El escritor, sociólogo y filósofo italiano Umberto Eco murió a los 84 años, según informaron distintos medios italianos. Según el diario italiano La Reppublica, Eco falleció en su casa. El rotativo afirma que la muerte del autor de «El nombre de la rosa» ha sido confirmada por la familia.

Umberto Eco nació el 5 de enero de 1932 en la ciudad de Alessandria, en la región italiana de Piamonte, justo en el centro del triángulo entre Génova, Milán, Turín. De pequeño, él y su madre, Giovanna, se mudaron a un pueblito en la ladera piamontesa durante la Segunda Guerra Mundial.

Eco recibió una educación salesiana y, de hecho, en varias de sus obras se hace referencia a la orden y su fundador. Su apellido es supuestamente un acrónimo del ex caelis oblatus (latín: un regalo de los cielos), que fue dado a su abuelo (un expósito) por un funcionario de la ciudad.

Se doctoró en Filosofía en la Universidad de Turín, con L. Pareyson. Su tesis versó sobre «El problema estético en Santo Tomás» (1956), y su interés por la filosofía tomista y la cultura medieval se hace más o menos presente en toda su obra, hasta emerger de manera explícita en su novela El nombre de la rosa (1980).

El año 2000 fue condecorado con el premio Príncipe de Asturias de Comunicación e Humanidades.

Eco ha escrito numerosos ensayos sobre semiótica, estética medieval, lingüística y filosofía, así como novelas de éxito.

Desde el 12 de noviembre 2010 era miembro de la Accademia dei Lincei, para la clase de Ciencias Morales, históricas y filosóficas.

Su último libro publicado se titula «Número cero», el año 2015.

Un filoso analista de la realidad

En Umberto Eco se destaca su filoso análisis de la realidad que aborda como polemista y erudito. Así, sus definiciones resultan impactantes y provocativas. Aquí van algunos de esos comentarios.

«El arte sólo ofrece alternativas a quien no está prisionero de los medios de comunicación de masas».

«Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia».

«He llegado a creer que el mundo es un enigma, pero un inocente enigma hecho terrible por nuestro loco intento de interpretar todo como si existiese una verdad subyacente».

«Sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca».

«El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda».

«La computadora no es una máquina inteligente que ayuda a gente estúpida, de hecho, es una estúpida máquina que funciona sólo en manos de gente inteligente».

«Internet es como un gran inventario (de información), pero no constituye en sí misma la memoria».

«Los intelectuales no resuelven las crisis; las crean».

«Nada hay que ocupe y ate más el corazón que el amor. Por eso, cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas».

«Huye, Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia, y a veces en lugar de la propia». («El nombre de la rosa»).

«El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones?».

«Hay libros que son para el público, y libros que hacen su propio público».

«El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee».

«Los libros se respetan usándolos, no dejándolos en paz».

«Yo siempre me pongo a dieta, igual que todas las semanas dejo de fumar».

«La semiótica es, en principio, la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir».

«El gran peligro de la globalización es que nos empuja a una megalengua común».

«¿Qué es la filosofía? Lo siento por mi conservadurismo trivial, pero no puedo encontrar una mejor respuesta que la definición que da Aristóteles de la Metafísica: una respuesta a un acto de asombro».

«En el fondo, la pregunta fundamental de la filosofía (igual que la del psicoanálisis) coincide con la de la novela policíaca: ¿quién es el culpable?».