Por Santiago Fraga

Una experiencia inédita y única en Rosario. Con sus orígenes en Europa en la década del 80’, el concepto de “silent event” (o evento silencioso) se fue expandiendo a cuentagotas por distintas partes del mundo, bajo la premisa de personas que se reunían a bailar o a disfrutar de la música percibiéndola únicamente a través de los auriculares que llevaban puestos.

Los rosarinos Coki & The Killer Burritos se convirtieron en los primeros en poner a prueba este formato en la ciudad, con la doble función que realizaron el jueves en la cúpula de la terraza de la Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza).

La consigna era simple: comparable con una función 3d en un cine, en la entrada una persona otorgaba a los asistentes unos auriculares modernos, con la particularidad de ser wireless -sin ningún tipo de cables- y pudiendo manejar desde allí mismo el volumen. Al finalizar el recital, se devolvían.

Durante el concierto, la música fue transmitida directamente a los oídos de los espectadores, sin ningún tipo de amplificación exterior. De hecho, si uno se quitaba los auriculares sólo escuchaba al cantante en su voz normal, los golpes sin música del baterista y los tecladistas y los rasguidos también ‘insonorizados’ de los demás instrumentos, además de las voces de las personas del público que hablaban normalmente.

Un concepto totalmente renovador de lo que significa la música en vivo, con un aparato que daba una sensación de poder estar en dos mundos al mismo tiempo: si subías el volumen, en un recital; si lo bajabas, en una terraza común con gente sentada a tu alrededor hablando entre sí.

De igual manera, también se perdieron con este método ciertos condimentos que tiene un recital normal, como ser escuchar al público cantar, los aplausos durante un tema o la interacción constante con el artista. Sólo cuando la música se silenciaba, o cuando se quitaban los auriculares, uno podía permitirse hablar a los músicos o quien tenía cerca.

La nueva temática de “silent concert”, puesta en prueba anteriormente en Buenos Aires, llega a Rosario para ser el temor de los más conservadores y la muestra cabal de lo que los gigantescos avances en la tecnología producen en la vida cotidiana de los humanos.

Asimismo, el propio cantante del grupo, César Debernardi, se tomó un momento antes de uno de los temas finales para hablarle a la gente y, además de agradecerles por la experiencia, recordarles la gran importancia de que se mantenga siempre “la música transmitida por aire”.

El tono tranquilo de las versiones de los temas interpretados también jugaron su papel importante en la experiencia, aunque dejan la impaciencia de poder probar el mismo formato también con un ritmo potente y movido, lejano a un público espectador de teatro y más cercano al de otro tipo de recitales.