Cuatro décadas después del debut del arqueólogo más famoso de la pantalla grande, el veterano Harrison Ford se calza por última vez el fedora y el látigo en «Indiana Jones y el dial del destino», quinta entrega de esta franquicia que, con su estreno en salas locales el próximo jueves, se despide de un ícono absoluto del cine de aventuras.

Un poco lejos de ser el héroe inusual que el público recuerda, listo para esquivar trampas y golpear nazis, el protagonista que encuentra su periplo final no es el mismo de siempre: al borde de la jubilación, solitario, algo abrumado por su entorno, un poco mal llevado y sarcástico como de costumbre, el paso del tiempo también le tocó al profesor Jones. Pero para Ford, justamente, esa era la partida ideal.

«Es un gran lugar para empezar, nunca te hubieras esperado verlo en ese contexto, y a la vez encaja con su conducta de una manera hermosa», afirmó el actor de 80 años.

Ford saboreó la fama de la mano de George Lucas con Star Wars y su Han Solo en «La guerra de las galaxias» (1977) y su secuela, «El imperio contraataca» (1980); y fue una coincidencia entre el autor de esa ópera espacial y su colega Steven Spielberg -que venía de dirigir «Encuentros cercanos del tercer tipo» (1977)- lo que engendró este segundo hito en su carrera.

De vacaciones en Hawái, la idea que Lucas tenía guardada sobre un tal «Indiana Smith» y sus ganas de modernizar los antiguos seriales cinematográficos de los 40 conocieron el interés de Spielberg de encarar un proyecto del estilo James Bond. Hijos prominentes de un Nuevo Hollywood que cada vez se fusionaba más con la reaparición de los grandes estudios en busca de tanques, la dupla de realizadores vio el potencial, le dio algo de forma y se fue directo a Paramount a firmar un contrato por cinco películas.

Ahora, tras una precuela de 1984 y dos secuelas -una en 1989 con Sean Connery como el padre de «Indy» y otra no tan bien recibida en 2008-, llegó el momento de cerrar esta saga que ocupa un espacio indiscutido en la cultura pop, con un patrimonio ampliado de series de televisión, cómics, novelas y hasta videojuegos que impulsaron aún más su influencia en el mundo del entretenimiento.

La tarea, en manos de Disney luego de adquirir Lucasfilm en 2012, quedó a cargo de Mangold, quien adoptó el desafío de suceder a Spielberg luego de cosechar elogios por «Logan» (2017) y «Contra lo imposible» (2019) y que, rescatando el espíritu de Indiana Jones pero sin dejar de aplicar sus propias herramientas, puso en marcha la producción después de cuatro años de idas y vueltas.

En «El dial del destino», un episodio del pasado intrépido del protagonista se vuelve a manifestar a fines de la década del 60, cuando su ahijada, Helena Shaw (una refrescante Phoebe Waller-Bridge), lo sorprende con la misión de buscar la otra mitad del Anticitera, un artefacto creado por Arquímedes que tiene el riesgoso poder de controlar el tiempo y viajar a través suyo.

También codiciado por Jürgen Voller (Mads Mikkelsen), un exmiembro del Partido Nazi y actual empleado de la NASA, el objeto es, como en cada entrega, la excusa perfecta para desatar la secuencia de persecuciones internacionales, peleas y escapes trepidantes que hacen a la esencia de esta franquicia.

De paso, su sintonía -no necesariamente metafórica- con el sentido de la historia, con la tentación de volver atrás o escapar del presente, hace que funcione en un nivel más emotivo y acorde a este adiós a un personaje que ya cumplió con lo que vino a hacer.