Por Pedro Fernández Mouján, enviado especial de Télam

El extenso levantamiento popular vivido en Chile, que comenzó en octubre de 2019 para finalizar años después con la aprobación de un plebiscito para la redacción de una nueva Constitución y el descrédito del gobierno neoliberal de Sebastián Piñera, llegó hoy a la Croisette con la premiere mundial del documental «Mi país imaginario» del reconocido documentalista trasandino Patricio Guzmán.

Autor de la trilogía «La batalla de Chile», que editó y dio a conocer en el exilio entre 1975 y 1979 y que describe las transformaciones del gobierno de la Unidad Popular liderado por el asesinado Salvador Allende y las tensiones y golpe de Estado posterior encabezado por el general Augusto Pinochet, Guzmán -residente en París- viaja a Chile en 2020.

Un año después de comenzada la revuelta, para dar cuenta de la rebelión que emergió con la desobediencia al aumento del boleto del metro de Santiago en octubre de 2019 y que se transformó en uno de los más vigorosos levantamientos populares de América Latina, que trajo aparejado el llamado a una Constituyente y la elección de un presidente autodefinido de izquierda elegido democráticamente, además de venir a cerrar el nunca cancelado proceso de transición democrática chileno, que arrastraba un orden jurídico y administrativo impuesto por la dictadura que gobernó el país entre 1973 y 1990.

El filme de Guzmán, contado en primera persona, arranca con imágenes de su primer documental, «El primer año», que recoge el comienzo de la experiencia liderada por el presidente Salvador Allende y luego da cuenta de las batallas callejeras, las inmensas movilizaciones y los distintos reclamos que se fueron desplegando a lo largo de un proceso de lucha popular continuado y que fue encontrando su forma en la calle y en el avance ante los distintos obstáculos que la represión y el gobierno de Piñera le imponían y que demostró ser un levantamiento imposible de ser detenido ante la masividad y la legitimidad popular que adquirió.

Una crítica se hace Guzmán al comienzo de la película y es no haber estado al comienzo del estallido registrando todo el proceso y haber llegado en medio de la revuelta, al recordar un consejo recibido por el cineasta francés Chris Marker quien le señaló cuando comenzaba su carrera como documentalista que para registrar un incendio uno tiene que llegar antes de que se prenda la primera llama.

Y este reconocimiento de Guzmán, honesto, explica quizás en parte un filme necesario para reflejar un proceso político riquísimo pero no tan contundente como muchos otros de su filmografía como «Salvador Allende», que tuvo también estreno en este festival en 2004 y «Nostalgia de la luz», también en Cannes en 2010.

Guzmán comienza con imágenes de archivo del gobierno de Salvador Allende, pasa luego a las batallas callejeras y las movilizaciones de 2019 y 2020 y elige una serie de actores, algunos que participaron activamente en la revuelta, como una joven que luego fue elegida Constituyente, la propia presidenta mapuche de la Constituyente, una fotógrafa que perdió la visión de un ojo por la represión popular y otra mujer de una barriada pobre organizada, así como testimonios de una escritora y una politóloga, que explican o dan cuenta de sus reflexiones y sensaciones en relación con la revuelta.

La película, que ya cuenta con distribución en Argentina aunque sin fecha de estreno, es una revisión necesaria y en un punto urgente de uno de los procesos políticos más ricos de las últimas décadas en Latinoamérica y permite también comenzar a calibrar el tipo de respuestas y la audacia del nuevo gobierno de Gabriel Boric, surgido como consecuencia de esta revuelta, y que tendrá que estar a la altura de tremenda convicción popular por cambiar las cosas.