Proviene  de una familia de colectiveros, tanto su padre como sus dos hermanos trabajaron en la combativa línea 60 de ómnibus, “crecí arriba de un colectivo” cuenta Santiago. Su camino de precarización laboral terminaría allá por el 2006 gracias a la lucha del actual grupo de delegados.

El recorrido dentro de la 60 es tan amplio como interesante, “fui recaudador, gasolero, playero, maniobrista, como así también supe recorrer los talleres mecánicos encontrándome en la actualiad en el puesto de maestranza”, relató.

El pasquín “Al volante” le mostraría un nuevo horizonte

El trabajador cuando accede a cierto nivel de consciencia, entiende que se deben trascender todas las fronteras posibles para poder contar esas historias que atraviesan a su clase. “Fue una enorme experiencia con tintes metafóricos, ya que si bien llegamos a sacar 29 números, los compañeros lo usaban como papel higiénico, algo que nos empujó a interpelar el laburo realizado”.

El problema no pasaba por si los choferes leían o no, las redes sociales jugaban un papel muy importante acaparando el tiempo de los trabajadores. “Tuvimos que darle marcha a nuevas ideas, la utilización de oraciones cortas con un lenguaje más llano, fue el comienzo de la transformación.  Acá el punto clave fue invitar a los compañeros a participar en el pasquín, si bien al principio hubo reticencia, terminó siendo un órgano de debate de ideas dentro de la empresa”.

La 60, una línea amigada con las luchas

A través de la agrupación “Al volante” y el cuerpo de delegados, existía una división entre comisiones que organizaban las tareas, entre ellas, la seguridad, el fondo de lucha, la comida, prensa y logística. “En lo particular me encargué de la parte de prensa, hasta que en el 2010 desembarca el Grupo Dota S.A, un monopolio del transporte que tiene para sí más 60 líneas de colectivos. Lo primero que intentaron hacer fue destruir la organización sindical, para eso trajeron a la barra brava de Nueva Chicago que nos amenazaron con armas de fuego”.

Una situación tan engorrosa como deleznable, “a nuestros delegados les prendieron fuego sus autos, a otros se le metieron dentro de su casa, pasamos por momentos de mucha angustia e incertidumbre pero no nos quebraron”, dijo Menconi.

Fueron muchos los paros hasta que en uno que se dio en el 2015, la empresa toma la peor de las decisiones, “quisieron implementar el artículo 245 de la ley de trabajo que permitía los despidos sin justa causa. Ante esta posibilidad, decidimos darle una vuelta de rosca a todo esto y en lugar de parar, se decidió no cobrarle boleto a los pasajeros”.

Una medida certera que al quinto día le dio vida a un lock out patronal, “estuvimos 42 días en lucha donde cortamos Panamericana, esto derivó en una gran represión en manos de la gendarmería de Sergio Berni. Por lo cual el Ministerio de Trabajo no nos atendía, sin embargo, ganamos una lucha histórica”.

Un extenso derrotero que le daría paso a un libro

Santiago Menconi se define como un tipo obsesivo, algo que lo ayudó a poder editar un libro que cuenta la resistencia de la 60. “Así fue como salió <El Sesentazo>, gracias a todas los datos y vivencias que fui volcando al papel a lo largo de esos días de lucha. Si bien comencé a escribirlo solo, la necesidad de sumar las palabras de los compañeros hizo que la cosa se fuese agrandando hasta poder concretarse”.

El día que a la CGT le coparon el palco

El 7 de marzo del 2017 quedaría en el recuerdo de la clase obrera Argentina, la tibieza de los “cabezones” en no ponerle fecha al paro general, desembocaría en un simbolismo explícito, la toma del palco. Santiago Menconi fue partícipe directo de lo sucedido, y en torno a esto escribiría una crónica para ANRed que trascendería.

“Hasta ese momento desconocía en profundidad de qué se trataba la Red de Medios Alternativos (ANRed) si bien seguía y leía sus artículos. Por esas cosas de la vida me puse a redactar una crónica de lo vivido ese día y se las envié por correo, vaya sorpresa, al otro día aparecería publicada”, cuenta aún emocionado Menconi.

La repercusión fue tal que comenzó a colaborar con ellos, “primero fue cubriendo algunas crónicas que es el género que más que gusta, después redactando algunas notas sociales y sindicales, hasta que terminé por incorporarme”. El camino transitado le brindaría la enorme oportunidad de escribir en primera persona sobre aquellas luchas que encuentran en los grandes medios de comunicación, un cerco tan explicito como repudiable.

Santiago escribiría sobre esa gloriosa tarde del 7 de marzo: “Las banderas de la 60 flameaban en el escenario, los choferes de Interlíneas le estaban copando la parada a lo más repodrido de la burocracia sindical. No estábamos solos, al estrado subieron los docentes del Suteba, los remiseros de Ezeiza, los jubilados del transporte y decenas de trabajadores indignados con la cúpula cegetista”.

Un acto de dignidad que se llevó puesto la postura conciliatoria de aquellos que de traiciones conocen  más que de reivindicaciones. Otra vez la 60 diría presente en una batalla por la defensa de los derechos adquiridos que algunos intentaban negociar a un costo bajísimo.

“La burocracia había corrido, el gobierno lo miraba por televisión. Llegamos a los micros y no tuvimos tiempo de hacer un balance, nos saludamos con un gesto y cada uno partió por su cuenta.Si aquello fue algo espontáneo, ¿cuántas cosas podríamos lograr con organización? El paro tendría fecha”.

En ANRed el posicionamiento de clase es premisa fundamental, la misma está integrada por albañiles, recepcionistas de hotel, docentes, administrativos, empleados de tiendas y piqueteros. Para concluir, Santiago Menconi deja marcado cuan estigma el significado y la importancia del trabajo realizado: “Al ser personal de maestranza, aprovecho el momento de la limpieza de los baños para armar una o dos notitas. Lo tomo como una conquista frente a la empresa, le extraigo un poquito de la plusvalía para producir para los trabajadores. Eso es muy gratificante, utilizar el tiempo del patrón para escribir y difundir la lucha de los trabajadores”.