Por Alejandro Maidana

La realidad es tan escabrosamente explicita, que resulta imposible no alarmarse ante tanta demostración de desidia. Las redes de complicidades se manifiestan de la manera más impúdica, el Estado generando anticuerpos instantáneos para borrar todo vestigio de daño real, y el privado, reinventándose una y otra vez para que su maquinaria de muerte pueda seguir adelante de la manera más aceitada.

El pasado 27 de septiembre en el partido bonaerense de Mercedes, en el paraje La Verde, un desenlace previsible sacudiría el día de propios y extraños. La planta de elaboración y distribución de agroquímicos de la empresa SIGMA AGRO SA, explotaría transformando la madrugada en un infierno abrasador, la vida de un vecino de la zona se apagaría debido al deleznable suceso, mientras que cientos de miles comenzarían a respirar un humo repleto de partículas cancerígenas.

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La víctima, Rubén Ponce de 42 años, era un vecino de la zona rural que se encontraba en los alrededores del incendio cuando cayó en una de las zanjas donde había desechos de agroquímicos, sufriendo quemaduras en el 40% de su cuerpo. Una muerte evitable, un lúgubre momento que parece perpetuarse por obra y gracia de aquellos que lejos de velar por la salud de quienes habitan esta tierra arrasada, le han puesto precio a la vida y un cerrojo a sus derechos.

Si bien es preciso referenciar la tragedia de Mercedes como un hecho atroz, lejos se encuentra el mismo de poder emparentarse con el apocalíptico Chernóbil, primero porque no se trató de la voladura de una planta nuclear, y segundo, porque el agronegocio rapaz junto a su séquito de aduladores, están esperando este tipo de afirmaciones con el fin de afirmar su macabra teoría de inocuidad y buenas prácticas.

El modelo productivo extractivista, concentrador de tierras y envenenador, comienza a gritar su verdadero plan en torno a la figura de los transgénicos y sus socios, los agroquímicos. La inviabilidad del mismo se manifiesta de manera constante y desnuda, si bien la negación y la minimización de sus riesgos forman parte de la política de Estado, el cambio de paradigma en torno a la producción agrícola se avecina. Solo el poder económico de las corporaciones, la tergiversación mediática, y las elucubraciones espectrales de los pocos beneficiados, siguen sosteniendo el coqueteo maniqueo con la salud de las mayorías que contemplan con ojos impertérritos, como su vida se degrada sin exponer la mínima resistencia.

Ante este espinoso panorama, distintos profesionales de la salud vienen dando una batalla tan silenciosa como indispensable, es por ello que Conclusión llegó hasta a ellos con la firme intención de conocer en profundidad el análisis sobre lo sucedido en Mercedes.

Damián Verzeñassi es uno de los profesionales que viajó a la ONU y al Parlamento Europeo para narrar cómo enferma el modelo de monocultivo transgénico. Este médico que de manera incesante busca interpelar el verdadero camino que debe perseguir su profesión, encontró en los campamentos sanitarios que realiza con los estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario, un concreto espacio de intercambio en donde la investigación en el territorio, arroja datos inapelables.

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Consultado sobre la explosión de una planta de agrotóxicos en la provincia de Buenos Aires, y los efectos nocivos de dicho desenlace, indicó: “Lo más grave es el ocultamiento, rápidamente el Estado buscó minimizar el tremendo daño ambiental generado, sumado que la explosión de esta planta dejó el triste saldo de un muerto. El humo generado por la combustión, se respiró,  no se juntó en bolsas. No sabemos hasta donde pueden llegar esos químicos, no hay certezas de lo que realmente había envasado”.

“Mientras se insiste con la idea de las buenas prácticas, no hay posibilidad alguna de asegurar seguridad, tanto en las aspersiones como en este tipo de lugares de fabricación y acopio. Este es un debate perimido, son productos dañinos para la salud”, enfatizó Verzeñassi.

Un nuevo atentado al medioambiente, una nueva agresión a la salud. “Medicamente el problema es la nube tóxica que se originó, el ingreso de la misma a los organismos, es sumamente complejo, debido a las distintas partículas que la integran y actúan en deterioro de la salud de quienes tienen la desdicha de respirarlas. El humo negro que ganó terreno, transporta dioxinas cancerígenas. Nunca vamos a saber el daño originado a corto plazo, si bien tienen capacidad de dañar genéticamente, las personas que deben luchar contra este tipo de contaminación, se entregan por el largo camino que deben transitar en búsqueda de justicia”, concluyó.

Quién también acercó su punto de vista, fue Medardo Ávila, Coordinador de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados que le dijo a Conclusión: “Lo que podemos ver con lo sucedido en Mercedes, es que es un hecho que se va a ir reproduciendo debido al exponencial uso de agrotóxicos en la Argentina. Este tipo de galpones donde se fracciona, acopia, fabrica y distribuye, se los pueden encontrar en distintas zonas rurales sin ningún tipo de control”.

“En nuestro país se utilizan 500 millones de agrotóxicos según información de las cámaras en sus respectivas declaraciones, a esto habría que sumarle lo que se comercializa en negro, es decir, los litros son más. La dosis que corresponde por habitante es de 11 litros, esto quiere decir que es la más alta del mundo. Si bien Brasil es el consumidor más grande, al ser su densidad poblacional más grande, la dosis es de 7 litros por persona, y en Estados Unidos es de 3”.

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Las zonas rurales y una carga de exposición elevadísima, el caso paradigmático de Monte Maíz como ariete discursivo. “Sobre el mismo tenemos dos publicaciones y vamos por la tercera, en este lugar la carga de exposición por persona es de 100 litros, una locura que claramente ha disparado que los casos de cáncer se multipliquen por tres en referencia el resto. Otra situación sumamente preocupante es que pudimos documentar y demostrar, es que en las manzanas donde había depósitos de agroquímicos, había más enfermos de cáncer. Si bien todo el pueblo está cerca de las fumigaciones, aquellos que se encontraban residiendo cerca de los depósitos, los casos de cáncer aumentaban”, disparó Ávila.

“Lo que ha pasado en Mercedes es terrible, allí se han liberado al ambiente, ósea al aire, a la tierra y al agua, los herbicidas más tóxicos que se utilizan en Argentina. Basta con ingerir un vaso de 200 ml de glifosato para morir, el 2,4D que es otro herbicida de los que más se utiliza, basta con ingerir 20 ml para morir. En Mercedes se acopiaba el Paraquat, que con solo tomar un sorbito del mismo, tan solo 5 ml, la vida se apagaría, esto han liberado con la explosión”.

No solo la tierra y el aire se han visto atacados por estos químicos, las napas subterráneas de agua también sufrieron consecuencias deleznables. “El juzgado federal de San Nicolás tiene documentado como en la zona de Pergamino los pozos que sacan agua para la población, contienen 18 agrotóxicos distintos. Es decir, que los efectos de las fumigaciones con estos químicos, pueden llegar a 60 metros de profundidad, una verdadera locura. Necesitamos de manera urgente una política de reducción de agrotóxicos, y una rápida transición hacia los agroecológico”.