«¿Qué hacemos si nuestros niños nos piden el pan de cada día y de repente no tenemos cómo responderles?», expresa Celeste, mientras contiene el llanto y trata de expresar su profundo sentimiento de incertidumbre y tristeza en medio de un panorama que de repente se le volvió desolador. Junto a otras 44 personas que hasta hace unos días trabajaban en la cooperativa de trabajo Coreme, entidad que surgió en 2015 como una alternativa al desempleo y la pobreza extrema, la mujer se encontró con que, de un día para el otro, se quedó sin empleo.

El viernes 02/09, la Municipalidad de Las Heras decidió clausurar las puertas del predio que desde hace siete años funciona en la calle N°13 de Parque Industrial, ubicado sobre la ruta Nacional N° 40, a metros del Aeropuerto Internacional El Plumerillo. Allí, un grupo de 41 hombres y mujeres que se dedican a la separación y clasificación de materiales sólidos secos (cartón, vidrio, plástico, aluminio, cobre y papel, entre otros), estaban trabajando bajo la modalidad de cooperativismo. En 2013, la comuna cedió a la asociación civil un terreno en calidad de comodato, para que las familias pudieran trabajar y autosustentarse de una manera más organizada a la que venían aplicando hasta ese entonces.

A lo largo de los años en los que funcionó la cooperativa, 45 personas lograron ordenar los horarios, pautar montos por la cantidad de horas trabajadas y contar con un sueldo que al menos les ayudara a subsistir. «En el 2015 la planta fue habilitada de manera provisoria y comenzó a funcionar con 12 personas. Ahora son más de cuarenta las familias que dependen de los ingresos que logran con este trabajo», explica Mario Campo, titular de la cooperativa de trabajo.

El pago que efectúa la entidad a los/las trabajadores/as por separar los residuos secos es de 225 pesos la hora, y se debe cumplir con un mínimo de 64 horas semanales, mientras que los horarios se cumplen en dos turnos, con la posibilidad de trabajar horas extra para lograr una diferencia a fin de semana, cuando lograban el cobro.

Lo cierto es que, ahora, las familias afectadas por el cierre de la cooperativa ya no cuentan con esos ingresos y han organizado una colecta a través de las redes sociales con el fin de lograr una ayuda momentánea para paliar la grave situación económica que atraviesan, en un contexto que no les ofrece otras alternativas de inserción laboral o social. El agravante de esta realidad es que, en todos los casos, se trata de personas con bebés, niños y niñas a cargo, cuya realidad de pobreza se ve aún más agravada.

«Me perjudica mucho que la cooperativa esté cerrada; yo con lo que estaba ganando con ese trabajo pagaba los impuestos y la comida de mis hijos. No encuentro otro oficio y esto hace que no podamos salir adelante; estaba contento por ese trabajo y por el nivel de organización que habíamos logrado. Ahora estoy muy triste», confiesa Matías Alkaime, un papá mendocino que desde hace años trabajaba cumpliendo funciones en esta planta de recuperación de materiales.

En una provincia donde la pobreza, la inflación y el desempleo amenazan con hambre y miseria a miles de familias, la problemática se plantea aún más grave. Faltan oportunidades. El interrogante que quita el sueño muchas veces se sintetiza en un «¿qué comeremos mañana?». La respuesta suele ser un misterio.

Por su parte, Fabián Tello, secretario de intendencia de Las Heras, niega que la cooperativa se haya cerrado: «La cooperativa sigue funcionando y puede desarrollar la tarea que venía cumpliendo en el punto verde que está habilitado y que cuenta con las condiciones sanitarias para que trabajen allí», dice el funcionario, y destaca que lo que sí se clausuró es el establecimiento donde funcionaba la planta porque no se ajusta a las condiciones de higiene y seguridad requeridas.

Lo cierto es que, este último jueves, las familias han solicitado al Municipio la reapertura de la cooperativa de trabajo, y la respuesta hasta el momento es que debido a que la planta no estaba en condiciones de funcionar (no cuenta, por ejemplo, con los servicios básicos de cloaca o pozo séptico, luz ni gas) sus integrantes pueden realizar su trabajo en el punto verde que está habilitado a menos de cien metros. En realidad, allí ya hay personas trabajando de 8 a 22. Tras una asamblea realizada para conocer la opinión de los/las trabajadores sobre el tema, todos expresaron que trabajar allí sería imposible porque «cada grupo maneja sus códigos y no sería positivo llegar a sacar el trabajo a otras personas que necesitan tanto como nosotros».

Según los integrantes de Coreme, a lo largo de siete años todo lo logrado fue a costa de su sacrificio, y el municipio no los apoyó para instalar, por ejemplo, los servicios básicos. «Al principio, el municipio nos proveyó de ropa y calzado para trabajar, pero en la actual gestión no tuvimos ninguna clase de acompañamiento. Solo vinieron y cerraron, dejando a todas estas familias en la calle», destacaron.