Por Mario Luzuriaga

Luis Machín llega a su Rosario natal para presentar su obra «El mar de noche». Este unipersonal es el diálogo que tiene un hombre cuando se encuentra en soledad y transitando un desamor.

Se presentará el próximo lunes en Plataforma Lavardén, pero antes dialogó con Conclusión acerca del espectáculo, su personaje y también se hizo un tiempo para recordar a su amigo y colega Pablo Cedrón.

-¿Quién le trajo la propuesta para hacer el unipersonal?

-Este material lo recibí hace unos tres años, de la mano del director Guillermo Cacace para hacerla en el teatro Nacional Cervantes, pero no la hicimos debido a que no les parecía relevante. Y hace un año volví a recibir el texto, me parecía que es un material que se tenía que trabajar mucho. Porque es un texto poético que había que encontrarle la teatralidad, pero esto al ser una sola persona y tiene una característica más narrativa que teatral. De la única manera que podría hacerlo, era trabajar bien el material y finalmente lo empezamos a poder hacerlo junto a Guillermo.

-¿Les llevó mucho tiempo poner el texto en escena?

-Más o menos un año y medio, hasta que decidimos mostrarla. En principio lo hacíamos en el emblemático hotel Castelar de Buenos Aires, pero sólo hicimos funciones para gente amiga. Pero notamos que el lugar daba demasiada información sobre el trabajo, entonces no le daba espacio al espectador para que lo complete en su cabeza. Y luego decidimos hacerla en la sala «Apacheta».

-¿Fue un desafío hacer este unipersonal?

-Sí, lo es porque es la primera vez que asumo la responsabilidad de hacer un espectáculo de estas características. No lo tenía como objetivo, pero ahora al hacerlo siento que me hubiera perdido la oportunidad de ser el único que tiene responsabilidad frente a la gente. No hay manera de poder apoyarse en otro, uno no ve más allá de uno mismo.

-¿Hay momentos en el unipersonal que  disfruta más interpretar?

-No, entiendo a lo que vas, hay momentos que en las obras tienen que llegar a un cierto punto. Acá uno también sabe que está atravesando el texto y que se encuentra con algunos mojones, donde uno se apoya para saltar a otra cosa. Todos los textos y todas las obras tienen algo de eso, pero «El mar de noche» es un relato, es un intento de diálogo con este otro que no está de forma corpórea, sino que está dentro de su cabeza. Si bien hay momentos álgidos como el momento en que culmina u otras escenas, son momentos que la gente lo asume de otro lugar. Todo está planteado de una sola manera, de cómo habla y cómo se siente esa persona.

-Cambiando de tema, ¿qué recuerdos tiene de su compañero Pablo Cedrón?

-Tengo los mejores, no sólo hicimos la película «Felicidades», sino que también televisión y teatro juntos. Fue un día muy triste para mi enterarme de esa noticia y también para la comunidad artística. Pablo no sólo era un actor, era un artista, también pintaba y viene de una familia de artistas. Es una pérdida muy cercana, fue un amigo con el que compartimos una amistad . Nos juntábamos mucho en una época con el «Puma» Goity, Verónica Llinás y Rafael Ferro a comer, Pablo era un gran anfitrión y cocinero también. Tenía una personalidad muy cautivante, muy amigo en su estilo, conocimos los detalles de una personalidad con muchos rincones para conocer. Quiero destacar que nos reímos mucho, era un narrador de historias único. Por suerte pude despedirme y darle un abrazo cuando estuvo internado.