Hong Kong va camino de su undécimo fin de semana consecutivo de protestas, que comenzaron en junio con la oposición a una controvertida propuesta de ley de extradición a China.
La nueva protesta en la terminal aeroportuaria -una de los más activas del mundo- se produce en momentos en que Beijing eleva el tono de las advertencias y envía nuevas señales de que las diez semanas de disturbios deben terminar.
La medida está motivada por los "graves" incidentes registrados en las instalaciones, donde los pasajeros han tenido problemas para pasar los controles de seguridad.
Las protestas representan el mayor desafío desde que llegó al poder en 2012 para el presidente chino, Xi Jinping, quien advirtió que de proseguir las protestas podría enviar tropas para restablecer el orden.
Miles de manifestantes reclaman desde el sábado. La tensa situación derivó en una huelga general a la que adhirieron trabajadores del subte y aeropuertos, entre otros, y que terminó con cerca de 80 apresados.
Al caer la noche, la Policía ordenó a los manifestantes desmovilizarse pero como algunos se negaron, las fuerzas de seguridad comenzaron a lanzar gases lacrimógenos.
Los visitantes fueron recibidos por manifestantes vestidos de negro que gritaron consignas antigubernamentales y repartieron volantes.
La Policía respondió reprimiendo masivamente, una decisión que desató momentos de caos con los manifestantes.
Miles de personas se manifestaron para exigir la retirada definitiva del polémico proyecto de ley de extradición y la renuncia de la jefa del gobierno local, Carrie Lam.
Dicen que si el Reino Unido expulsa a los diplomáticos chinos, como hicieron con Rusia, el resto de Europa no le va a hacer caso, “y lo único que logrará el Reino Unido es aislarse a si mismo”.
Decenas de miles de activistas por la democracia se habían volcado desde temprano a las calles exigiendo que la líder pro Beijing, Carrie Lam, renuncie y desista de dar luz verde a una polémica ley de extradición a China.
Días atrás una manifestación gigantesca, de un millón de personas según los organizadores, pidió la supresión de la ley que, según sus detractores, dejaría a la población a merced del sistema judicial de China continental, opaco y bajo influencia del Partido Comunista.