El origen del miedo se encuentra en el sistema límbico, donde residen las emociones. Obedece a un mecanismo hormonal que se desencadena en la amígdala central produciendo una reacción anestésica que prepara al sujeto para el peligro.

El mismo afecta tanto a hombres como mujeres, desatando reacciones similares en ambos casos. Sin embargo se produce una coincidencia en las opiniones que dicen que detrás de cada miedo o temor, subyace el miedo a la muerte. Algo que en la cultura occidental, atraviesa tanto las fronteras como los credos.

El temor a la oscuridad y su anclaje en lo que no podemos ver

Generalmente este es un tipo de fobia que se asocia a los niños, sin embargo, muchos estudios demuestran que una gran parte de la población mundial, aproximadamente el 9 o 10% sufren de acluofobia.

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Para la psicología Freudiana, el miedo a la oscuridad es una consecuencia del desorden de ansiedad por separación, conocido en inglés como Separation Anxiety Disorder (SAD). Esta condición suele aparecer antes de los dos años, cuando el niño empieza a dormir en una habitación separada a la de sus padres.

El evento de tener que dormir separado de sus padres genera este trauma de soledad y miedo, el cual varía según la estructura psíquica de cada niño, en algunos casos será más intenso y en otros más pasajero.

La pérdida del control y el avance de la fantasía

Largo es el camino de los miedos y las fobias, dejando de ser claramente  una problemática que sólo abarca a la niñez. Algo menos rigurosa, pero empírica, una de las explicaciones que podemos traer al debate, tiene íntima relación con aquello que reside en la propia naturaleza de la imaginación humana.

Las distintas experiencias de vida, algunas de ellas muy perturbadoras, pueden no sólo minar nuestro descanso, sino también generarnos esos fantasmas que suelen mostrarse con frecuencia cuando la oscuridad gana terreno.

La fantasía juega un rol fundamental liberando nuestra imaginación más allá de los límites que la racionalidad impone, generando un sentimiento de miedo hacia la misma posibilidad de perder el control.

La sensación de pánico que invade al acluofóbico cuando se va la luz no se debe realmente a la falta de ésta en sí, sino a las fantasías e imágenes que la persona crea, en las cuales está absolutamente convencida de que en la oscuridad existen una gran cantidad de peligros escondidos.

Como en la mayoría de las fobias, es tu propia imaginación la que se esconde detrás de los miedos. Para quienes la padecen, la imperiosa necesidad de no encontrarse en soledad con la oscuridad, es una meta cotidiana.

Los síntomas de la acluofobia

Toda fobia es un gran condicionante que interferirá en el desarrollo normal de nuestras vidas. Transitar el día sin poder desviar ese pensamiento aterrador que nos paralizará cuando las penumbras comiencen a ganar terreno, sólo puede encontrar un escollo en un tratamiento personal.

Al igual que el resto de trastornos de ansiedad, la acluofobia se distingue por ser un temor fóbico con un estímulo aversivo concreto, en este caso la oscuridad, y que presenta las siguientes características:

– El miedo experimentado es excesivo y desproporcionado en comparación con la amenaza real.

– Se trata de un miedo irracional, sin ninguna base lógica.

– La persona no es capaz de dominar el temor que le embarga.

– La aparición o posible aparición del estímulo fóbico genera una serie de conductas evitativas y de escape.

– Sin un tratamiento, el temor es constante y permanece a lo largo del tiempo.

Los síntomas físicos también afloran de manera explícita, sensación de ahogo, tensión muscular, aceleración del ritmo cardíaco, dolor de cabeza y sudoración, son sólo algunas de las alertas que nos puede estar brindando este estadío.

Lo cognitivo también ocupa un lugar de privilegio, en este caso, la persona experimenta pensamientos intrusivos y permanentes acerca de todas los peligros que pueden aparecer cuando está a oscuras. Estos pensamientos se caracterizan por ser incontrolables y con un gran componente negativo.

Por último, como es propio en las fobias específicas, el miedo a la oscuridad acaba por interferir en los patrones de conducta de la persona, modificando su forma de proceder en el día a día y produciendo dos tipos de respuesta: las conductas evitativas, y de escape.

¿Existe un tratamiento?

En el caso de las fobias, el tipo de intervención con más tasa de éxito es la terapia cognitivo-conductual, dentro de la cual la desensibilización sistemática y la exposición en vivo han demostrado ser altamente eficaces.

No es algo fácil, pero tampoco imposible. Desde el campo de la psicología, las fobias se abordan desde diferentes ángulos y terapias para, si no es posible superarla, sobrellevarlas lo mejor posible.