Este jueves 25 de marzo se cumplen dos décadas de la sonora ausencia de Lalo de los Santos, músico, compositor, arreglador y cantante que fue uno de los grandes batalladores por impulsar la música de Rosario, ciudad a la que le regaló su canción insignia.

El “Tema de Rosario” -quizá la más popular de sus muchas canciones- fue sólo una muestra de la ligazón afectiva de Lalo con sus raíces y con la certera convicción de la necesidad de proyectar este legado estético atravesado por influencias varias hacia otras regiones del país y del mundo.

Nacido como Eduardo De los Santos 17 de enero de 1956, ya convertido en Lalo aportó su enorme sensibilidad al crisol musical que irrumpió a inicios de los ’80 de la mano de la denominada Trova Rosarina.

Pero antes, desde marzo de 1973, fue parte del Ateneo Músicos y Amigos de Rosario (AMAdeR) y luego se integró a la mítica banda de rock sinfónico Pablo el enterrador.

“Recordar que Lalo nació hace 65 años, dos días después que yo; que no supimos nada el uno del otro hasta pasada la adolescencia, y que luego fue para mí un nombre ligado a una música que me conmovía, a un grupo de creadores poderosos”, subrayó Jorge Fandermole.

Entre idas y vueltas, una estadía en Buenos Aires para intentar (junto a Rubén Goldín) ser parte de la banda de Raúl Porchetto y su triste alejamiento de Pablo el enterrador, el artista se mudó de ciudad para ver nacer a su hijo Iván y trabajar de tenedor de libros en una empresa del centro porteño.

Sin embargo, en una noche de agosto de 1981 cuando sus amigos rosarinos liderados por Juan Carlos Baglietto llegaron al estadio de Obras para tomar parte en un recital de repudio a la próxima llegada de Frank Sinatra a la Argentina, el músico reencontró su lugar en el mundo.

“Cuando escuché que la canción ‘Mirta de regreso’ decía ‘en la estación retumba el Estrella del Norte’, la conmoción interna que sentí hizo que me planteara, por primera vez, mi procedencia, asumiera mi ‘rosarinidad’, reconociera mi grupo de pertenencia y me embriagara al ver a 5.000 monos gritando ‘Rosario, Rosario’”, evocó alguna vez.

Tras aquel movilizador concierto y la consiguiente cena en el típico restaurante porteño Pipo, a Lalo le cambió la vida. “Cuando volví de Obras y de Pipo me salió como una escupida la primera estrofa del ‘Tema de Rosario’ como respuesta inicial a tantas imágenes recibidas, y esa sensación marcó el inicio de un trabajo creativo apuntado específicamente a Rosario”, confesó entonces.

Ya reinserto a la actividad musical, fue quien cobijó al jovencísimo Fito Páez cuando el muchacho decidió cambiar a Rosario por Floresta, tomó parte en el auge de Baglietto en paralelo con el fin de la dictadura militar y la edición de “Tiempos difíciles” y comenzó a ser bajista y arreglador de la cantante y compositora Silvina Garré.

Aquel gesto con el autor de “Yo vengo a ofrecer mi corazón” lo repitió años después con Adrián Abonizio, quien contó: “Cuando me mudé a Buenos Aires en los años mozos en busca de comida y música me llamó a mi casa y cordialmente me susurró ‘Yo sé lo que estás sintiendo. Veníte a mi departamento que te lo digo’. Cuando llegué fue como arribar a un claro de la selva después de casi sucumbir en la jungla”.

Antes de ese cruce, de los Santos ya había trabado relación con Litto Nebbia, quien apunta a esta agencia: “A Lalo lo conocí en Rosario justamente, una madrugada regresando de un masivo ‘Concierto por el Rosariazo 83’. Ya nos íbamos a dormir, y él me interceptó en la puerta del céntrico hotel que parábamos. Solo me dijo ‘¿Te puedo hacer escuchar un tema?’…y la canción era ‘Tema de Rosario’”.

“Inmediatamente lo convidé a ir para Buenos Aires la semana siguiente y comenzar a grabar un álbum de su autoría. De ahí en más, nos hicimos fraternales amigos y tocamos muchas veces por todo lugar que se pudo. Un personaje muy talentoso, súper humilde, híper sensible. Uno de esos de verdad”, destaca Nebbia.

Aquel álbum fue “Al final de cada día” (con canciones como “Para la gente de barrio”, “Al maestro con música”, “El Káiser”, “Goldianía” y, claro, “Tema de Rosario”); al que le siguió “Hay otro cielo” (1987), otra vez bajo la batuta de Nebbia, donde destacaban “No te caigas campeón” y “Tibio brote de amor”, entre otras piezas.

Su tercer y último disco solitario fue “Canciones rosarinas” (1996), donde reunió piezas de sus dos primeras placas y estrenó “Aquella niña en soledad” (dedicada a Silvina Garré) y “Vuela Aldo vuela” (donde exhibió una vez más su desbordada pasión por Rosario Central y por el goleador Aldo Pedro Poy).

Pero después de ello, se dio el gusto de ser motor y partícipe de Rosarinos junto a Adrián Abonizio, Jorge Fandermole y Rubén Goldín, un proyecto acústico que significó una suerte de fugaz bocanada de aire fresco para la canción popular.

Poco tiempo después le descubrieron un tumor en el fémur de una de sus piernas y aunque enfrentó con energía ese trance –con operaciones y tratamientos-, finalmente falleció el 25 de marzo de 2001.

“Lalo es un pilar de la música rosarina con canciones que nos van a acompañar siempre. Es un rosarino en el exilio con aires de Nebbia y un canalla de ley. Que sea músico, rosarino y de Central le otorga un carácter especial para mí”, resume Gerardo Rozín sobre De los Santos.