpretar “Jacha Mallku”, hit del álbum “Madre tierra” (2015) con el que amagó concluir la velada. Pero quedaría aún más cuando Arias invitara a al hijo de su percusionista, Faustino, a cantar “Sol de los Andes” y un largo “Latinoamérica en África”, estribillo final de aquella canción que supo dejar plasmada junto a La Bruja Salguero.

Algunas personas ya comenzaban a retirarse de la sala con las luces encendidas. Pero fue el propio músico quien, nuevamente, solicitó un tema más: “¿Nos vamos con el pogo andino?”, preguntó antes de despedirse definitivamente con “El mundo”.

Músico comprometido con la realidad social y política, Arias volvió como un relámpago a esta ciudad que lo abraza en cada visita. Quizá por esa necesidad y no otra, Rosario entró sin previo aviso en su ruta festivalera. Una ciudad que frecuenta desde sus primeros pasos y donde, a la par de su transformación artística desde “revelación” al “referente de la música popular” que es considerado hoy, supo forjar y consolidar una relación con un público que lo acompaña, canta sus temas y conoce su camino.

Ya “El Aserradero”, a Bruno Arias, le quedó chico, como bromeó el músico ante varios cientos de seguidores y seguidoras durante el show de anoche: Un concierto convocado sobre la hora, por las ganas de tocar en esta ciudad, y hecho realidad -vale la mención-, por la audacia de un organizador histórico del género como es Mario Chapino que, además de empresario y dueño del tradicional bar temático de calle Montevideo, es también parte, amante y constructor de una escena musical que se sigue sustentando en la retroalimentación del cara a cara.