Un amanecer nublado, con el rastro de una noche lluviosa pero una temperatura casi perfecta, prologaron la primera jornada del 69° Festival de Cannes, que sigue siendo –y nada indica que eso pueda cambiar- la muestra cinematográfica más importante del mundo.
El certamen que según su director artístico Thierry Frémaux “está más allá de todo”, este año cuenta con una programación que promete ofrecer los mejores nombres de la actualidad del panorama cinematográfico internacional, en una lista que arrancó con Woody Allen y su “Café Society”.
El cineasta estadounidense que ya estuvo una docena de veces en Cannes donde es una suerte de elegido del festival, cuenta esta vez la historia del sobrino de un productor de Hollywood en la década del 30, interpretado por Jesse Eisemberg, que tiene como principal deseo triunfar en Hollywood, en una aventura que no excluye romance, resignación, y hasta mafia y que propone también toques de humor negro.
Allen consigue marcar todos esos tonos gracias a un guión muy bien estructurado, en el que nada está de más ni de menos, con mucho conocimiento de dónde ponerse romántico, cínico, y hasta emotivo; un casting perfecto de esos en los que se destacan hasta los muy secundarios, con una muy cuidada –al extremo- recreación de época incluidos los guiños digitales para recortar una Nueva York (que ya eternizó en «Manhattan») muy diferente a la actual, y una selección musical memorable.
Frémaux acertó al incluir la obra de Allen en la apertura pero fuera de la competencia por la Palma de Oro, algo que el mismo director agradeció en la conferencia posterior al pase de prensa de hoy de la película, donde estuvo acompañado por cuatro de las figuras centrales del filme: Jesse Elsemberg, Kirsten Dunst, Blake Lively y Corey Stoll (solo faltaba Steve Carrel) y el director de fotografía Vittorio Storaro.
El cineasta explicó que no le encontraba lógica a que un grupo de personas –el jurado- determinara qué es lo mejor en materia de cine y bromeó diciendo que ”la competencia es buena para el deporte pero no para el cine».
En la charla con periodistas de todo el planeta (hay 5000 acreditados) también dijo que «el ambiente de su historia, dominado por los estudios de Hollywood, se parece al de ahora, dominado por un mundo extremadamente mediatizado».
Entre otras cosas Allen aseguró que es romántico “…y muchas de las películas que más me entusiasman son románticas” y que él mismo lo experimentó al hacer “Match Point” y también habló de cómo se siente a los 80 años: “Estoy joven, en plena forma, hago ejercicios y ¡la longevidad es fantástica!”.
Fremaux, que lleva una larga trayectoria al frente del festival, pero que sin ser su presidente –papel hace un año ejercido por Pierre Lescure- abrió nuevamente la polémica según consignó aquí ayer el diario Le Figaró.
Le endilgan al director artístico de Cannes haber elegido para este año una oferta excesivamente «comercial», con muchos nombres que ya sonaron demasiadas veces en las nóminas de posibles candidatos a llevarse la Palma de Oro que corona a los ganadores de cada entrega,
En respuesta a las críticas, Frémaux preguntó al periodista y los lectores de Le Figaró; “¿Por qué Cannes se privaría de los grandes cineastas que se llevarán los palmarés y los ‘premios de fin año’? A ellos les recuerdo que (Bruno) Dumont no viene aquí hace una década y que (Pedro) Almodóvar no lo hace como director hace cinco años, por lo que no podemos llamarlos ‘habitués’”, señaló en referencia a los autores que en esta edición se presentan con sus últimas obras, “Ma Loute”, un drama ambientado a principios del siglo XX, y “Julieta”, respectivamente.
También entre los críticos se argumentó que los últimos filmes de Allen no son los mejores de su carrera a lo que Frémaux insistió en que “los autores de grandes títulos son aquellos a los que Cannes sigue con atención” y que eso “no es como un auto alquilado que hay que devolverlo al llegar a destino, cuando las luces bajan de intensidad”, y puso los casos de Gaspar Noé y de Paulo Sorrentino, el segundo reconocido con el Oscar de Hollywood después de llevarse la Palma de Oro con su maravillosa “La grande belleza”, como los renovadores.
También se le ha achacado al programador de Cannes la falta de cineastas negros, como ocurrió con la última entrega de los Oscar, frente al equilibrio no buscado pero sí visible, de obras dirigidas por mujeres y hombres, atribuido a que de los 64 premiados con la Palma de Oro (algunos directores se la llevaron dos veces), hubo una sola para una mujer, Jane Campion por “La lección de piano”, en 1993.
Las cifras de Cannes son realmente llamativas: Estados Unidos mereció hasta ahora la mayor cantidad de Palmas, 16 en total, seguido por Francia con 10, Italia con 8, el Reino Unido con 7, Japón con 3, Austria, Dinamarca, Turquía, Yugoslavia y Polonia con 2, China, Suecia, Argelia, Irán, Rumania, Rusia, Grecia, Tahilandia, Nueva Zelanda, y los dos únicos latinoamericanos, Brasil y México, con uno, y como particularidad se puede señalar que 36 de estos títulos tienen una duración superior a las dos horas.
Esa es otra curiosidad que no cambia con el paso de los años, y en esta edición hay unos cuantos filmes de duraciones que merecen una muy buena justificación tanto para críticos como para los exhibidores que al estrenarlos tienen menos pases diarios en las salas, como esta vez ocurrirá con “Sieranevada”, del rumano Cristi Puiu, y “Tony Erdmann”, de la alemana Maren Ade, que rozan las tres o, “Madmoiselle”, del coreano Park Chan-wook, con dos y media.
Unas de las reflexiones que surgen de esta idea, que a veces tiene justificación artística y otras solo comercial, es que se da en los últimos tiempos un crecimiento en la duración de muchos filmes mientras que en otros ámbitos, en especial los relacionados con la comunicación y la información, se reducen y pasan a formar parte de la que podría sintetizarse como “La Era del Twitter”.