El cineasta argentino Rodrigo Grande propone un atractivo filme de suspenso, con elementos policiales, con “Al final del túnel”, una coproducción con España que se exhibe en salas de todo el país y que protagonizan Leonardo Sbaraglia y Pablo Echarri, en un duelo psicológico entre un lisiado y el jefe de una banda de boqueteros que prepara un robo a un banco pasando justo por debajo de su casa.
Filmado en partes iguales en Buenos Aires y Tenerife (donde construyeron el túnel, la bóveda del banco y ambientaron parte de la casa del protagonista), el nuevo filme del autor de “Rosarigasinos” ofrece además -debajo de su superficie de cine de género- la historia de Joaquín, un hombre que lo perdió todo, en silla de ruedas, sin ganas de vivir, que gracias a la aparición fortuita de una mujer y su hija autista encuentra motivos para seguir adelante.
La película cuenta con la actuación especial de Federico Luppi, uno de los protagonistas de aquel filme de Grande de 2001, quien en este nuevo largometraje interpretó a un comisario de la policía corrupto y desalmado, una especie de titiritero que manipula desde bambalinas los hilos de sus marionetas, los boqueteros que construyen un túnel debajo de la casa del protagonista para llegar a la bóveda de un banco.
El director sostuvo que “volver a trabajar con Luppi fue una maravilla, porque es muy emocionante ver la fuerza y el talento de alguien a quien no se le acaba nunca la pasión por lo que hace. Dirigirlo fue muy fácil. Como a los demás actores, yo lo dejo hacer y luego hablo con él y corrijo, si hiciera falta, las cosas que están fuera de tono o que nos puedan resultar inverosímiles”.
Es una película muy de género y comercial, pero al mismo tiempo es muy personal para mí. Escribí muchas cosas casi sin darme cuenta, como la historia del perro ciego que el protagonista quiere sacrificar. Eso marca de alguna manera simbólica que al pensar en matarlo también está pensando en terminar con su vida. Es lo último que le queda y está planeando ponerlo a dormir”, opinó Grande.
En una entrevista, el cineasta recordó que el origen de su tercera película ocurrió en España, donde residió varios años, cuando empezó a sentir “la necesidad de filmar y poner algo en marcha. Estaba simplemente en un bar, con un anotador, y empecé a imaginar y escribir situaciones y personajes. Inmediatamente apareció el suspenso, un género que me encanta y que me da satisfacciones como espectador”.
Grande, que justo en ese momento se estaba separando de su mujer, tras 15 años de convivencia, señaló que “estaba en un momento de mi vida muy difícil y todas las ideas se iban naturalmente para un lado un poco oscuro, sobre un hombre que perdía las ganas de vivir luego de un accidente de autos donde mueren sus seres queridos”.
En ese sentido, el director y guionista -que ya había trabajado con Echarri en “Cuestión de principios”, su filme anterior- sostuvo que esta nueva película también “es la historia de una resurrección, porque se pregunta cómo el amor puede ser para el protagonista la única forma de salir de semejante pozo de oscuridad y puede darte motivos para seguir viviendo”.
“La culpa del personaje de Sbaraglia está siempre como telón de fondo. Se siente culpable por la pérdida de su familia. Y la aparición de Berta (encarnada por la española Clara Lago) y su hija es una forma de renovar esa culpa. Por eso surge en él la necesidad de redimirse intentando salvarlas de las garras de Galereto (Echarri), el jefe de la banda de boqueteros”,
explicó.
Y agregó: “Hay una especie de redención del personaje que está como telón de fondo de la trama. Y para mí, la excusa de hacer estas películas es siempre ese telón de fondo, el elemento humano, lo que hace que la película contacte emocionalmente con el espectador. Porque una trama vacía no te conmueve”.
En relación al plan que Joaquín diseña para engañar a los ladrones y apropiarse de su botín, el cineasta señaló que “es parte de nuestra genética cultural el hecho de querer robar a los ladrones. Finalmente entiende que el tesoro real es volver a vivir, pero tiene que hacer todo este viaje y correr todos esos riesgos para poder comprenderlo. Debe exponerse a la muerte y llegar a lo más bajo para renacer de sus cenizas”.
“Las voces perturbadoras de la culpa y la paranoia, todas esas voces provienen del túnel que está del otro lado de la pared de su sótano. Joaquín debe matar todos sus demonios para volver a ser una persona con ganas de vivir. Pero esto en la película permanece en un nivel simbólico y no evidente, que recién se sabe después de ver varias veces la película”
, indicó.
Grande, que incluyó una mención del clásico “La isla del tesoro”, de Robert Louis Stevenson, que habla sobre la relación de su protagonista con el dinero y la ambición, afirmó que en la película quiso incluir “el mito de un tesoro al final de un camino; el túnel tiene que ver con el útero materno, pero también con un renacer. Pensé mucho el guión desde un lado simbólico para poder marcar el renacimiento del personaje”.
“Si detrás de una película no hay un mito, creo que no hay nada. Si no tratás de algo que vaya hasta la médula de lo humano, si no hay algo que te conmueva en tu humanidad, la historia seguramente te va a dejar afuera”, aseguró el cineasta, que siente que esta película “es un cambio muy grande, porque pude hacer todo lo que me había imaginado”.