El realizador brasileño Fernando Meirelles, responsable de “Los dos papas”, película que imagina un diálogo íntimo entre Francisco y Benedicto XVI y que estará disponible mañana en la plataforma de Netflix, aseguró que el pontífice argentino «es la única voz con poder que lucha por derribar los muros”.

“Yo creo que Francisco es una de las voces más interesantes del mundo hoy”, señaló además el paulista creador de elogiados filmes como “Ciudad de Dios” (2002) y “El jardinero fiel” (2005) acerca de qué le había atraído del guión de Anthony McCarten como para aceptar sumarse al proyecto.

La Iglesia «es una de las mayores sino la mayor organización del mundo, con 1.200 millones de seguidores y esta institución es la única que está hablando contra el sistema económico, a favor de los cambios que el planeta precisa”, apuntó Meirelles en una entrevista con Télam en la que expresó su “admiración” por el papa Francisco.

“Los dos papas” imagina una serie de encuentros a puertas cerradas en 2012 entre el por entonces Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio (Jonathan Pryce), y el papa alemán Joseph Ratzinger/Benedicto XVI (Anthony Hopkins), en los que se enfrentarían dos visiones opuestas sobre la fe y la Iglesia, sobre el perdón y la redención.

Para Meirelles, el juego de oposiciones entre Francisco y Benedicto era interesante porque “representan dos lados distintos de la Iglesia”.

“Bergoglio pertenece a una visión de una Iglesia que dialoga con el mundo, que tiene que escuchar al mundo y transformar a la Iglesia. Ratzinger quería un mundo que se ajuste a la Iglesia y no al revés”, comentó.

“Son dos visiones completamente opuestas y la película muestra cómo hubiera sido un encuentro entre ellos”, explicó el cineasta

Añadió que si bien esos diálogos íntimos a los que accede el espectador son puramente especulativos, “a la vez son muy verdaderos, porque están inspirados en cosas que han dicho o escrito alguna vez”.

Un aspecto trascendental de la cinta son los flashbacks en los que se relata el trabajo en Argentina de Bergoglio (encarnado por Juan Minujín) y que plantean el punto nodal de su conflicto como personaje: la culpa que experimenta por el secuestro por parte de la Dictadura de dos curas jesuitas que estaban a su cargo.

Francisco Jalics y Orlando Yorio trabajaban en un barrio popular del Bajo Flores en 1976 cuando fueron capturados por grupos de tareas, y luego retenidos y torturados durante cinco meses antes de ser liberados.

“La película es sobre la culpa, por eso volvemos a la Argentina para hablar de ese período”, aseguró el director, quien rodó esas escenas en Campo Tongui, en el partido de Lomas de Zamora.

Meirelles confió que el Bergoglio de la cinta, que tenía acceso a Emilio Eduardo Massera, jefe de la Armada durante la dictadura militar y partícipe del golpe de Estado de 1976, “se siente culpable, porque cree que podría haber hecho más, evitar que eso pasara y no lo hizo”.

“En el guión es un evento clave. Benedicto también tiene su culpa, entonces la historia trata de los dos intentando perdonar al otro y perdonarse a sí mismos”, afirmó el realizador.

En ese discurrir entre Benedicto y Bergoglio, inicialmente en tono receloso y confrontativo, y luego cada vez más comprensivo y fraterno, se gestaría la sorpresiva renuncia del papa alemán y la elección posterior del cardenal argentino como Pontífice.

Para él, y para la mirada que ofrece la película, fue ese pasado turbio que vive con culpa y el peso de un papado que no debió tocarle si no fuera porque Ratzinger decidió hacerse a un lado, el que terminó por transformar a Bergoglio y la forma en que se comunica con el mundo.

“Charlando con mucha gente que lo conoce, todos dicen que era muy diferente de lo que es como papa; que era un hombre muy serio, que nunca se lo veía sonriendo, muy austero y muy duro”, recordó el director sobre sus descubrimientos durante el proceso de investigación previo al rodaje, y aseguró: “A mucha gente no le gustaba; lo respetaban mucho pero personalmente era muy desagradable”.

“Después cambió completamente, y se convirtió en una figura dulce y de consensos”, completó.

Finalmente, Meirelles aseguró que valora especialmente a Francisco “como político” más que como religioso y que consideraba que en la época en la que vivimos, que a menudo parece “una distopía”, ”Bergoglio es la única voz que tiene poder que lucha contra la construcción de muros, que dice que hay que derribarlos”.