«Miragem», de Eryk Rocha, pone en pantalla en Cine.ar y Cine.ar Play la historia de un taxista que piensa en cómo retomar la relación con su hijo, mientras la violencia y la tensión de Río de Janeiro coexisten en su taxi junto al mundo artístico y cultural y las bellezas naturales de la ciudad carioca.

«Río no es una ciudad maravillosa, sino que tiene paisajes maravillosos y exuberantes, con una naturaleza imponente, pero con una sociedad con profundas desigualdades sociales, con un abismo muy fuerte», dijo Rocha a Télam sobre esta coproducción argentino-brasileña que se paseó por varios festivales internacionales.

«Es una ciudad -sostuvo- muy abandonada, con muchos niveles de violencia que se entrelazan y millones de desempleados. Coexisten la belleza, que está en el pueblo negro y su cultura artística, y la violencia diaria, que en gran parte surge del Estado, con un modelo autoritario y que es coautor de una violencia diaria, direccionada a la gente más pobre».

Paulo es un taxista nocturno, porque durante la noche, la ciudad está más tranquila y es más fresca, dice. Sin embargo, está tranquilidad contrasta con los borrachos que salen de las discotecas y con las situaciones de marginalidad.

En su taxi, Paulo está acompañado por la radio, por los audios de WhatsApp de sus colegas y la foto de su hijo, de 10 años, a quien no ve desde hace tiempo y por el que trabaja a rabiar para poder pagar su adeudada pensión.

Rocha apela a planos cerrados, dentro o fuera del auto, que observan de cerca la presión que vive Paulo para reencauzar la relación con su hijo, mientras encuentra un nuevo amor en uno de sus viajes.

«La idea nace de mi observación y escucha en los años que viví en Río, donde nací y crecí. Siempre me interesó el contrasté entre el día y la noche y el taxista como un narrador de esos mundos. Luego de 2016, el proyecto se transformó y vi cómo el taxista sufría en la piel la crisis social, económica y política en el país, así como Uber se volvió muy fuerte», dijo, a la vez que sostuvo: «Hoy Brasil vive en un caos sin esperanza y con poca perspectiva de futuro».

Télam: Es una ficción, con un retrato documental del entorno del personaje.

Eryk Rocha: El rodaje en las calles fue muy singular porque a pesar de ser ficción, es una película filmada con métodos y espíritu documental. Para el rodaje no cerramos ninguna calle, lo hicimos con un equipo muy chiquito. Quería que la ficción y el documental crearan una interacción entre ellos y que rompiera la frontera. Fue un rodaje muy intenso y tenso, y al mismo tiempo siempre la puesta en escena abierta para esa ciudad que afectan e invaden al auto y al personaje. Una ficción muy porosa al documental. Como se trataba de un rodaje por la noche en la violencia de Río, en lugares peligrosos, fue muy arriesgado. Todo el equipo incorporó ese espíritu y creo que toda esa energía se puede notar.

T: Hay una situación contrapuesta entre Paulo y su deseo de retomar la paternidad, y Karina, quien no quiere se madre.

ER: Pienso que Paulo está viviendo un momento de transición. En el pasado fue un padre ausente. De alguna forma empieza a buscar cómo volver a aprender a ser padre. Y ahí están las contradicciones, porque es heredero de una sociedad machista. Me parece que el encuentro con Karina es fundamental porque con su fuerza, provoca a Paulo y lo lleva a la acción. A su vez, Karina lo sorprende cuando le dice que no quiere ser madre y me parece importante por la emancipación y autonomía de la mujer.

T: Paulo sufre, pero también siente culpa. ¿En qué punto tiene derecho a reclamarle a su ex mujer y en qué punto se ganó la duda de ella?

ER: Pienso que no es una cuestión de culpa, yo no veo la vida reducida a ella. No veo el cine y la vida así. Lo que le pasa a Paulo es más complejo. Él es un hombre que es heredero de una sociedad machista y patriarcal, así fue educado, como casi todos los hombres. Por eso, estuvo ausente con su hijo, pero está mezclado con un momento de presiones, desesperación y desempleo. Es la historia de millones de brasileños que quedaron sin trabajo, se divorciaron y se distanciaron de sus hijos. Esto hace a la historia de Paulo. Ni él ni su ex mujer son malos, cada uno tiene sus razones. Ella puede ser un poco dura, pero no intento juzgar, sino entender por las situaciones que los condicionan. En la película, Paulo está en una nueva etapa de su vida, con la intención de retomar el trato y conseguir la pensión para su hijo, que es lo que realmente lo moviliza. Tiene algo de culpa y un nivel de pasividad. En Brasil, el 50 por ciento de las mujeres crían a sus hijos solas.