Por Lisandro Werbin

“Sin Rouge” es uno de esos libros que marcan la excepción. No es común que Editorial Planeta, una de las más importantes del mundo, publique libros de autores que no residan en las grandes capitales o que gocen de las bendiciones del mass media. Sorteando los obstáculos de la geografía política literaria, Patricia Bottale llega a las librerías esta vez, no es la primera, para hablar sobre los hombres, desde los hombres. En su libro vemos el verdadero ejercicio de la escritura: la posibilidad de ser otros, de imaginar universos impensados y crear, o “recrear”, como ella bien dice, la realidad. “Sin rouge” es un libro ejemplar en varios sentidos: por el desafío de mirar desde otro lado, por la diversidad de sus historias, por la pericia narrativa y, también, por qué no, por representar a todos los escritores que pelean para llegar a las librerías, publicados por un sello prestigioso, que cuida celosamente su estampa. Para cualquier escritor, siempre es un privilegio estar en las listas de editoriales superlativas; pero, conociendo su trabajo, el privilegio va en sentido contrario: para Editorial Planeta, es un privilegio que Patricia Bottale esté entre sus nombres.

En el marco de la columna de Conclusión y Revista 70/30 sobre literatura, arte y cultura en general, la flexibilidad del espacio se presta también para hacer entrevistas. Y el primer encuentro es nada más y nada menos que con una escritora rosarina que tiene una trayectoria extensa, que cultivó alumnos, lectores y amigos, pero también escritores, porque Patricia Bottale coordina, hace treinta años, los talleres literarios “Palabras a Bordo”. Publicó libros de cuentos, acaba de terminar una novela, escribió “Un lugar para Francisco”, que fue reconocida por el Vaticano, y puesta en escena en el teatro El Círculo de nuestra ciudad, entre otros lugares. Después de mucho trabajo, finalmente, llegó a lo que todos los escritores de alguna manera queremos llegar, que es publicar con una editorial que no es poca cosa: Editorial Planeta. Entonces…

– Para comenzar, me gustaría que nos cuentes sobre este nuevo libro. ¿Por qué un libro sobre hombres? ¿Qué hay en esta temática que te convoca?

– Amo los desafíos, y este libro fue un desafío desde el comienzo. Primero, porque estamos en un momento de empoderamiento de la mujer. Creo que las reivindicaciones salariales, sociales y de toda índole son totalmente legítimas; pero a los hombres también les pasan cosas, y fue un desafío plasmarlo por escrito. Dentro de los cuentos y relatos hay mucho de realidad; recopilé historias, me contaron anécdotas y a esas anécdotas les di forma, siempre colocando al hombre en el rol protagónico. La ficción es superada por las experiencias reales que me han contado. La realidad supera la ficción, como como dice el dicho. Por otra parte, es un honor que el Grupo Planeta me edite y que considere que mi escritura es digna de su sello, porque son muchos años de esfuerzo, trabajo, constancia y bueno… uno va juntando ediciones, va juntando trabajos. En la charla TEDx, que di el año 2019, hablé justamente de esto. La llamé “Con tinta en la sangre”, para reflexionar sobre una vida con los libros. Por otra parte, me encuentro muy satisfecha de haber llegado a editar con este sello, que es tan respetado. Ahora bien, contestando a tu otra parte de la pregunta, cuando hablo de historias de hombres, no estoy hablando de religión, de tendencias sexuales, ni de tendencias políticas. No, lo mío fue bucear, espiar, como digo en el prólogo, un mundo que me era ajeno. Ajeno en su esencia, porque estoy rodeada de hombres fabulosos, así como también de personas miserables de todo sexo. Pero el mundo masculino, visto desde los ojos de un hombre, era un desafío.

– Hablás de una vida con los libros. Seguramente, leíste muchos libros escritos por hombres, libros que hablan de hombres y, si bien es verdad que la realidad supera la ficción, ¿cómo fue ponerte en la piel de un hombre, esto de espiar, de mirar por la mirilla de ese mundo que para vos era ajeno? ¿Sigue siendo ajeno? ¿En qué cambió tu mirada sobre los hombres?

– Todo en la vida tiene una base, que es la experiencia. La experiencia es intransferible. A lo largo de mi vida, cultivé muchos amigos varones, también está la relación que desde chiquita tuve con mi padre, que es el primer modelo masculino. Mi padre era un ser excepcional en cuanto a su carácter y a su complicidad. Lamentablemente, ya no lo tengo conmigo, pero es un referente y, sumado a mis amigos, a los hombres que han pasado por mi vida y a mi hijo, me hacen vislumbrar ese mundo sin rouge. Entonces, el gran desafío fue pensar cosas que les podrían suceder, que les sucedieron. En todos estos años, en el taller, hubo muchos hombres que me enseñaron la sensibilidad que tienen. Son los “hombres buenos”, como el título de la novela de Pérez Reverte. Pienso también en el gran poeta Armando Tejada Gómez, que me enseñó que la sensibilidad no tiene que ser sensiblera, sino que tiene que tener fuerza y no tanto romanticismo color rosa, por ejemplo. Busco siempre el impacto, la fuerza, y en esto tu escritura y la mía coinciden. Tanto los escritores que uno lleva encima, como la vivencia propia, me plantearon ese desafío. En relación a tu pregunta, no pienso ni mejor, ni peor, ni diferente. Sí fue enriquecedor introducirme, con la escritura, en ese mundo. Este libro es un pequeño homenaje a aquellos hombres que valen la pena nombrar, recordar, convivir, contener, amar, y no se crean que son todas flores… hay relatos en los que se ven sus miserias, aun con esas características de generosidad, de honestidad o de buen trato que pueden tener. Intenté introducirme en ese pensamiento. No fue fácil, pero como te digo, me gustan los desafíos.

– El libro tiene alrededor de cuarenta cuentos, ¿en cuál de todos vos dirías “acá verdaderamente me encontré con lo que estaba buscando”?

– Me gustó mucho escribir “Anónimo”, porque me encontré con la impotencia con la que se encuentran muchos hombres de trabajo. Esos hombres cuya vida transcurre sin retorno, sin vuelta atrás, y no tienen la fuerza necesaria, ya sea por experiencia familiar, por educación, por imposibilidades externas o por su propia personalidad, de modificarla. Hablo de la invisibilidad del hombre ante sí mismo, que es grave, muy grave, porque la falta de proyección y la falta de sueños mata la esencia del ser humano, que es absolutamente creativa y que va por más; que tiene, podríamos decir, “esencia de eternidad”. También disfruté muchísimo “El papel vacío”, que encarna la frustración de un escritor que se sabe o se quiere escritor y no encuentra lo que está buscando para escribir, que no encuentra la motivación, y termina siendo un papel vacío y un libro muerto.

Patricia Bottale, autora de Sin Rouge (Planeta).

– “Sin rouge” trata sobre hombres, pero no es la primera vez que hablás de ellos. Ya estaban en un libro anterior: “Todas”. ¿Cuál es la diferencia entre uno y otro? ¿Qué te pasó en la escritura entre ambos?

– “Todas” surge del título de uno de los cuentos, e imaginé ese título porque es un cuento que fue una expresión de mí misma en un momento de mi vida. Como decís, no es un libro que habla de mujeres. Hay algo mágico, y me di cuenta cuando ya estaban impresos los ejemplares. En “Todas”, la ilustración de tapa solo muestra unos ojos, mientras que, en “Sin rouge”, está la figura de un hombre sin ojos. Pienso que eso significa intimidad. En “Todas”, el cuento que le da título surge de un relato absolutamente íntimo, mío, de un momento de mi vida en el que así me sentía, y por eso necesité esa mirada, porque es una mirada hacia adentro. En “Sin rouge”, esa mirada no existe, porque puede ser cualquier hombre al que le pasan esas historias. Ahí está la importancia de la mirada, de los ojos. Te cuento una anécdota, para ser más clara: el otro día entré un negocio y la señorita que atendía me saludó. Yo, acostumbrada a sonreír mucho, le sonreí, y no dije “Hola”. Sonreí y después me di cuenta que estaba con el tapabocas. Entonces, la miré, y le dije, a través de la tela, “Te dije hola con la sonrisa, pero me doy cuenta de que no se ve”. Ella me contestó: “Supe que me sonreíste, por los ojos”. Ahí recordé lo de las tapas de los dos libros, de la gestualidad como lenguaje.

– Ya que mencionas el tapabocas, ¿qué lugar ocupó y ocupa la literatura en este año único, tan particular?

– Los que pueden expresarse con palabras escritas lo tomaron como un grito, y creo que surgió una creatividad enorme. Los años difíciles son de aprendizaje, siempre veo el medio vaso lleno. Te lo digo desde un país diferente, porque desde principio de año estoy en Uruguay, y por razones personales no pude volver. La distancia con mi familia me duele cada día. Todo es tan distinto… Entonces, creo que el que tiene la posibilidad de la escritura tiene un desahogo maravilloso, porque puede expresar todo lo que le ha resultado extraño, difícil, lo sorpresivo y lo loco. Leer fue también un gran recurso para las horas interminables de encierro. Sin embargo, al que le gusta la lectura siempre encuentra un pedacito de tiempo, un minuto, un ratito para leer. No sé si todo el mundo que no leía, con el 2020 comenzó a leer. Si fuera así, me sentiría genial, pero mucha gente se refugió en Netflix y muchos otros cayeron en la depresión, en sus miedos. De todas maneras, siempre fui optimista. Espero que hayamos aprendido algo, que la lectura nos haya acompañado y que la escritura nos haya ayudado a expresar y sacar de adentro todo ese mar de cosas sorpresivas que tuvimos que abarcar de pronto. La literatura, como toda rama del arte, es magia pura; recrea la realidad. Tenemos, al leer o escribir, la posibilidad de recrear esta realidad que nos toca vivir en esta época, como en cualquier época de nuestra vida. Eso siempre, pero siempre, nos salva.