Fotos: Guido Adler

Por Guido Brunet

Fito Páez y su público finalmente pudieron reencontrarse tras un año y nueve meses desde la fecha en que estaba programado originalmente su show en el Hipódromo del Parque Independencia.

El concierto, que iba a realizarse el 13 de marzo (día de su cumpleaños) del 2020, debió suspenderse a último momento por la llegada de la pandemia al país, que días más tarde decretaría un cierre de actividades.

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Si bien el valor de las entradas fue devuelto rápidamente -y para quienes no lo hicieron los tickets originales eran válidos para esta nueva fecha-, los seguidores del músico se quedaron con las ganas de verlo y escucharlo en vivo. Hasta que al fin ese momento llegó, y se disfrutó a pleno. Unos diez mil espectadores, entonces, vivieron intensamente un inolvidable concierto del artista nacido en la ciudad.

 

El show de Killer Burritos ofició de entrada ideal para la velada, con un sonido ajustado y canciones que evocan a la mejor expresión del rock. Tras esto, se exhibió en las pantallas gigantes un corto animado de la serie «El Baile de los Salvajes» de Martín Ameconi, que cuenta las vicisitudes por las que atraviesan tres desconocidos que comparten auto para viajar al concierto de Páez en Rosario.

Al culminar la proyección, el telón subió y la banda arrancó con un contundente «Tema de Piluso», una de las tantas canciones dedicadas a la ciudad con su «Rosario siempre estuvo cerca», que se convirtió en un lema rosarigasino.

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El concierto tránsito entre presentaciones de canciones de su último disco Los Años Salvajes apenas sacado del horno, como «Vamos a lograrlo», “Lo mejor de nuestras vidas” y «La música de los sueños de tu juventud», una preciosa canción con aires de zamba que ya merece un lugar en la sala de los clásicos de Páez.

 

También hubo lugar para mostrar piezas de «La conquista del espacio», que iba a ser presentado en el show postergado, como la que le da nombre al disco, «La canción de las bestias» (otro de los grandes nuevos temas de Páez, junto con «Mi vida tu vida» de La ciudad liberada) y «Nadie es de nadie».

Obviamente estuvieron los hits que nunca pueden faltar como “Un vestido y un amor”, “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, “Tumbas de la gloria”, «Brillante sobre el mic», “Mariposa Technicolor”, “Dar es dar”, “Al lado del camino”, «Ciudad de pobres corazones» («porque hay cosas que hay que cantarlas para mostrar la porquería que pasa en el mundo»), “El amor después del amor” y “11 y 6”, seguido por “El chico de la tapa” porque entre presentaciones y clásicos también hubo lugar para temas que habitualmente no forman parte del repertorio del rosarino, como “Polaroid de la locura ordinaria” e “Insoportable” del disco Naturaleza Sangre, así como el tema que bautiza esa placa. Hasta Páez se dio el lujo de hacer una improvisada versión de “El Aguante”, tema de la etapa Say No More de Charly García.

 

Así, el concierto viajó entre los permanentes coros de la gente que acompañaba con su voz cada canción, un mar de luces de celulares en algunos pasajes, y el típico juego en “Circo Beat” en el que cada parte de las gradas canta una parte del tema.

De esta manera las canciones y las emociones se encadenaron en una fecha que no se vivió como una más, ya que tuvo el dulce sabor del regreso a un lugar querido, que en este caso es tanto una ciudad como la ceremonia del recital misma.

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Durante el extenso show se vio un Páez permanentemente agradecido al público, y “vergonzoso” en una de las tantas veces que fue coreado, al manifestar: “A mí solamente me tocó tocar estas canciones para todos nosotros, que somos una gran tribu”.

 

También se observó una banda totalmente consolidada integrada por el bajo de Diego Olivero (productor de los discos de Páez, y su mano derecha); los teclados de Juan Absatz; la guitarra acústica de Carlos Vandera, quien se lució en coros; Juani Agüero, quien brilló en varios momentos con sus solos de guitarra, y la gran actuación de Gastón Baremberg en batería.

Fueron tantos los temas, sentimientos y las palabras que el show se extendió por casi dos horas y media. Al hacer los ya consabidos bises, la banda se despidió, pero sorpresivamente luego regresó para tocar algunos temas más. Porque ni los músicos ni el público querían que terminara esa noche del reencuentro.