El rock puro y guitarrero, sin poses y directo, finalmente llegó a Lollapalooza Argentina en la noche del cierre con el rotundo show de Foo Fighters, que además se posicionó como uno de los mejores en esta edición que se inició el viernes en el Hipódromo de San Isidro, junto con el que brindó en la jornada de apertura Miley Cyrus.

En la que definitivamente fue la presentación más larga de este encuentro musical, con su extensión de poco más de dos horas, el set del grupo liderado por Dave Grohl fue un auténtico torbellino sonoro que no dio respiro a la multitud que colmó el lugar.

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Extremadamente simpático y comunicativo, el ex Nirvana descolló como showman solo con su carisma, lo que sumado al demoledor sonido del grupo conformó un cocktail explosivo que difícilmente pueda haber dejado disconforme a alguien.

Hasta anoche, esta séptima entrega dejaba como saldo algunos puntos altos, en donde en el plano local sobresalían ampliamente Wos y Litto Nebbia, y en el internacional Miley Cyrus parecía haber cerrado cualquier posible discusión en la primera noche, hasta que Foo Fighters se puso a la par sobre el final del festival.

El temblor que provocó la banda de Seatlle comenzó a presentirse cuando Dave Grohl pisó el escenario y generó con «Times Like This» el suspenso necesario hasta el momento de la explosión de toda la formación.

«The Pretender», «Learn to Fly», «No Son of Mine», «The Sky Is a Neighborhood» y la cautivante «Shame Shame» fue apenas el vendaval inicial. Sin embargo, la mano maestra de Grohl hizo que cada interpretación, por intensa que sea, no se presentara como una especie de sucesión de golpes a la cara al estilo ramonero, sino que manejó intensidades y silencios como para tomar envión.

Allí es donde el resto de la banda respondió de maravillas y no titubeó en seguir la batuta que el líder fue manejando de manera improvisada en un constante doble juego: con el público y con sus compañeros.

Entre ellos, encontró en el baterista Taylor Hawkins a su gran parteneire, en lo musical y en lo performático. Acaso, el momento cúlmine fue cuando este fue invitado al centro del escenario y Grohl pasó a ocupar su lugar en la batería para una sorprendente versión de «Somebody to Love», de Queen, que tuvo su gran mérito en no pretender ser una copia de la original.

En el jugueteo musical, el grupo regaló también breves guiños a Los Ramones con un pasaje de «Blitzkrieg Bop», The Who con «My Generation», y al clásico bailable «Gonna Make You Sweat».

«Lo saben, son la audiencia más loca de todo el puto mundo», dijo con evidente sinceridad Grohl y lo repitió más adelante. Si hacía falta una prueba de ello, un fan le acercó un retrato suyo que lo sorprendió. «Tienen un Picasso en casa», dijo a la audiencia a modo de elogio al autor de esa obra.

Tras la infaltable «Best of You», Grohl invitó al escenario al creador del festival y líder de Jane´s Addiction, Perry Farrell, para una excelente versión de «Been Caught Stealing»; en un formidable cruce.

«No me gusta decir adiós porque vamos a volver», dijo el músico, quien parecía no querer irse, antes de cerrar con «Monkey Wrench» y «Everlong», y redondear así una memorable actuación.

Paradójicamente, en una grilla con un amplio predominio de artistas de ritmos urbanos, una buena dosis de pop y rock alternativo, probablemente la única banda cultora de un rock directo sobresalió por sobre el resto.

Por caso, la tercera fecha tuvo en otro escenario en simultáneo con Foo Fighters a L-Gante, en su debut en un festival masivo; Babasónicos había hecho lo propio una hora antes y el DJ Martin Garrix despedía con su set bailable a esta edición.

La tarde se había presentado en un plan pop bailable con Emmanuel Horvilleur y Alessia Cara, y cuando se iniciaba el crepúsculo fue tomando un matiz más cercado a los ritmos urbanos con Tiago PZK, otro debutante, y el puertorriqueño Jhay Cortez.

La carismática Alessia Cara animó el primer tramo de la tarde con un interesante set de canciones pegadizas y un notable desempeño vocal; y dejó así la mesa servida para que en el escenario más cercano hiciera lo suyo Emmanuel Horvilleur.

«La tercera es la vencida», dijo el ex Illya Kuryaki and The Valderramas, al aludir a dos cancelaciones previas que sufrió en el festival, una de ellas en 2018 por una fuerte tormenta y la otra en 2020 por la pandemia de coronavirus, por lo que su set tuvo gusto a revancha.

Con esa energía contenida, el artista hizo gala de su elegante estilo cancionero de bases funky y souleras, y se paseó por lo más selecto de su repertorio.

Así pasaron «Radios», «No como», «El hit» y «Llámame» junto a Goyo Degano, de Bándalos Chinos, entre otras.

Sobre el final, recordó su paso por este festival cuando conformaba el famoso dúo junto a Dante Spinetta, le mandó un saludo a su antiguo compañero y, así como un rato antes había regalado una estrofa de «Abarajame», decidió cerrar su performance con «Jugo».

El estilo pop que tiñó a esta última tarde cambió bastante cuando el sol comenzaba a despedirse aunque no así la invitación al baile con el debut de Tiago PZK y su oferta de ritmos urbanos.

Visiblemente desbordado por el marco, el joven artista ingresó al escenario como un rapero gansta, se puso romántico, coqueteó con el R&B y se metió de lleno con el trap y el rap a medida que fue avanzando su actuación.

«Este es mi primer show. Hace un año y medio yo no estaba en ningún lado. Miren dónde estoy ahora. Se puede, guachos, todo se puede», dejó como gran mensaje de su presencia en el festival.

Esta tendencia urbana se intensificó en los primeros minutos del anochecer con Jhay Cortez, quien se paseó por el rap, el trap y el reggaetón; y entada la noche con L-Gante y su cumbia 420. Aunque claro que, para entonces, Foo Fighters ya estaba con su volcán sonoro en plena ebullición.

De esta manera llegó a su fin esta séptima edición que marcó el regreso del festival tras un parate obligado de tres años por la pandemia de coronavirus. Cabe recordar que la versión 2020 se canceló pocos días antes por el inicio de las restricciones sanitarias.

Las cerca de cien mil personas que desfilaron cada día por el predio y la amplia oferta de actividades que acompañaron a la música arrojaron que el festival mantiene su espíritu, por lo que tiene asegurada una larga vida.