Por Mario Luzuriaga

El aparato judicial es muy complejo a la hora de ver su funcionamiento, si bien es uno de los tres poderes que tenemos, es el que se maneja de una manera totalmente cerrado. Fernán Mirás en su ópera prima decide echar un vistazo sobre como funciona ciertos funcionarios, que por ambiciones personales u otras cuestiones, pueden llevarlos a tomar decisiones incorrectas.

Este caso de la vida real se sitúa a terminada la dictadura militar, donde un hombre humilde es acusado de la violación de otro que tiene una discapacidad mental. Por ser en un pueblo abandonado por la civilización se decide, sin juicio previo, a que cumpla una sentencia de 12 años. Es ahí donde una abogada (Paola Barrientos) decide seguir el caso y descubre que las cosas no son como parecen y decide investigar por su propia cuenta. Es ahí donde entra en el juego una implacable y soberbia fiscal (María Onetto) que quiere, a cualquier precio, terminar con este asunto menor para ella y ascender al puesto de jueza.

Este caso basado en hechos reales muestra como funciona el sistema judicial en el país, y de cómo las personas que tienen que garantizar el cumplimiento de nuestras leyes, tildan de menor importancia casos en los que está en juego la vida de las personas. Lo que se muestra es las ambiciones que tienen estos «seres humanos» (no todos) que habitan los tribunales que tienen en sus manos el destino de las personas.

Paola Barrientos interpreta a esta abogada justiciera y temperamental que busca a toda costa esclarecer los hechos y ver su indignación frente a su mentora que ahora le toca enfrentar en este caso tan particular. Es una gran actriz que puede hacer reír como la vemos en los comerciales de un conocido banco y a su vez impresionar en este papel dramático que le cae a la perfección. Otra de las maravillosas actuaciones es la de María Onetto, una fiscal totalmente manipuladora que defenestra y rebaja a cualquier persona que se le cruce; pero es excelente la química que tiene con el personaje de Barrientos y como ambas dan todo se sí.

Por último Darío Grandinetti está muy bien en su rol de juez que roza la parcialidad frente a una de las partes y además era cuestionado por su homosexualidad en ese momento. Por partes siente que debe un favor muy grande por haber llegado a ese puesto, pero por otro siente que debe hacer lo correcto a la hora de definir el caso.

Fernán Mirás, además de ser un gran actor, está muy bien como director y narra muy bien esta historia que muestra el lado oscuro de la Justicia.

Calificación: Muy buena.