El trovador folclórico santiagueño Raly Barrionuevo lanzó este domingo -con un programa radial libre de alcance nacional, sudamericano y europeo- su nuevo álbum “1972”, donde pone su voz a un cancionero de clásicos de la música argentina desde su propia historia familiar y, fundamentalmente, reponiendo el lazo afectivo y sonoro con su padre.

A 11 años de “Radio AM”, otro álbum donde visitó un repertorio ligado a la tradición de la canción nativa, Barrionuevo canta poniendo el foco en los sonidos que lo forjaron junto a un elenco estelar con arreglos, guitarras, guitarrón y dirección musical de Luis Chazarreta, el piano de Elvira Ceballos y el bombo legüero de Daniel Barrionuevo.

Del registro además toman parte dos invitados de lujo como Ramón Navarro y Daniel Altamirano y participan las guitarras de Carlos García y Néstor Basurto, el bombo de Mateo Barrionuevo Dadone y las palmas de Guadalupe Toledo.

Para explicar ese recorrido y tomando nota del contexto pandémico, el artista nacido el 14 de agosto de 1972 en Frías y radicado en Unquillo (Córdoba) urdió un original lanzamiento radial repartido entre más de 550 radios del país y también de Bolivia, Colombia, Francia y España. 

Allí Raly dialogó con la reconocida escritora cordobesa María Teresa Andruetto y en esa charla se fueron colando fragmentos de canciones como “Amémonos”, “A unos ojos”, “El jardín de mi madre”, “Zamba de la añoranza”, “Y dicen que no te quiero”, “La ene ene”, “La de los angelitos”, “Calle angosta”, “Febrero en San Luis”, “Vallecito”, “Alfonsina y el mar” y “Patio de la casa vieja”, que forman parte del álbum que se completa con “A unos ojos” y “Si yo fuera río”.

El trayecto familiar y personal pero también histórico, le permitió al compositor, vocalista y guitarrista expresar: “Carta a mi madre Olga del Carmen Toledo y a mi padre Segundo Rosario Barrionuevo. Quizá no tenga más que preguntas, sencillas al fin, pequeñas o aniñadas. Cómo explicar un milagro, cómo atreverme a decir que haya sido un milagro”.

En esa narración, el creador manifestó que “había acaso un silencio que con los años me habló de ustedes. Sé de aquella guitarra, lo sé, lo supe siempre. Nada de todo aquello pude controlar en mi garganta. Nada de lo que pude decir y no dije, nada de lo que dije y no debí decir. Nada en absoluto”

“Hoy tuve ganas de regresar a casa pero la casa ha quedado vacía entonces comprendo que esa casa va conmigo. Y van también ustedes como gotas salobres, en esas fotos cicatrizadas a fuerza de cinta skotch… La música nos abrazó… Y hoy puedo verlos sobre la piel de estas canciones… y entonces viajo hacia 1972 a darles el abrazo que no pude darles y hoy les canto”, abundó Raly.

Tras esa confesión ligada a un padre ausente y negado (de allí la imagen que es la portada de “1972” con una foto rota y explícitamente restaurada) entra en diálogo con esa madre que crió sola a dos niños y a quien el músico dedicó su anterior álbum de estudio “La niña de los andamios” (2017).

En uno de los intercambios con Andruetto, la autora señaló que en su cuento “El hijo” se habla del rencor de una madre por el hombre que la dejó y de la relación de ese hijo con el padre y le preguntó al músico: “¿Cuál era el rencor de tu madre?”.

“Quizás lo que los había unido que era la música se transformó en lo que los separó. Con el tiempo sentí que mi madre se encontró en su casa con el niño que cantaba y eso conectaba con la parte linda de su amor que eran las canciones…”, deslizó Barrionuevo.

Con el foco en esa relación, la escritora destacó que la madre de Raly “fue una guerrera también, tuvo un amor con un hombre 12 años más joven y contra la opinión de sus padres. Una apuesta muy fuerte para las mujeres de la época” y le consultó al creador por su lazo con el padre.

“Dejamos de verlo, perdimos contacto. Lo habían cortado de la foto y para la vida de un niño la vida era así. Con Mariana Iglesias (quien fue pareja y actualmente es amiga de Raly) empezamos a emprender ese reencuentro y dimos con él. Nos costó hablar pero no nos costó nada sacar las guitarras y ponernos a cantar”, revela.

En ese repaso por el tardío y singular vínculo filial paterno, evoca que “nos deleitaba con su guitarra, con su estilo maravilloso, se empoderaba mucho pero después él tomaba y ya lo perdíamos. Agradezco haberlo podido reencontrar y compartir la música porque no pudimos hablar mucho”.

A modo de balance de la bella y poderosa experiencia estética tan íntima como interpeladora de un devenir cultural provinciano, Andruetto arriesgó que “es recuperación, es memoria, es duelo, es despedida, es reconocimiento, es celebración” y Raly concedió a modo de conclusión y remate: “Todo eso es ‘1972’”.