La luthería, como oficio artesanal, ha sido de suma importancia para los músicos que han deleitado con su expresión musical a millones de personas a través del tiempo y la historia.

Esto es porque la responsabilidad del luthier tiene que ver con el compromiso que tenga a la hora de poner a punto de calibración, limpieza y cuidado el instrumento que se está reparando.

«El trabajo del luthier se trata de adaptarse a la necesidad del usuario«, explicó Alejandro McHiuker, músico y luthier de M Rock Shop quien, junto a Juan Pablo Marín, también guitarrista y luthier, entienden que este arte ancestral no solo requiere de conocimientos técnicos, sino de un agregado de valor que está ligado a la vocación de servicio y al aprendizaje constante.

McHiuker contó sobre el oficio de la luthería que «data de los principios de la música, de manera no profesional, pero había que reparar los instrumentos, se creó como un oficio y se fue forjando de esa manera. Yo soy bastante nuevo en el tema, este oficio viene de siglos y siglos hacia atrás».

Consultado por sus inicios, el músico saxofonista contó que empezó «con instrumentos de cuerdas en el 2005», pero algo que lo pone «realmente feliz» es que fue «uno de los primeros en Rosario en trasmitir el oficio y dar cursos en el tema de construcción de instrumentos de cuerdas«.

Juan Pablo Marín, por su parte, habló del sentimiento compartido en las dos tareas que realiza con el instrumento musical. «La luthería es amor la música. Es poder dedicarme a la música desde otro lado. Darle a la gente la posibilidad de poder tener el instrumento en condiciones. Es un trabajo que me ha dado grandes satisfacciones y soy un histérico en lo que tiene que ver con la limpieza y el estado del instrumento«.

Lo que necesita el músico que busca un luthier

Ambos colegas acuerdan en el agregado de valor, en cuanto a la atención que se debe dar a un músico o música que llega hasta un taller de luthería, ya que el sonido de cada instrumento es particular. McHiuker explicó que «cada cliente viene a buscar algo distinto. Pueden venir dos personas con una Fender ‘Strato’; si bien hay un sonido predeterminado, hay un montón de cuestiones que se pueden buscar porque hay cuestiones muy personales en la música».

Y en esa línea, conceptualizó: «La búsqueda musical es más allá del instrumento, es un instrumento como lo dice la palabra, que sirve para expresar lo que tiene el músico adentro. Yo sería como un cirujano«.

Entender al instrumento se vuelve, en estos casos, una herramienta fundamental. McHiuker puntualizó que «todo tiene su lógica y está súper pensado». «Un ejemplo claro son los violines, que al día de hoy tienen clavijas cónicas, ni siquiera mecánicas, con engranajes que en el 2020 tranquilamente se le podrían poner, inclusive a mediados del siglo pasado se podría haber hecho. Pero se sigue respetando el clasicismo del instrumento porque puede que influya».

En este sentido, para Marín las cosas son muy claras: «Esa búsqueda es un proceso difícil se puede decir, porque si bien hay estándares que tienen que ver con el trabajo de luthería, uno quiere ponerle un valor agregado«.

«Es importantísimo poder escuchar al músico, saber que es lo que necesita, que es lo que quiere, que es lo que hace, que estilo, como desarrolla su actividad, en que momento, como estudia, como usa el instrumento, ese tipos de cosas. Uno debe indagar y charlar con el cliente. Eso tiene mucho que ver con el resultado final del instrumento», conceptualizó el guitarrista y reparador artesanal.

El saxofonista se remontó a una experiencia de años atrás, que sin saberlo resultaría profética: «La primera vez que llevé mi saxo a un luthier fue a Roberto Russel, que no solamente hizo lo que yo le pedí, sino que hizo más de lo que yo pretendía con el instrumento, y hoy en día es uno de mis socios».

Amor por la música y un poco más

Marín comentó que por suerte tuvo «facilidad con el tema de oficios». «Mi viejo se daba muchas mañas con el trabajo con las manos, y a mi me llegó de la mano de Ale en el 2013 e hice cursos con Emanuel Milanessi».

Y añadió: «Fue un proceso largo de encontrar el punto justo llevando todo ese conocimiento a los instrumentos, para no solamente convencer al músico, sino también uno como músico. Fue un laburo de muchos años y hasta el día de hoy sigo aprendiendo».

A la hora de definir puntalmente el oficio, el guitarrista y obsesivo de la limpieza del instrumento, exclamó: «Para mi hay una sola palabra que define lo que hago: amor. Mi amor por la música desde hace 20 años y el amor que le dejo al instrumento».

Ser luthier tiene sus premios y satisfacciones. «Me pone contento que la gente llegue hasta mi taller y me de la confianza. Y me pone extremadamente contento que la gente se vaya con una sonrisa en la cara«.