Por Alejandro Maidana

Diego Rodríguez (Diego el Mago Tv) y su compañera de vida y profesión, Analía Méndez (La payasa Pirula), iniciaron hace diez años este camino que día tras día dignifica los días de las y los desvalidos. Una demostración concreta de que los seres humanos vibramos a través de la sensibilidad y empatía, eso que traemos de fábrica, pero que difícilmente nos atrevemos a explorar.

Una familia dedicada a escudriñar, en profundidad, esos mensajes que en voz baja intentan socializar los corazones jaqueados por la desesperanza. Un apostolado artístico que interpela desde la vereda de la coherencia, toda decisión pública y privada que impulse el segregacionismo más deleznable. El acceso a la cultura es un derecho que debe conquistarse, un faro que debe iluminar la vida de quiénes no se resignan a transitar un plano de luces apagadas.

Diego y Analía se fortalecieron esquivando prejuicios y discriminación, cicatrices de dos almas inquietas que, en lugar de abandonar la pelea, doblegaron una apuesta que los tiene como seguros ganadores. Excluidos del sistema cultural, por acción y omisión de quienes manejan la marioneta universal fortalecieron su ideología, esa que los lleva a compartir su arte con los más postergados a cambio de trocar, al menos por un instante, angustia por la felicidad.

De Roldán para toda la región, estos artistas itinerantes no descansan, dándole vida a distintos personajes y sketches. “A mi carrera la puedo referenciar a través de dos etapas de trabajo, la primera, con un unipersonal que compartí con otros socios, y una segunda que nació hace diez años, y que hasta la actualidad lleva el nombre de <Diego el Mago Tv y Pirula también>. Con mi compañera llevamos una década trabajando juntos, y en lo particular este año cumplo 27 años compartiendo el camino con niñas y niños”, sostuvo Diego Rodríguez.

Analía Méndez es Técnica Superior en Familia y Niñez de la Municipalidad de Roldán, vecina localidad que la cobija junto a Diego y Mirko, su pequeño niño. Lleva 18 años trabajando en el área de Acción Social, si bien su vida siempre estuvo ligada a lo artístico, y es allí donde la figura de Edgardo Rosini cobra una exquisita relevancia, ya que fue quién le hizo conocer y amar el teatro de lo absurdo.

Tengo la certeza que a un país se lo transforma desde sus bases, por ello la cultura infantil es tan importante.

A Diego «el Mago» y Pirula, los impulsa un profundo amor por el público infantil, a quién consideran el más genuino de todos. “En mis inicios me dedicaba a pintar cuadros, si bien los mismos no me llenaban, allí elijo comenzar a transitar la línea de lo teatral. Tuve que decidir 26 años atrás a qué público iba a apuntar, y entre el teatro para adultos y el de niños, me incliné sin dudarlo para este último. Tengo la certeza que a un país se lo transforma desde sus bases, por ello la cultura infantil es tan importante, desde ese punto de pensamiento, mis inicios y hasta el día de la fecha, tienen su anclaje en llevar el arte a los lugares más marginales”, sostuvo el mago.

El camino de lo barrial, de lo popular, se erige como un estandarte para aquellos que desde siempre estuvieron ligados a lo que el «mercado» menosprecia. “Mis inicios fueron en Villa La Lata junto a un grupo de compañeros de trabajo, para luego seguir transitando distintos lugares, siempre desde el under. Trato de evitar los teatros, ya que al público que apunto, le es imposible acceder a los mismos por los costos, pero por sobre todas las cosas por la incomodidad que generan estos lugares a quienes sienten vergüenza de sentirse discriminados. Con esto no quiero decir que quiénes se encuentran arriba del escenario no estén preparados para recibirlos, pero el teatro en su conjunto apunta a otro público, en lo particular he intentado llevar ese público popular a los espectáculos, y el mismo fue discriminado”, disparó Diego.

La realidad es muy cruel, ya que el arte suele llegar a los barrios más carenciados solo en el día del niño, o cuando los políticos necesitan hacer campaña.

Los recuerdos van y vienen en una charla tan amena como imprescindible. Llevar el teatro a la villa como ariete para revolucionar el arte. “Recuerdo que, en nuestra época de novios, trabajábamos juntos en el barrio de la hermana Jordán en Empalme Graneros. Desde ese momento recorremos juntos aquellos lugares postergados, ya que lamentablemente el arte popular no llega a quienes más los necesitan. La idea que muchos bajan en este país, es que el arte popular es de cuarta, yo nací en barrio La Lata, a mi nadie me puede hablar de pobreza, de discriminación y humillación, por ello disfruto mucho llevar nuestro arte a esos lugares”, dijo Analía Méndez (Pirula).

Una miserable realidad que golpea sin miramiento alguno a las y los descalzos. La pobreza sigue siendo en este país con una matriz económica para pocos, el cadalso para los sueños de los olvidados.  “A todo esto debemos sumarle la discriminación que sufrimos por parte de los medios de comunicación, que jamás les dan lugar a los artistas populares. La realidad es muy cruel, ya que el arte suele llegar a los barrios más carenciados solo en el día del niño, o cuando los políticos necesitan hacer campaña para acumular votos. Yo disfruto mucho de compartir el arte en esos lugares, territorio que muchos <caretas> que se jactan de ser populares no pisan, y que incluso le genera asco”.

Son muchos los lugares e instituciones que requieren de nuestro arte, pero tristemente para nosotros es imposible mover todo lo que la obra teatral requiere producto de los costos

Si bien el amor por lo que hacen no reviste duda alguna, llegar con un espectáculo a un barrio no es nada fácil, más allá de que Diego y Pirula donen su show. “Son muchos los lugares e instituciones que requieren de nuestro arte, pero tristemente para nosotros es imposible mover todo lo que la obra teatral requiere producto de los costos, ya que ahí se nos escapa la posibilidad de llegar y tenderles una mano, no podemos bancar todo. Desde mis inicios siempre tuve la esperanza de que la Secretaría de Cultura pueda acompañar este arte al menos solventando los traslados, pero recuerdo aquel día que solicité un vehículo solo para poder llevar aquello que necesitamos para la obra, y me dijeron que no estaba disponible porque dicho vehículo se estaba ocupando para la campaña política. A esto, debemos sumarle el eterno latiguillo de <no contamos con presupuesto>, pero claro, después no escatiman en derogar fortunas para montar un escenario en el Monumento Nacional a la Bandera que pueda servirles de trampolín electoral”.

No tienen confianza en que esta historia pueda mutar, si bien sostienen que con la Ley de Medios la cosa pareció acomodarse un poco, ese sueño se esfumó con la ligereza de una liebre. “Lamentablemente en este momento nosotros no contamos con un espacio de TV, lo mismo sucede con los teatros, con éstos últimos, prácticamente debemos trabajar para ellos, por ello preferimos gastar ese dinero en darles una función a los pibes de barrio. En la repartija estatal para poder brindar espectáculos, tenés que, obligadamente, contar con algún contacto o ser soldado del partido de turno. Así funciona el sistema, dos años atrás en el encuentro de cultura, los gorreros o malabaristas no estaban representados, en esa oportunidad me tocó ser orador y pude marcar esta situación. Rosario les da la espalda a los gorreros, y este arte brota por todos lados, en cada semáforo. Los populares somos invisibilizados, no por ser populares no vamos a contar con talento o profesionalidad, nos sentimos muy discriminados por este sistema elitista. Nosotros no hacemos arte popular o arte villero como nos gusta definirlo en representación de algún partido político popular, lo hacemos como sentido de pertenencia, ya que consideramos que el arte debe ser para todas y todos. Aquí en Roldán tenemos una calesita a la gorra que se encuentra en el barrio de Villa Flores, un barrio de obreros, un barrio pobre, en donde aquel que puede aportar una monedita lo hace, y el que no, va a disfrutar igual”.

La magia está en poder participar de eventos y entregar todo arriba del escenario para torcer esa realidad que abruma al barrio al menos una hora.

Sorteos con una ruleta al estilo kermesse, donde aquellos que ganan se llevan un juguete nuevo, o títeres que hace con sus manos y mucho amor Diego, buscan entibiar los días de los más bajitos. “Tanto la calesita como a los espectáculos los sostenemos con nuestros ingresos, autogestionamos nuestro arte. Nos manejamos por fuera del Instituto Nacional del Teatro y las Secretarías de Cultura, ya que siempre que golpeamos las puertas, no encontramos con evasivas, por ello debimos ir consolidando la apuesta independiente. La calesita de Roldán fue construida por mí, ya que cuando fui a solicitar una ayuda a la secretaría local, me invitaron a realizar un microemprendimiento de pan casero. El arte no es considerado una profesión, un trabajo, para el Estado, sin embargo, somos muy felices de poder compartir nuestro camino con los mas pequeños. Nosotros entendemos a nuestro público, porque compartimos el mismo estrato social”.

Diego y Pirula cuando encontraron cerradas las puertas de los medios tradicionales por la cultura que profesan, así lo argumentan, se les abrieron las de las redes sociales, y no dudaron en aprovecharlas. “Si bien en la actualidad no existe la censura como había en la época del golpe militar con las listas negras, lo que hoy sucede, es la imposibilidad de acceder a un espacio de difusión por los altísimos costos. Por ello estamos muy cómodos y felices de llevar adelante nuestro trabajo por las distintas redes sociales, contamos con la libertad de poder hacer lo que nos gusta para un número ilimitado de personas. No existimos para el sistema cultural, la excusa en su momento del estado municipal fue que a nosotros no nos elegían, cuando en pandemia tuvimos mas de 100 personas en el patio de nuestra casa. Si bien tenemos nuestro público, nos manejamos por los arrabales culturales, un poco por obligación, y otro poco por elección. Quizás seamos tan malos o no, como muchos otros artistas infantiles, a nosotros nos ha tocado trabajar en un basurero, y la magia de ese día fue hacerles olvidar a las niñas y niños del lugar, en que condiciones viven. La magia está en poder participar de eventos y entregar todo arriba del escenario para torcer esa realidad que abruma al barrio al menos una hora, pocos saben de la magnitud que representan tan solo 60 minutos de felicidad en chicos despojados de todo.

Nuestra decisión de trabajar por fuera del teatro es meramente ideológica… No somos chetos, pero somos cultura también”.

Un recorrido por dos carreras artísticas en carne viva, una función conmovedora que amerita repetirla una y otra vez en cualquier rinconcito del país en donde lo popular, golpee la puerta de esta familia de artistas. “Por último, quisiera acercar otra anécdota, tiempo atrás fuimos contratados para tratar de colaborar con un centro de evacuados por las inundaciones en Santa Fe, allí nos concentramos distinto artistas. Mientras que en un galpón se concentraban los adultos junto a un grupo de artistas, en el otro estábamos nosotros como espectáculo infantil, la cosa fue que de a poco se fueron acercando los más grandes superpoblando nuestra obra, y dejando casi desierto el otro galpón. Eso nos valió que los celos artísticos de parte de los colegas se hagan sentir, pero la culpa no fue nuestra ni del público, la gente quería reír, necesitaba un momento de alegría ante tanta amargura. Con Pirula somos muy claros, cuando en el espectáculo vemos a una niña o niño triste, a ese o esa a quién le apuntamos para arrancarle una sonrisa. Nuestra decisión de trabajar por fuera del teatro es meramente ideológica, ya que nuestro público se encuentra afuera de esas cuatro paredes, nuestro camino está cimentado en acercarle la cultura a los menos pudientes. Hay algo que debería quedar muy claro, <No somos chetos, pero somos cultura también>”.